Minions, qué maravillosa palabra.
Claro que tiene sus equivalentes en español: esbirros, súbditos, siervos. Qué gran palabra fueron siervos y sobre todo siervas allá por 2018; pero mi término favorito de la actualidad es minions. Su sonido me hace pensar en alimañas dibujadas por Don Bluth, pequeñas y grotescas, divertidas por su forma de seguir al amo y temibles al cumplir sus designios. Los términos en español no me producen estos efectos que sin duda tienen que ver con el sonido del prefijo mini- y la influencia de los populares filmes, pero también con las definiciones de la palabra en inglés, que hacen referencia a una persona en estado de sumisión o inferioridad, bajo las órdenes de alguien poderoso.
Siguiendo su origen etimológico, minions proviene del francés medieval mignon: alguien amado que inspira ternura. La actual palabra francesa mignon puede traducirse como lindo, tierno o bonito. Un filet mignon es un filete tierno. Estos sentidos parecen contradecir mi percepción de la palabra; sin embargo, recuerdo la frase de un amigo al referirse al gato de una vecina:
De lo feo que es, se ve lindo”.
El trato que ciertos dictadores (o ciertos presidentes que quisieran serlo) dan a sus subordinados no podría llamarse amoroso o tierno. Pero el origen de la acepción actual de minion pasa por el trato privilegiado que los monarcas daban a sus favoritos, que por algo eran los favoritos.
Los minions van más allá de la mera obediencia y alcanzan una servidumbre orgullosa; renuncian a su propia dignidad, se reducen como personas y, con tal de agradar al amo, tratan de reducir también a otros, por decir lo menos. Conspiran, chismean, hostigan, ponen trampas o atacan abiertamente para convertirse a sí mismos en pequeños amos, en ministros del amo, y tener sus propios minions, construyendo así una pirámide con niveles de humillación.
Entre los niveles de esta pirámide, apenas conformando una especie de relleno, están los neutrales: aquellos que se limitan a la obediencia desapasionada, apenas operativa, sin el fervor de los minions, pero sin perjudicar al amo. Los minions tratarán de convertirlos en acólitos; si no lo logran, los dejarán llevar una existencia controlada y mediocre, en tanto obedezcan y no hagan jamás algo en contra de la pirámide. En el momento en que lo hagan, serán considerados como enemigos y tratados como tales.
Ser inepto y ser enemigo tienen otros significados para los minions: básicamente, ser inepto es no poder cumplir con los deseos del amo y ser enemigo es no querer cumplir con los deseos del amo. No importa si estos deseos son sensatos o no. Si cumplir los deseos del amo conduce a perjudicarlo, esto no será admitido jamás por el amo y sus minions. En realidad, el fin de los minions no es hacer lo objetivamente bueno para el amo, sino lo que parezca bueno para él, lo que sea fácilmente defendible. Así, un buen servidor del amo puede convertirse, de un momento a otro y sin siquiera darse cuenta, en su enemigo, por hacer algo que beneficie al amo, pero que se aparte de la línea de sus deseos.
Pero no nos engañemos… o, mejor dicho, que no se engañen los amos. Los minions son cabrones, para ellos el amor no es incondicional y debe ir en ambas direcciones. Sus servicios deben ser recompensados. Los minions pueden aguantar por largo tiempo que el amo los patee y les dé de comer; para algo es el amo y ellos le pertenecen. Lo que no pueden perdonar es la ingratitud, la ausencia total de recompensa. ¡Si han renunciado voluntariamente a tener vidas propias y viven para el amo! Algo así debe tener retribución; de lo contrario, ellos mismos se encargarán de botar al amo, aplastarlo y devorarlo. La venganza de los minions es peor que la de sus enemigos.
Los minions no toleran tampoco que el pequeño amo, el amo local, el amo de uno de los niveles de la pirámide, le falle al amo supremo. Lo quitarán de su sitio, después de que lo habían tratado con esa ternura de la que hablé más arriba; van a castigarlo hasta el cansancio, van a reducirlo a tal grado que ya no pueda estar ni en el nivel más bajo de la pirámide, que no pueda ser ni el minion del último minion; van a condenarlo al ostracismo. Y lo anterior es apenas el castigo a la ineptitud; es difícil encontrar palabras para lo que espera a los traidores. Los minions son creativos, tienen la inventiva de un artista y la psicopatía de un niño; sus mentes hallarán siempre nuevas formas de castigar la traición.
Por último, los minions no toleran la vergüenza; pero no la propia, sino la del amo. Viven humillados por puro gusto porque se alimentan de la gloria del amo. Mientras este se alce victorioso, bello y sublime por encima de todos, los minions le servirán con jactancia, porque su gloria los cubre. Si el amo cae, pero se levanta, su gloria será aún más grande y los minions van a elevarlo a un estado de divinidad. Pero, ¡ay de que el amo se caiga y no se levante más! No crean que sus antiguos acólitos van a cuidarlo solidariamente como a un abuelito. Mientras el antiguo amo se revuelca en sus despojos, los minions ya estarán al servicio del nuevo.
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