Crecí rodeada de dos mujeres extraordinarias: mis abuelas. Recuerdo que ambas vivían clavadas en sus rutinas y que con mucha imaginación pasaban el día. Lo que desanimaría a cualquiera, sin embargo, fueron precursoras de los sueños de sus hijos y nietos.
Este viaje emocional regresa mientras repaso los asuntos que no concluí el año pasado pero también me entusiasma retomar algunos proyectos personales este 2024, y ¿porqué no? dejar algunas malas costumbres.
Honremos a los nuestros con lo más valioso que tenemos en la vida; el tiempo. En un mundo tan lleno de ruido, dolor y más malas qué buenas noticias, suena bonito empezar con cautela. Enfocados en vivir plenamente el presente.
Debo de confesar que cada minuto con mis abuelitas valió mucha la pena. Ellas siempre me obsequiaron su preciado tiempo, a cualquier hora del día y cualquier día del año.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.