“Cuando y dondequiera que las sociedades florecieron y prosperaron en lugar de estancarse y decaer, las ciudades creativas y funcionales estuvieron en el centro del fenómeno.  Las ciudades en decadencia, las economías en declive y los crecientes problemas sociales viajan juntos.  La combinación no  es una coincidencia”.

Jane Jacobs, “Muerte y vida de las grandes ciudades” (1961)

“Cuando los arqueólogos del futuro desentierren las ciudades costarricenses, se preguntarán por qué las sedes de gobierno eran edificios comerciales con rótulos como “Casa Presidencial” y “Asamblea Legislativa”, lejos de un lugar considerado el centro cívico de la capital durante algún tiempo prehistórico allá por el siglo XIX y parte del XX”.

Así inicia mi artículo “La arquitectura pública y la cultura costarricense”, publicado el viernes 2 de julio del 2010.

Reaccionaba a la despiadada e irracional idea de llevarse a la Asamblea Legislativa a un insípido edificio comercial que se construía en Zapote, por supuesto, fuera del Centro Cívico.  Mi “berrinche” tuvo la fortuna de ser atendido por algunos diputados y nos convocaron a varios colegas arquitectos a una magna reunión en el Salón de ex Presidentes, en la que, por supuesto, coincidimos en que el Congreso debía permanecer en el Centro Cívico y de ahí surgió la idea de convocar  a un concurso de diseño arquitectónico. ¡Y la Asamblea Legislativa quedó en el Centro Cívico!

Más recientemente, surgió otra idea sobre edificios gubernamentales, en esta ocasión los ministerios.  La llaman, de forma políticamente incorrecta, “Ciudad Gobierno”.  En enero del 2021, escribí “Ciudad Gobierno: ¿Ensueño o pesadilla?”, y pregunto:

¿Por qué llamarlo “Ciudad Gobierno?  Sabemos que gobierno implica jerarquías y burocracia y otras cosillas que no nos hacen gracia a los ticos. ¿Por qué no imaginar un nombre amable y comunitario?”.

Y, más adelante añadí: “Si por la víspera se saca el día, ese “nuevo barrio” no será de ensueño”.  Sin embargo, en aquel momento me enfoqué en la (dudosa) calidad de la “construcción cultural” (¿des_construcción cultural?) que ofrecen los diseños preliminares de aquel conjunto urbano, una serie de insulsas e insostenibles cajas de vidrio, creando un absurdo paisaje anti tropical y, a todas luces, ya “passé”.

En esta ocasión mi “pleito” es parecido al relacionado con el plan para llevarse a la Asamblea Legislativa, igual que como se llevó el ex presidente don Rodrigo Carazo a la Casa Presidencial a Zapote, fuera del Centro Cívico y del Centro Histórico de San José.

Más allá de que ahora quieran concentrar los ministerios cerca de Plaza González Víquez, lo que preocupa es la enfermiza miopía que no les permite a los gobernantes ver que el centro de San José que es, nada más ni nada menos que la capital de Costa Rica, y que ahí está, viejo y enfermo, pero con una riqueza inmensa debajo de sus harapos.

San José, la “Tacita de Plata”, como la llamaban a finales del siglo XIX y parte del XX, la empezaron a abandonar sus residentes allá por los tardíos años 80 e inicios de los 90 del siglo pasado, dejándola con una población que ha fluctuado alrededor de unas 30,000 a 50,000 almas, la mayoría de ellas en un estado que podría denominarse de “riesgo social”, como les gusta decir a los políticos y a otros estudiosos de los problemas sociales.

Algunos pensamos que las cabezas institucionales del gobierno central deben estar en el Centro Histórico y Cívico de San José porque sería una forma clara de afianzar el centro de la capital como su “centro neurálgico” pero, además, porque ese rico Centro Histórico está delapidado, tugurizado, marginado, abandonado y expuesto al crimen, todo por la desidia política respecto al centro de la ciudad. ¡Y a esta querida ciudad hay que rescatarla y pronto!

Durante una visita reciente a San José comprobé que muchos edificios de excelente ubicación y calidad han sido convertidos en cuarterías y muchos otros están abandonados.

El gobierno debe comprar tantos edificios viejos en este Centro Histórico como necesite y ubicar ahí a los ministerios y cuanta institución gubernamental deba estar en éste.  Estoy seguro que costaría mucho menos que los $350 millones de Ciudad Gobierno.

Imaginemos una ciudad cuyos edificios gubernamentales, antiguos pero ahora rehabilitados y modernizados, uniría muchos de ellos mediante puentes sobre las calles y sobre los vacíos de centros de cuadras.  Una ciudad con un plano base fundamentalmente comercial lleno de gente de todos los estratos sociales, las 24 horas del día.  Sería una ciudad resucitada.  ¡Viva!  ¡Vibrante!

Y el gobierno debe estimular la conversión de tantos otros edificios como se pueda en edificios de uso mixto con vivienda inclusiva en tantos como se pueda.  Esa es la forma efectiva de repoblar San José, no construyendo torres periféricas que, además de muchos problemas, entre éstos impresionantes demandas viales, destruyen el paisaje de San José que, aún hoy, tiene una escala que a los arquitectos nos gusta llamar “escala humana”, aquella con edificios de baja o mediana altura, del orden de los 6 pisos, además, una escala adecuada para el sistema de aceras y calles angostas, si bien se debe empezar a cambiar el orden de sus anchuras: aceras más anchas y calles aún más angostas,  o peatonizar tanto del Centro Histórico de la ciudad como sea posible.

Así podría reducirse o eliminarse el problema del estacionamiento de vehículos recurriendo a sistemas de transporte público eléctricos, ya sean mini buses o tranvías y, posiblemente, construyendo estacionamientos subterráneos debajo de los parques.

Las cuadras donde se ubicaría “Ciudad Gobierno” podrían convertirse más bien en un enorme parque urbano con estacionamientos subterráneos y una estación intermodal de transporte público. Y desde ese nuevo parque, las personas podrían transportarse al Centro Histórico caminando, en bicicleta, en patineta o en transportadores hectométricos (“people movers”).

Los beneficios económicos de este plan son enormes y serían la salvación del Centro Histórico y, por extensión, de toda la ciudad de San José.

Resurgiría el antiguo patrón de la ciudad, una en la que los ciudadanos, sus habitantes, vivirían.  Así era San José, así eran las viejas ciudades, y así son actualmente las grandes ciudades del mundo.

¡Rehabilitemos el Centro Histórico de San José!

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