Por Gloriana Chavarría Gómez – Estudiante de la carrera de Ingeniería Química Industrial
Desde que era una pequeña niña, puedo recordar que las estructuras altas me provocan miedo. No es la altura a la que se encuentren la que me de miedo, porque volar en avión o realizar un paseo en canopy no provocan ningún tipo de sensación negativa en mí, al contrario los disfruto. Sin embargo, los edificios altos, puentes peatonales y estructuras en general sí generan en mi la sensación de que voy a caer y una gran inseguridad.
Cuando tenía quince años mi papá me llevo de viaje a Europa y tuvimos la oportunidad de conocer la torre Eiffel. Estar frente a ella fue hermoso, un sueño hecho realidad, pero el simple hecho de pensar que toda esa estructura de hierro se podría desplomar sobre nosotros con sus más de 10 000 toneladas me provocaba más temor que ganas de subir sus tres pisos para tomar un té. Lo intenté a petición de mi papá pero logré subir solo hasta el segundo piso, donde cada paso hacía que mi corazón latiera más fuerte, especialmente cada vez que veía hacia abajo. La hermosa vista del Trocadero y de la ciudad parisina no fue suficiente para mantenerme ahí. Bajar fue un alivio ya que no dejaba de sentir que la torre entera, con sus más de cien años podría colapsar.
Si bien es poco probable que algún día amanezcamos con la noticia de que uno de los monumentos más famosos y el más visitado del mundo se ha derrumbado, si existen factores que afectan la torre Eiffel Inicialmente esta obra fue creada por el ingeniero Gustave Eiffel, de quien recibe su nombre, y su equipo para ser exhibida por un pequeño periodo de tiempo en la exposición Universal de 1889. Su éxito fue tal, que se decidió mantenerla abierto atrayendo a millones de turistas cada año. Entre los factores que han amenazado su estabilidad se encuentra el proceso de oxidación de todo el hierro que sostiene su famosa estructura. Al ser construida, el material de la torre fue pudelado y eliminando la mayoría de las impurezas con el fin de aumentar su resistencia y duración. Sin embargo, el contacto con el aire sigue presentándose como un problema ya que ocurre una reacción reducción-oxidación del hierro y oxígeno que podría debilitar alguna de parte los cientos de piezas que la conforman, aparte de los elementos propios del aire también las impurezas de la contaminación ambiental y los desechos de las aves pueden también aumentar los procesos de oxidatorios (Tour Eiffel, s.f.).
Estos procesos que se conocen desde el inicio se han enfrentado con capas de pintura que puedan separar el hierro de los factores externos protegiendo la torre del proceso red-ox. Debido a esto, la torre recibe una nueva capa de pintura aproximadamente cada siete años. Su color ha cambiado a través de los años pasando de rojiamarillo hasta el marrón que hoy la caracteriza pero más que preservar su aspecto físico, es la entera protección de las “torre de trecientos metros” lo que se busca con cada capa de pintura. Algunas veces ha sido necesario lijar las antiguas capas de pintura que en un inicio contenían plomo, más ahora la torre se encuentra libre de esos rastros y se utilizan fosforo de cinc como agente anticorrosivo y resistente a la contaminación atmosférica, resolviendo el problema de corrosión con un continuo mantenimiento y haciendo de este un lugar más segura; aunque aun conociendo esta información la próxima vez de seguro la admiraré desde el suelo.