Suecia y Finlandia han decidido formalmente solicitar su ingreso a la OTAN. La intervención militar rusa en Ucrania ha ocasionado el fin de la neutralidad sueca y la política de no alineamiento de los finlandeses, los cuales comparten alrededor de 1300 kilómetros de frontera con Rusia. De culminar el proceso de ingreso a la Alianza Atlántica ambos países quedarían protegidos por el artículo 5 del tratado, el cual garantiza la mutua defensa en caso de una agresión militar exterior.

A tres meses del inicio del conflicto militar en Ucrania el tablero geopolítico empieza a tener sus primeras modificaciones. Por el momento a Rusia no le ha salido nada o casi nada de lo que esperaban iba a ser una intervención militar rápida y efectiva en territorio ucraniano. En el último mes el Kremlin se ha visto obligado a modificar sus objetivos territoriales en Ucrania. La fuerte resistencia ucraniana amparada por la ayuda militar de Estados Unidos y sus aliados europeos, al igual que una serie de errores estratégicos en cuanto al movimiento de tropas que ocasionaron ataques sorpresa de parte de lado ucraniano, han hecho que Rusia enfoque su ofensiva militar exclusivamente en la región de Dombás.

Al parecer al Kremlin se le ha agotado el pretexto de iniciar intervenciones militares con el simple motivo de evitar que sus países vecinos ingresen a la OTAN. El resultado es evidente. Ha invadido Ucrania para evitar su adhesión a la alianza militar y el resultado inmediato ha sido el ingreso más que probable de Finlandia y Suecia a la alianza. Aunque tampoco podemos dejar de obviar que Finlandia y Suecia no representan un área de influencia tan estratégica como sí lo es Ucrania. Ahora bien, un ataque ruso a Finlandia carecería en este momento de un argumento verdaderamente propagandístico para el Kremlin.

Putin por su parte ya ha anunciado que se paraliza la venta de electricidad a Finlandia, y le dejó saber al presidente finlandés, Sauli Niinsto, que abandonar la neutralidad es un error porque no existe riesgos para la seguridad de Finlandia. Algo difícil de creer tomando en cuenta que semanas antes a la invasión de Ucrania Putin afirmaba de que no se iba a producir ninguna intervención militar en Ucrania. Los finlandeses en esta ocasión no han pecado de inocencia. La falta de credibilidad en las palabras de Putin no tomará a los nórdicos con los brazos cruzados.

La guerra en Ucrania se ha convertido el principal salvavidas para la controvertida Alianza Atlántica fundada en 1949. La falta de conflictos militares en Europa, con excepción de los Balcanes en los años noventa, ponía en entredicho el sentido fundacional de la OTAN, el cual busca salvaguardar la libertad y seguridad de sus países miembros por medios políticos y militares.

El caso ucraniano ha servido de pretexto para argumentar el aumento en el gasto militar de sus miembros en los últimos años. En los últimos dos años 11 de los 30 miembros superaron el 2% del PIB en defensa. La OTAN exige que sus miembros se comprometan a destinar dicho porcentaje al gasto militar a pesar de que la pandemia había ocasionado un desplome económico en casi todos sus miembros. A pesar de ello solamente Bulgaria, Albania y Eslovenia invirtieron menos en defensa.

La guerra en Ucrania ha cambiado la sensación de seguridad que existía en Finlandia y Suecia. El caso sueco es sin duda el mas llamativo: llevan desde principios del siglo XIX sin tomar partido en conflictos militares. A pesar de su participación en algunas misiones de paz Suecia se decantó por reducir su gasto en defensa desde principios de siglo. La anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014 sumada a la guerra en Georgia en 2008, serían el principio del fin de la singularidad sueca. El primer paso que dieron los suecos fue participar conjuntamente con Finlandia en maniobras militares con miembros de ejércitos aliados de la OTAN. Posteriormente a partir del 2014 Suecia restablecía el servicio militar obligatorio y un aumento de sus capacidades navales y aéreas.

Finlandia por su parte ha condicionado su política exterior a costa de minimizar una posible agresión rusa en su territorio. A diferencia de Suecia, los finlandeses han sido testigos de tres enfrentamientos bélicos, dos contra la URSS, desde que declaró su independencia de Rusia en 1917. A pesar de ello los finlandeses estaban convencidos de que no necesitaban formar parte de una alianza militar que levantara recelos en el Kremlin. Esta percepción se ha venido abajo en cuestión de días. Inclusive los partidos políticos finlandeses que durante décadas han rechazado la integración a la OTAN han cambiado de forma inmediata su postura, lo cual ha facilitado que el parlamento finlandés haya aprobado su adhesión a la OTAN en pocos días.

El ingreso de Suecia y Finlandia a la Alianza Atlántica tendrá una duración de entre seis y doce meses. Los 30 miembros actuales de la OTAN deben dar su visto bueno para el ingreso de un nuevo miembro. Turquía ha manifestado su negativa sobre la incorporación de los países nórdicos a la Alianza Atlántica debido a que estos países han dado refugio a lo que Ankara define como terroristas huidos de Turquía. Recordemos que Turquía a pesar de ser miembro fundacional de la OTAN es un socio estratégico de Rusia, por lo que no sería extraño que ponga ciertas trabajas al ingreso de Finlandia y Suecia a la alianza militar.

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