Ya que veo bastantes personas encantadas con dictadores extranjeros y antojadas de tener el propio en Costa Rica, aquí les dejo un grupo de condiciones necesarias para ello:

  • El ambiente: una clase política tradicional decrépita, cofaleada, leprosa, con la que ya nadie quiera nada, que haya perdido la curva de aprendizaje, pero ignore su estado vegetativo y crea que aún tiene el prestigio de antes. Instituciones débiles, que ya no resuelvan, que lancen a la gente al escepticismo y la conspiranoia. Una desconfianza (¿o un desconocimiento, una mala educación cívica?) en los mecanismos democráticos. Y una amenaza grave, interna o externa, que mantenga a la población asustada y, paradójicamente, unida por el miedo: guerra, pandillas, narcos, terroristas, una debacle económica, el imperialismo yanqui, los comunistas comechiquitos, la agenda global o qué sé yo.
  • Víctimas y culpables: una población maltratada que el tiempo y la vida apenas le den para subsistir, que ya no vea cómo salir de su situación por sí misma y añore un protector, un mesías. Por otro lado, una población privilegiada a la cual echar la culpa de lo mal que le vaya a la otra.
  • Mentiras.
  • Los infaltables minions: un montón de charlatanes, fracasados, oportunistas y ofendiditos que apoyen al aspirante a dictador y no les importe reducirse voluntariamente a la abyección, con tal de bañarse en la gloria de su líder (ya he hablado un poco de los minions). Un sector empresarial avaro, sangr’e chancho, dickensiano, que apoye al aspirante sin importar lo que este haga, mientras beneficie sus negocios. Y al menos un partido pelele dispuesto a aliarse con el aspirante (mientras este lo necesite), a cambio de migajas políticas.
  • Un ejército: que no necesariamente tiene que ser el ejército tradicional, ni siquiera hace falta que exista un ejército previo, puede surgir desde cero: basta con que haya suficientes seguidores enardecidos y matones ansiosos de tener permiso para ejercer la violencia.
  • Una oposición dividida, egoísta, amodorrada, incoherente, que no sabe replicar a las mentiras, que no logra consolidar un discurso, que cae en las trampas del aspirante, como el compita al que se le pueden hacer las mismas bromas porque siempre vuelve a irse pollo, y no ve lo que se le viene.
  • Más mentiras.
  • La hazaña: todo dictador logra alguna hazaña que termina de volcar los apoyos de su parte, logra sacar al país de atolladeros de los que nadie más pudo y lo consigue justo porque hace lo que nadie más se atreve. Generalmente, la hazaña tiene que ver con la amenaza interna o externa mencionada arriba. Por eso todo dictador, antes de hacer lo que hacen los dictadores, suele tener una etapa de luna de miel en que la gente, dentro y fuera del país, comete el mismo y eterno error de encamotarse con el aspirante.
  • Y desde luego, el aspirante a dictador. Lo pongo de último porque, si nos fijamos bien, su éxito no depende tanto de él mismo. Aspirantes los hay en todo momento, pero el dictador es el que logra convertirse en la sinécdoque de las fuerzas que lo impulsan. Sin las condiciones que aquí se enumeran, el aspirante solo sería el político bufón de turno.

Ahora sí, Costa Rica: vayamos haciendo check en esta lista. ¿Qué nos falta?

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