Recuerdo cuando cierto expresidente fue arrestado por un caso de corrupción; un medio nacional anunció con gran alboroto que fue el primero en tener tomas exclusivas del individuo en el edificio del Poder Judicial. El video mostraba al expresidente, o más bien su calva, por encimita de otro montón de personas, al pasar por la boca de un pasillo. Solo eso; por una fracción de segundo. Era tan difícil ver la calva del susodicho que tuvieron que rodearla con un circulito y repetir el video en cámara lenta una y otra vez. Mientras tanto, el periodista no se cansaba de decir que ellos tenían las primeras imágenes del expresidente arrestado. Y solo eso decía.

Siempre me pregunté de qué sirvió verle la calva al viejo por una fracción de segundo. ¿Qué información aportaba eso? ¿Qué me decía sobre los motivos del arresto? ¿Qué me decía sobre el tipo en sí, más allá de que estaba quedándose calvo?

Entiendo la importancia de las noticias en desarrollo, de la primicia, de informar con rapidez, de estar en el momento. Sin embargo, llegado cierto punto, me pregunto de qué sirve ser el primero en cubrir una noticia si no va a ofrecer una información de calidad, si se limita al efecto instantáneo, sin profundizar en el tema.

Soy como el Chapulín Colorado para los refranes, pero creo mucho en eso de que no hay que llegar primero, sino saber llegar (o como sea). Por eso, me encanta el eslogan del Reporte Delfino: “las noticias de ayer, hoy”, que comprende la filosofía de un periodismo de análisis, verificación de hechos, investigación profesional, identificación de noticias falsas, confrontación de posturas y, en fin, noticia procesada, en lugar de la mera primicia o la noticia de impacto.

En ese sentido, no me interesa el periodismo de sucesos. Aunque todo ámbito del periodismo es indispensable, sí creo que la cobertura de sucesos cae muchas veces en la trivialización del dolor ajeno y lo convierte casi en entretenimiento, sin un análisis posterior de datos, causas, consecuencias. En mi sincera opinión, estas carencias lo convierten en un periodismo inútil. ¿De qué sirve solo angustiarse (o entretenerse) con la desgracia de otros? ¿Cómo ayudamos a las víctimas si solo nos quedamos con el titular, la foto y el hígado? ¿A quién sirve de verdad el sensacionalismo, fuera de los empresarios que se enriquecen con él?  

Prefiero, en cambio, una reflexión sobre los hechos y no el hecho por su mero impacto. Me interesa y me parece más útil un estudio de las causas y consecuencias de la violencia en Costa Rica, por ejemplo, que las portadas de la gente acribillada en la calle. Quizá no podamos ser los héroes que eviten esas atrocidades que aparecen con grandes letras rojas; pero un entendimiento más rico y profundo que relacione el hecho noticioso con su contexto y los factores que lo llevaron a producirse al menos podría servir para que seamos mejores ciudadanos, que tomemos mejores decisiones no solo en las urnas, sino además en el semáforo, en la oficina, el vecindario, la cama, el chat, en todos esos momentos en que podemos hacer la diferencia. Con que no seamos nosotros los causantes de las malas noticias ya estamos haciendo una diferencia y, quién quita, al suave podríamos evitar que otras personas lo sean también.

Hoy escribo para agradecer a Delfino.cr no solo por brindar este espacio donde tantas personas podemos expresar nuestras ideas y opiniones, sino también por ofrecer un periodismo elaborado, maduro y a la vez accesible que, aun cuando recurre a ciertas informalidades e incluso algo de comicidad, mantiene una práctica responsable en el uso de la información.

Alguien podrá decirme que todo medio tiene su sesgo y sí, yo lo entiendo perfectamente (incluso, tengo un artículo sobre ello). Toda narración está mediada por la persona que narra, está contada desde su perspectiva. Aún aquello que presenciamos con nuestros propios ojos, al momento de ser un recuerdo en nuestra mente, se convierte en una narración mediada por nosotros; ya no es la realidad, si semejante cosa existe, sino que es lo que percibimos y recordamos. Pero justo por esto es que debemos apoyar la clase de periodismo que confronta y chequea datos; porque somos ciegos tocando al elefante. Tomar una sola perspectiva y aferrarse a ella sin comprobarla, sin cuestionarla, es negar la realidad, es engañarse y perpetuar un engaño urdido por otro. Es fanatismo. La única forma de encontrar la verdad es aceptar que hay muchas verdades y un comunicador responsable de cualquier tipo debe dar cuenta de ellas. Valga decir que también es nuestra responsabilidad, como receptores, comparar lo que dicen las diversas fuentes (así como leo Delfino.cr, leo también otros medios incluso con líneas editoriales muy distintas). Allí, entre las tantas versiones de lo que dijo el César, podemos vislumbrar ese fantasma que es la verdad.

Esto solo se logra con tiempo, reflexión y reposo; no reaccionando como esos muñecos que saltan de una caja con un resorte. Celebro, entonces, al periodismo que nos mueve a esa reflexión, a tomar el tiempo de pensar hoy en las noticias de ayer.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.