Fulanito entra a toda prisa a recursos humanos, cierra la puerta, se acomoda y a pata cruzada, pregunta:

— ¿A nosotros nos han reinstalado a alguien aquí?

Aunque no es asunto de él, la mañana está lenta así que le explicamos. No. Hasta ahora no nos han re instalado a nadie. Nos gustaría creer que es porque cada salida la analizamos con pinzas, desde todos los ángulos. Es cierto que a veces las terminaciones son más lentas, pero es porque insistimos mucho en el tema de la prevención de riesgos y procuramos estar muy blindados. Pero claro, entre más crecemos, conforme contratamos más gente nueva, perfectamente nos podría pasar. Nadie está vacunado contra eso.

— Vieras que en una de mis vidas pasadas a una amiga la despidieron y ella metió demanda y todo y la reinstalaron…

Nadie lo asunta ni le da pelota. Pero Fulanito no entiende las indirectas y más bien cree que el silencio incómodo es una señal para que siga hablando:

— Fue un tortón. Yo no sé si de los abogados, de la empresa o del juez que la mandó a reinstalar, pero a menos de dos semanas del despido, llega esta muchacha con la sentencia en la mano diciendo que el juzgado dio la orden de reinstalarla y que ella venía a trabajar. Que le dijeran de una vez si la iban a recibir y si no, que llamaba a la Fuerza Pública para que le levantaran un acta. Creo que dijo eso. O llamaba a la muchacha de la defensa pública. O del Ministerio de Trabajo. Bueno, la cosa es que o la dejaban entrar o se armaba un despelote.

Sería mucha la grosería no decirle nada cuando se nota que no se aguanta las ganas de dar detalles. Fulanito y ¿por qué la habían despedido?

—Yo de casualidad estaba ese día en la recepción hablando con la muchacha de seguridad que es amiga mía y como siempre he sido metiche, mientras ella se agarraba con todos, pude leer la sentencia. Resulta que ella decía que el despido era discriminatorio, porque, aunque le pagaron todo, según ella era porque ese año había tenido muchas incapacidades, ¡fíjate!  Había mucho chisme. Unos decían que tenía un primo en el EBAIS que le conseguía las incapacidades, otros que en las cámaras se veía que no estaba mal de las piernas y así. Además, ella alegó que es mamá soltera — que es cierto— que era el único sostén de la casa y de la chiquita de tres añitos y hasta eso salía en la sentencia, porque el juez decía que diay, la situación de ella era delicada y que la empresa no podía despedirla por enfermarse tanto siendo ella cabeza de hogar. Pero además parece que el día que la despidieron ella se pegó ESTA llorada y el supervisor, tratando de consolarla, se dejó decirle que tal vez si ella no se incapacitaba tanto no pasaba eso y el juez lo ponía en la sentencia ¿S’imaginás?

No podíamos dejar el cuento a medio palo. Esta interesante y no había llamadas ni reuniones que sirvieran de excusa para echar a Fulanito. ¿Y entonces?

— Vieras vos el burumbún, porque esa mujer entró como una reina, exigiendo, mandona, pesada, insolente, arrogante. No quería hacer nada y nadie le podía decir nada porque si le llamaban la atención decía que la estaban acosando y que ya mismo se iba para la corte.  Cogía más tiempo en el almuerzo, lo que le daba la gana. Iba a cada rato al baño y duraba un montón. Le contestaba toda altanera al jefe. Le metía carbón a los compañeros diciéndoles que la defensa pública era abogado gratis, que no se dejaran, que era muy fácil

— Tenían que ponerla en el mismo puesto y con el mismo salario. Entonces, imagínate, ahí con los compañeros. Y a todos les decía que ella le había ganado a la empresa y que no la podían tocar y que si quería no hacía nada, porque de por sí no le podían decir nada tampoco. Fue horrible aquello, porque era un hervidero de cuentos, los jefes muy tensos y ella tirándosela rico y ganándose el mismo salario. Trataron de mandarla a hacer cosas de oficina a otro departamento y ¡zácatelas! Gritaba como si la estuvieran matando. Llamó a todo el mundo y los ponía en altavoz y ahí ellos diciendo que tenía que ser en el mismo puesto de antes o algo muy parecido y que si no era desacato a la autoridad.  Muy incómodo para todos, porque era estarse tirando los toros en primera fila.

— Me voy porque ya llevo aquí sentado tamaño rato y me da pena estarles quitando tiempo…

No te podés ir sin terminar el cuento, Fulanito. ¿cómo nos vas a dejar a medio palo?

— Al final yo no supe qué fue la cosa, si le ofrecieron plata o se aburrió o encontró un trabajo nuevo, pero un día simplemente dejó de llegar y nadie supo nada más de ella. Eso sí, yo creo que todos, desde la gerencia hasta el muchacho que llevaba menos de 15 días de estar trabajando, echaron para su saco.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.