Mi primera Romería fue hace cuarenta años, para entonces, tenía tan solo diez años. Esa experiencia de niña me marcó de una manera muy positiva. Sin embargo, hoy regreso a la Basílica de Cartago con un conocimiento más profundo sobre la Mariología, es decir, el estudio de la Virgen María.

Coincido con quien bien sabe que Maria es la mujer más venerada del mundo. Según una publicación en la revista National Geography, "la Virgen María inspira devoción como ninguna otra mujer en la Tierra".

A lo largo de su vida María se caracterizó por su humildad. Una humildad vital que le dio sentido a sus acciones. Recordemos que la palabra humilde proviene del latín humus, que significa tierra. La Iglesia de Cristo sostiene que para llegar al cielo es necesario permanecer bajos, como la tierra.

La Romería es un acto de humildad. Es asumir el dolor físico, doblar rodillas y, aunque sabemos que la cultura nos moldea, es la fe la que nos hace crecer de otra manera. Al llegar, el primer impulso es llorar por la alegría de haberlo lograrlo y el segundo, sentirse acompañado.

Todos buscamos de alguna manera sentirnos amparados. Este año se estima que cerca de dos millones de peregrinos humildemente llegarán a ella.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.