Hace unos días abrí con mucha curiosidad una galleta de la fortuna, el mensaje decía: los buenos pensamientos producirán buenos actos. Sinceramente no creo en este tipo de cosas, ni en el horóscopo, ni en la lectura de las cartas; pero contra toda evidencia científica y en los tiempos líquidos que corren, considero que merece la pena recibir de vez en cuando un mensaje positivo. En todo caso, más allá de este papel, estoy convencida del poder que tienen las palabras y del peso de cada uno de nuestros pensamientos.

Curiosamente, durante mucho tiempo se creyó que las galletas de la fortuna eran de origen chino lo cierto es que son un invento japonés. Las galletas de arroz (tsujiura senbei) son bastante populares en las regiones de Kanazawa y Kyoto. Sin embargo, hoy día se consumen en muchos países principalmente en Estados Unidos. Según datos del Museo de Alimentos y Bebidas (Museum of Food & Drink) solo en la ciudad de Nueva York se empacan diariamente 4.5 millones de estas galletas. De alguna manera esos millones de mensajes que circulan a diario, aparentemente insignificantes, influyen en el comportamiento y consumo de tantas personas. Sin mencionar los billones de mensajes que recorren la internet cada día.

Recientemente los científicos sociales han venido aplicando al mundo cultural la hipótesis naturalista del efecto mariposa y de como esta puede ser generada por pequeñas variantes iniciales. Es decir, si una mariposa agita sus alas en una esquina del planeta puede provocar una catástrofe climática en el otro extremo. En el artículo Efecto mariposa: ¿El aleteo de una mariposa en Sri Lanka puede provocar un huracán en EE.UU? se plantea la causa-efecto de las acciones y de la secuencia interminable de hechos desencadenados entre sí.

Una pequeña perturbación inicial, mediante un proceso de amplificación, puede generar un efecto considerable a medio y corto plazo. El movimiento desordenado de los astros, el desplazamiento del plancton en los mares, el retraso de los aviones, la sincronización de las neuronas; todos son sistemas dinámicos “no lineales”.

Recordemos que la cultura es por sí misma un sistema de símbolos tejidos por el ser humano con la intención de ganar algo por ello. Supongo que esta acción de consagrar tanto tiempo en los móviles leyendo y escribiendo mensajes a menudo con cierta narrativa de odio y sobrada frialdad instrumental son también una indicación de que estamos más cerca a la teoría del caos. En cualquier caso, en un sistema tan dinámico como la internet todo aquello que decimos y escribimos en las redes tienen consecuencias.

La Dra. Eva Illouz socióloga e investigadora de la Universidad Hebrea de Jerusalén ha dedicado gran parte de su carrera al estudio de las relaciones negativas, la transformación del mundo emocional y de como la ideología de la elección individual ha pasado a ser el principal marco cultural para la organización de la libertad personal. Según la Dra. Illouz las actitudes y hábitos que tengamos, por más pequeños que sean, pueden desencadenar grandes cambios culturales comparables con la teoría del efecto mariposa. En su libro El fin del Amor (2018) la socióloga indaga cómo los tradicionales ritos de sutileza se han dejado atrás en favor a la atracción física inmediata. Las nuevas aplicaciones informáticas han abierto el campo de elección, casi ilimitado, a un mercado de encuentros pasajeros entre desconocidos poco favorables para construir relaciones más sólidas.

Frente a esto, está de más decir que el mundo se cae a pedazos y es precisamente en estos momentos que toca alimentarnos de comunidades afectivas reales, cuidar nuestras palabras y alejarnos de pensamientos negativos porqué al final del día el universo conspira a nuestro favor conforme a nuestras más sinceras intenciones.

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