Si hemos puesto atención a la historia, el arte siempre ha encontrado la forma más creativa posible de desafiar al poder, en especial en épocas en las que la libertad de expresión ha sido limitada (¿o lo sigue siendo?). Con un dedo señalador, pero con un simbolismo exquisito y sutil, el arte ha servido como agente de cambio que globaliza el descontento de un pueblo que clama por el cambio.
Desde mucho antes de que usted y yo naciéramos, el arte se ha utilizado como herramienta para cuestionar, dejar en evidencia los abusos y despertar la conciencia que, en muchos casos, peca de dormitar colectivamente, mientras unos pocos que sí están despiertos sufren las consecuencias.
A mí me gusta hablar claro y siempre con ejemplos, tal vez porque yo soy un artista que busca esos ejemplos para crear e intentar darles entendimiento a las corrientes de pensamiento actuales. En la literatura, podemos encontrar 1984 (que, de paso, para que sepan, el Teatro Espressivo va a poner la puesta en escena en mayo. No me pagaron, pero todos somos del gremio de artistas de este país y la luchamos) y también, Rebelión en la granja, que a decir verdad, siento que van a ser obras muy leídas en los próximos meses y años. Pueden leer esos libros mientras escuchan la música de Mercedes Sosa o Bob Dylan, ambos exponentes de las luchas humanas contra las injusticias sociales y las dictaduras.
Ya que estamos entrando en calor, podrían buscar en internet El 3 de mayo de 1808 de mi muy querido Francisco de Goya, a quien conocí en las clases de Pensamiento, Estética y Representación en mis años en Veritas. Pueden pasar un rato admirándolo y luego, vayan a la cocina, hagan palomitas y siéntense a ver El Gran Dictador de Charlie Chaplin.
Todas esas son ofertas artísticas para estos tiempos en los que, la inmediatez de las redes sociales obliga a que mensajes profundos se pierdan en la ola de tendencias. Eso sucede mientras la censura sigue existiendo en países en donde, a falta de mejores vehículos, se utiliza el simbolismo o incluso la comedia, para hacer frente a las carencias de poder ejercer un criterio constructivo (si no, lean esta columna entre líneas y piensen que yo sí quiero tener la oportunidad de seguir llevando a mi hija a Disneyland). Es difícil porque el mundo está polarizado y la crítica artística puede ser vista como un ataque partidista, y perder la intención de construir juntos.
En fin, soy del pensamiento de que el arte, como el ser humano, no solo debe señalar lo que se debe cambiar, sino también debe proponer soluciones y abrir diálogo porque ya saben, para muchos es más fácil decir que la culpa es del arte.