Julia Navarro es una escritora española ampliamente conocida, un “superventas” o bestseller, El niño que perdió la guerra, es su nueva novela publicada el año anterior por Plaza & Janes, y que recientemente fue presentada en nuestro país con la visita de la autora.

La novela inicia en la guerra civil española, donde Agustín López, un comunista le pide a Boris Petrov, consejero militar soviético, que se lleve a su hijo Pablo a “la patria de los trabajadores” donde cree que vivirá mejor que en esa España en la que ya se vislumbra el triunfo del bando sublevado, con la promesa de que luego viajarán sus padres. Clotilde, caricaturista crítica del franquismo, madre de Pablo y comunista poco convencida, se opone a eso, pero poco le importará a Agustín o a Boris, que finalmente se lo lleva pese a la lucha de Clotilde. Esa madre pierde así a su hijo y Pablo a su madre española. Tiene cinco años. Es la historia de los llamados “niños de la guerra”, miles realizaron ese viaje, pocos regresarían a sus familias, a una España que desconocían, y lo harían ya adultos, luego de la desestalinización en la década de los 50.

Pablo llegará a la URSS, donde no conoce el idioma, a una familia que tampoco habla español y que se encuentra desunida, herida profundamente por la falta de libertad. Boris es un soldado, convencido del comunismo, Anya, su esposa, una artista asfixiada por un régimen que le impide crear música libremente o leer poesía libremente, su padre, el suegro de Boris, es un comunista de primera línea, que luchó junto a Lenin. Se tejerá una fuerte relación entre Anya y Pablo, que lo verá como un hijo más, hermano de su Ígor. La España republicana pierde la guerra, Agustín muere, Clotilde sufrirá la represión como esposa de un comunista y como caricaturista, de ese lado solo tragedia.

Y del otro lado, en la URSS también. Anya será enviada a la Lubianka, los cuarteles de la NKVD (predecesora de la KGB), se distanciará de Boris, de su padre, verá a sus amigos ser enviados al Gulag. La realidad de miles, millones en los años más duros del estalinismo. La tragedia se irá extendiendo, como no podría ser de otra manera ¿Qué más habría en la España de Franco o la Rusia de Stalin?

La novela es interesante para conocer o no olvidar las tragedias totalitarias del siglo pasado, relevante en un contexto de vuelta del populismo y las ideas totalitarias en muchos países, e incluso donde se maquilla el pasado, como sucede en Rusia, que cerró el Memorial, organización de derechos humanos que denunció las atrocidades ocurridas en la URSS, con la acusación de “brindar una imagen negativa del pasado”.

Pero ni eso logra salvar a la novela. La reiteración exagerada, en ocasiones forzada de los discursos la vuelve tediosa, los personajes son excesivamente ingenuos, pese a haber sufrido ya la represión, aunque se presentan como cultos e inteligentes. Un ejemplo, una madre, pese a que se le advirtió de una redada, no evita ni asistir ella ni que vaya su hijo a una reunión. Gente que ya había sufrido detención y tortura. En mi opinión falla la construcción psicológica de los personajes para los discursos y cambios que manifiestas, por lo que se vuelven inverosímiles.

Como obra sobre la represión hay mucho mejores, algunas que también incluyen personas que caen con ingenuidad pero que entendemos su drama humano, recuerdo que en Archipiélago Gulag se relatan muchas, incluida una en la que la policía viene por una persona, pero la intervención de vecinos evita la detención: en lugar de huir inmediatamente, dice Solzhenitsyn, se quedaron pensando que no volverían, grave error.

Inverosímiles también son muchos eventos en la novela, suceden cosas que no tienen ningún tipo de continuidad, a veces para resolver de forma absurda situaciones previas. Es el deux ex machina.

Muchos argumentos reiterados una y otra y otra vez, con las mismas referencias una y otra y otra vez, con deus ex machina una y otra y otra vez. Al final se vuelve cansada y la sensación de que le sobran muchas de sus 640 páginas es inevitable, al menos para mí. El título de la novela podría dar también una idea engañosa, aunque si hay un niño que pierde la guerra (la española, la de la vida en la URSS), la verdad es que la novela trata más sobre sus madres, Clotilde y Anya. Eso sí: como obra para conocer (y no olvidar) los riesgos de la represión totalitaria, los peligrosos de quienes gobiernan empeñando la libertad, de la censura al arte y al pensamiento, es una gran alternativa, pues recopila excelentemente casos, formas de reprimir y resistir, y sobre todo, las ansias de libertad.