Han pasado 3 meses (días más, días menos) desde que inició la intervención de Coopeservidores. El caso ha avanzado más rápido que un proceso judicial (que tampoco es un gran mérito) pero, a la fecha, las personas afectadas con sumas que superan los 6 millones de colones aún no han recibido el 50% (menos impuestos) de sus inversiones.
Del caos, aparte de quejarse, se aprende para no repetir el error. Y hay lecciones para todos:
Para el patrono. Hay un representante patronal en cada Asociación Solidarista. Debe ser alguien de confianza del patrono, con experiencia y con conocimiento para poder analizar y opinar (solo tiene voz, pero no voto) sobre lo que se decide. Alguien comprometido con el funcionamiento de la Asociación, que asista a todas las reuniones a poner atención y no a ponerse al día con el email. Debe funcionar como un canal de comunicación con el patrono, con quien debe haber una relación fluida y abierta. Es cierto que la Asociación y el patrono son entidades jurídicas separadas, pero están unidas financieramente y los trabajadores de uno son los asociados del otro. Lo que impacta a uno, impacta al otro.
Para las leyes y reglamentos. Es posible que para el momento en que se crearon las asociaciones solidaristas (1949), nadie imaginó el tamaño de los fondos que llegarían a administrar. La legislación de las asociaciones y sus reglamentos internos se han quedado cortos . Si bien ahora el objetivo es la recuperación de lo invertido, la actualización de la legislación y regulación interna debe quedar en la lista de pendientes.
Para las inversiones. Una decisión sin fundamento, más que una decisión, es una ocurrencia. Para escoger cómo invertir, dónde invertir, cómo darle seguimiento a una inversión e incluso para tener claro que no hay inversión sin riesgo o las implicaciones de las soluciones que están planteando las diferentes asociaciones, es necesario tener conocimientos básicos de matemática y, ojalá, educación financiera. Bien sabemos que nuestra población, independientemente de su nivel académico no se distingue por eso. Se reconoce con humildad cuando no sabemos y se contrata a especialistas de confianza que se dedican a eso.
Para los asociados. Sí o sí, hay que involucrarse. Asistir a las asambleas. Plantear ideas. Usar sus conocimientos y experiencias. Aportar. Dejar de criticar desde la comodidad y poner de su parte. Así también se defiende la cesantía y el solidarismo. Ser parte de una asociación solidarista va mucho más allá de poner la mano una vez al año para recibir excedentes.
Para el ejercicio de la paciencia. Lo ocurrido en estos meses ha confirmado que la inmediatez es mala consejera. Por ejemplo, el día de los 24 allanamientos y 10 detenidos, muchos pensaron que, al menos, parte de los responsables recibirían su merecido y que con los bienes decomisados, podrían cobrarse las pérdidas. A todos los dejaron libres. Los vehículos decomisados deben estar en algún lote llevando sol y lluvia. Y los casos penales, avanzan con esa velocidad tan propia del Poder Judicial, por más abogado que se pague para llevarle el pulso.
Para la transparencia.Se requiere más transparencia en las resoluciones y actuaciones de los entes supervisores y reguladores, y que estas fuesen públicas y accesibles, igual que los motivos para escoger este o el otro camino y los cálculos financieros que realizan.
Para la estrategia. En situaciones de crisis, incluyendo las legales, fijamos un objetivo y actuamos en consecuencia. No todos los afectados tenemos los intereses ni escogemos las mismas rutas. Debemos verificar todo lo que digan las autoridades, porque como seres humanos que somos, pueden equivocarse.
Para la cautela. En eventos como estos, suelen aparecer las ofertas charlatanas de remedios inmediatos y sencillos, ese jarabe mágico- bien caro- que cura todos los males sin efectos secundarios. Machete, estate en tu vaina: El que vive de ilusiones, muere de desengaños.
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