Por Alessia Castillo Vinci – Estudiante de la carrera de Psicología
Durante muchos años se les ha dado importancia a los diferentes tipos de crímenes sexuales y se ha buscado la forma de prevenirlos, como por ejemplo clases de defensa personal, uso de ropa modesta, evitar lugares oscuros y solos, o abstinencia de sustancias que nublan la consciencia. Sin embargo, en la actualidad se le ha dado un nuevo enfoque, el cual sería educar y cambiar a los agresores o posibles agresores. El presente artículo presenta algunas terapias y técnicas de modificación de la conducta en agresores sexuales.
Es importante entender que un agresor sexual según Álvaro Burgos (2009), catedrático de la UCR es una persona que somete a otra a contacto físico, verbal o visual con intención sexual sin su consentimiento. También es importante recalcar que existen diferentes tipos de ofensas sexuales, por ejemplo, acoso sexual, que se refiere a cuando el agresor aprovecha de su posición, usualmente en ámbito laboral o educacional para pedir favores sexuales, además amenaza e intimida a la víctima para que los cumpla; el abuso donde se limita la libertad sexual de la víctima debido a que no tiene la capacidad intelectual voluntad o habilidad para negar el consentimiento, y por último, la violación donde se utiliza la fuera y violencia para forzar a la víctima a una relación sexual.
No existe un perfil especifico en agresores sexuales que todos siguen al pie de la letra. De hecho, en el ámbito laboral y profesional existe una gran variedad; sin embargo, si se encuentran ciertas características que los agresores suelen compartir. La doctora Ana Martínez Catena (2016) da algunos ejemplos, como el consumo de drogas, baja autoestima, depresión, egocentrismo, psicoticismo, personalidades violentas e impulsivas; tienen dificultades para relacionarse, desarrollar sus responsabilidades sociales y lidiar con sus sentimientos, bajas habilidades interpersonales, pensamientos sexistas, dificultades en comunicación verbal, resolución de conflictos y conductas sociales. También se da que sufrieron de violencia doméstica o tuvieron relaciones sexuales inapropiadas de niños, vienen de familias inconsistentes o incoherentes, de niveles socioeconómicos bajos, inestabilidad laboral, fracaso escolar, padres delincuentes, aislamiento social y falta de supervisión y disciplina. A nivel fisiológico, suelen tener bajos niveles de oxitocina o serotonina, discapacidades en el hipocampo, lóbulo temporal prefrontal, hipotálamo y sistema límbico. Por último, suelen ser jóvenes varones.
Existen muchos programas en la actualidad para modificar la conducta de los agresores, algunos son los siguientes: Good Lives Model (GLM) es de los más influyentes en la actualidad, consiste en desarrollar motivaciones en los individuos para desistir de las conductas abusivas y consta de un proceso interactivo entre evaluación e intervención con terapias individuales y grupales. También está el modelo de rehabilitación riesgos-necesidades y responsividad (RNR) similar al anterior, se trata de una terapia cognitiva conductual que consta de tres principios: el de riesgo (examina el nivel de riesgo), el de necesidad (da prioridad en el tratamiento a los factores de riesgo) y el de responsividad (toma en cuenta otros aspectos que pueden mejorar la efectividad del tratamiento como características individuales aspectos motivacionales y relación terapéutica).
Otro programa es el programa de control de agresión sexual (PCAS) emitido por el Ministerio de Interior de España, en el que se aplican dos sesiones semanales de dos horas y media (grupales) y se basa en dos tratamientos: el A, que tiene el fin de que el sujeto adquiera conciencia sobre sus acciones y riesgo (incluye los módulos de toma de conciencia, análisis de historia personal, introducción a las distorsiones cognitivas, conciencia emocional, comportamientos violentos, mecanismos de defensa), y el tratamiento B, que tiene el fin de que el sujeto obtenga control de su conducta (incluye los módulos de toma de control, empatía con la víctima, prevención de recaídas, distorsiones cognitivas, estilo de vida positivo, educación sexual, modificación del impulso, prevención de las recaídas).
Finalmente es importante recalcar que, a pesar de que en este artículo se enfatizó los tratamientos para el agresor, un abuso sexual causa un gran trauma en la víctima y no es su culpa ni su deber prevenirla. Por esta razón, se debe educar al mundo entero sobre qué es un delito sexual, qué caracteriza a un agresor, los factores de riesgo que crean a un agresor para identificarlos y erradicarlos, y los programas para modificar la conducta de estos. En los últimos años se ha realizado un gran avance y debe continuar de esta forma.