Algunas canciones tienen el don de volcarnos al presente. Invitan a ordenar un poco los sentimientos que muchas veces se desordenan con la realidad y los golpes de la vida. Se dice que no importa tanto de donde vienen las canciones sino a donde te llevan.
Hoy desearía que la plegaria de Juan Luis Guerra se hiciera realidad y que del cielo se suelte una lluvia de café para que en esta superficie de la tierra no se sufra tanto.
“Ojalá que llueva café en el campo
Que caiga un aguacero de yuca y té..
Pa' que to' los niños canten en el campo…
Pa’ que en el conuco no se sufra tanto…”
Hay historias, como la humana, que nos llevan siempre a la guerra. Somos una especie que seguimos entregados a la inmediatez de las emociones para luego presumir de nuestra propia extinción. Se repite la misma y decadente historia.
Por mas apasionados que seamos de la paz convivimos, sin remedio, superpuestos e irremediablemente unidos a otros seres humanos corruptos a la espera de las próximas víctimas. Es ahí, con un pensamiento nuevo por brotar, en donde nos reparamos con una canción, un poema, un baile, un libro o una pintura. Donde las metáforas cobran sentido. Ojalá logremos ser el reflejo de lo que un día nos gustaría ser y poder cambiar el curso de nuestra historia humana y sus perversas guerras.
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