Tengo, junto con mi esposa, 34 años de visitar Garza de Nosara; y hace año y medio ya vivimos felizmente aquí. Recientemente, en algunos contextos con personas y comunidades locales, pero sobre todo en redes sociales, se habla de la gentrificación. En Costa Rica, coloquialmente expresado "Gentrificación es cuando las zonas costeras, como Tamarindo o Nosara, se ponen de moda con extranjeros y ricos, los precios suben como locos, y los locales se quedan sin chance de pagar, mientras llegan condominios y cafés caros."
Creo que el artículo de Damián Martínez aborda aspectos fundamentales del fenómeno; y sobre todo, el tema de la carencia de planificación y, particularmente, la ausencia de planes reguladores constituye una importante raíz del problema que Damián desarrolla con propiedad, y no comentaré aquí.
Agrego, en lo personal, una consideración y es que es un tema que muchos lo están abordando más con ribetes ideológicos que con el rigor y apego a la realidad que debe merecer. Para citar hechos y datos duros, tenemos que en las regiones de Guanacaste y en Puntarenas (región costera pacífico central y sur), según la información estadística oficial (INEC-MIDEPLAN) en los últimos 14 años los indicadores de desarrollo socio económico han mejorado: la pobreza ha bajado de un 31% en el año 2010; a un 24% en el año 2024. El coeficiente de Gini (brecha en la distribución de los ingresos) ha mejorado de 0.52 a 0.47. El índice de desarrollo humano hoy tiene un nivel medio-alto; similar a otras regiones “más privilegiadas” de la GAM.
Gran parte de este progreso está vinculado al turismo y la inversión extranjera, que generan empleo (hoteles, restaurantes, servicios), mejoran la infraestructura (carreteras, aeropuertos, telecomunicaciones, acceso a servicios básicos) y dinamizan la economía local. También generan aprendizaje y transferencia de competencias humanas útiles para el empleo y el desarrollo personal.
Esta es nuestra experiencia de 34 años en Garza-Nosara, donde la pobreza extrema abundaba, la salud, higiene y los recursos naturales mostraban un alto deterioro y que donde hoy, claramente, la mayoría de la gente vive mucho mejor. En cuanto al problema de la ausencia de planes reguladores formulados/aprobados/implementados hay que pensar en la hipótesis que la corrupción (público-privada, en algunos sectores de la institucionalidad y del empresariado) constituye un factor causal importante, que actúa como incentivo perverso para disuadir la correcta planificación.
Claro, que sí hay un “boom” de los precios de los terrenos en las zonas costeras producto de la alta demanda de propiedades cerca del mar, impulsada por el turismo, la inversión extranjera y el deseo de segundas residencias, incluyendo a bastantes costarricenses; y también el aumento de precios, en servicios, alquileres, etc. tiene una afectación en la población local; que, sin embargo, tiene hoy mayores recursos económicos para enfrentar su sustento.
También, existe cierta percepción de distancia social y riesgo de la desintegración cultural, en habitantes locales; pero que en muchos lugares se atiende exitosamente, con iniciativas de integración comunitarias y la promoción de los componentes de la identidad cultural autóctona. Y específicamente sobre los impactos del turismo, este puede contribuir a dinamizar y preservar la cultura y el medio ambiente: contrario al discurso de que los extranjeros "desplazan" la identidad local, se puede argumentar que el turismo bien gestionado fomenta la valoración de la cultura guanacasteca (música, danza, gastronomía, tradiciones) y la conservación de recursos naturales (parques nacionales, playas).
Los turistas no solo aportan ingresos, sino que pueden ser aliados en la promoción de una identidad costarricense auténtica, si se priorizan políticas que equilibren desarrollo y tradición. Entonces, menos ideología y más acción.
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