Corría el año 2019, previo a la pandemia y mis visitas al cine eran regulares. Pan de cada día en realidad. Me gustaba (y me sigue gustando) la experiencia de entrar a la sala de cine, que las luces se apaguen y que la suspensión de la realidad (un tecnicismo para decir que me desconecto del mundo real) hiciera de las suyas.
En aquel entonces, por azares del destino, terminé viendo “El Rey León” (Disney, 2019). O por lo menos, el remake live-action (la nueva versión pues, y que se siente real). Mientras veía la película, me senté a analizarla de otra forma, desde otra arista. Alguien me había comentado esto tiempo atrás, pero jamás había conectado los puntos hasta ese día. La historia de El Rey León tiene tintes shakespearianos, y no solo tintes: presta descaradamente elementos muy propios de Hamlet.
El tío que asesina al rey para hacerse con el reino. El verdadero heredero del trono debatiéndose qué hacer. Todo es muy conocido y resulta muy evidente. Sin embargo, ¿es esto falta de originalidad? Honestamente, no. El ser 100% original es un mito. Así como suena. Perdón por estallar la burbuja de ilusión, pero todo viene de algún sitio. Lo que hace única una historia es la voz y perspectiva del autor.
Muchas historias siguen patrones universales, o mitologías, que hacen que las historias tengan una estructura un tanto definida, pero que quien la usa tenga la libertad de crear a su antojo. Quien logró comprobar esta teoría no es otro que Joseph Campbell, uno de mis escritores referentes. Con su libro El héroe de las mil caras (1949), Campbell logró encajar la mayoría de las historias en la mitología arquetípica conocida hoy como “El viaje del héroe” (The Heroe’s Journey) que se presta a la exploración de temas muy universales, con simbolismos y metáforas.
Ya sé, me estoy yendo muy al lado técnico, pero todo esto es para explicar que nada es 100% nuevo, y eso está bien.
La cuestión acá es que lo que importa no es la historia, sino cómo la cuentas. Por ejemplo, hay una historia increíble que habla del amor prohibido entre dos adolescentes. No pueden ni verse porque sus familias son rivales, y al final todo es una tragedia terrible que se pudo haber evitado. Y sí, no estoy hablando de Romeo y Julieta. Estoy hablando de West Side Story.
Otro ejemplo es la historia de la exigencia creativa extrema en un ambiente de mucha presión y el costo personal que conlleva alcanzar el éxito. La protagonista vive una transformación en un ambiente laboral donde se le exige mucho. Esta historia habla de lo que estamos dispuestos a sacrificar por la excelencia y el éxito. Y sí, por supuesto que estoy hablando de Black Swan. Jamás se me pasó por la cabeza hablar de El diablo viste a la moda. Premisas muy parecidas que tienen enfoques muy diferentes. Uno desde la tragedia y el otro desde la comedia. Premisas parecidas, enfoques diferentes. Ahí está la magia.
Nuestra cultura es excelente en el tema de reciclar y reinterpretar ciertos mitos, historias, cuentos y géneros. La creatividad no consiste en inventar algo desde cero, ni de partirnos la cabeza intentando ser completamente originales, sino de transformar lo que ya existe.
Dicho esto, hay que romper el bloqueo creativo y dejar atrás la obsesión con la originalidad, sea cual sea el arte que quieras desarrollar. Más bien, dale rienda suelta a las referencias y las influencias.
Lo que cabe destacar no es si la historia ya fue contada, es que nadie la puede contar como tú la puedes contar. Y si no, échale la culpa al arte.