Hay pocas cosas en el mundo más sabrosas que comerse un tamal en temporada navideña. Abrir un tamal es traer a la superficie una tradición emblemática. Más que un trocito de masa cubierto en hojas frescas de plátano amarrado con hilo, el tamal sabe y huele a nuestro continente, a muchos lugares entretejidos que nos conecta con los demás.

La gastronomía del tamal parte de la riqueza y diversidad cultural que la acompañan desde la época prehispánica. El nombre “tamal” proviene de la palabra tamalli de origen náhuatl que significa envuelto. La Dra. Beatriz Ramírez Woolrich, especialista en antropología de los alimentos del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, señala que los tamales vienen de una tradición ligada al cultivo del maíz y que la idea de envolver la comida se originó a partir del uso de la mano como plato. Luego la hoja de maíz, gracias a su versatilidad y abundancia, se afianzó como envoltura por excelencia. En el caso de Centroamérica la hoja de plátano fue la que ofreció mayores ventajas por ser más asequible. En América Latina se conocen muchas variaciones de tamales, desde el tamal con pollo, el dulce, de frijol, veganos o el tamal “tonto” que solo lleva masa. Mi favorito, sin duda, es el que se prepara en familia con una alta dosis de cariño.

En Costa Rica la producción del tamal aumenta considerablemente en los últimos meses del año y es apremiante para muchas familias como método de ingreso. Según un estudio publicado en la Revista Herencia por la nutricionista Patricia Sedó Masís de la Universidad de Costa Rica El tamal y la tradición tamalera en Costa Rica. Existen unas cien preparaciones que varían en cuanto a ingredientes, envolturas y formas de cocción. “Respecto  a  la  innovación,  resalta  la  oferta  de  nuevos  tipos  de  tamales  en  restaurantes. Así,  por  ejemplo,  en negocios  de  cocina  caribeña  se  ofrecen  tamales  donde  la  masa  es aliñada  con  leche  de  coco  e  incluyen  rellenos  tales  como rice  &  beans o  pescado.    Los tamales “dietéticos” o “vegetarianos” se caracterizan por un bajo contenido de grasa y rellenos tales como berenjena, hongos, texturizados de soya, pescado, entre otros.  Esta es una  tendencia  que  cada  día  cobra  más  fuerza,  en  seguimiento  a  ciertos  regímenes dietéticos”.

Uno de los aspectos más bonitos es que la elaboración del tamal es una actividad colectiva, se le conoce como “tamaleada”.Costumbre que motiva al intercambio de recetas entre familias y refuerza la identidad cultural. Por muchos años vi a mis abuelitos y al resto de la familia reunirse para celebrar la Navidad. En medio de tamales, rezos, portales, cenas y otros alimentos recuerdo a mi abuelita, tamalera por excelencia, decir que los invitados a las tamaleadas no convenía que estuvieran tristes o enojados. Ciertamente tiene sentido pensar que al estar felices conseguimos más retos. Asimismo, al rodearnos de gente optimista nos ayuda a fomentar un ambiente positivo, nos infunde esperanza y resulta en un buen sazón.

Esta Navidad, aunque parecía un prodigio emocional, estaré rodeada de familia con sabor a tamales de Aserrí. Tierra que vio crecer a mi madre, su primer hogar y a todo lo que tiene que ver con ella y su esencia. A mi infancia, la familia, las montañas, la huerta de mi abuelito, las recetas de mi abuela, los sabores, las texturas y las tradiciones que hacen que todo esto tenga un delicioso valor.

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