“Carta a Los Reyes Magos” es quizá mi cuento favorito de la escritora cubana Zoé Valdés publicado en 1998, junto con otros de sus cuentos, bajo el título Traficantes de belleza. Se resume en una sutil petición de la narradora por el deseo de volver a la infancia, regresar a la edad de la inocencia y retornar, según Valdés, al antiguo estatus de criatura. -Si volviera a ser niña, les juro, y no se arrepentirán, que sería la misma pero sin tanta prisa-.
Ir de prisa por la vida es triste, genera ansiedad y desasosiego. Pero andar por la vida pensando peligrosamente que el tiempo no pasa en vano, como si fuéramos a vivir para siempre, es aún más lamentable. La escritora se anima con lucidez a reconocer la irracionalidad que compete especialmente a los adultos -Prefiero mil veces jugar a la guerra con bazucas de plástico (aunque jamás experimenté afección por ese tipo de entretenimiento) a sentirme un juguete en manos de los artífices de batallas reales, las guerras generadas a cada segundo en los cerebros de los que nunca poseyeron niñez-.
En la vida siempre algo sale mal pero el problema, pienso, es la manera como los mayores resolvemos las dificultades. Para los más pequeños la vida es un juego que luego acaba en la dolorosa pesadilla de crecer. -Volvería a ser la niña que fui, estrenando el coraje al que sólo la inocencia incita. Enfrentando sin titubear la aventura diaria, anticipándome a los impulsos de las personas mayores. Utilizando la hipocresía como cuento fantástico y no como daño o martirio.-
Valdés es de La Habana, pero desde hace muchos años reside en Francia. Conocí su obra cuando viví en Miami entre cubanos exiliados, quienes me llevaron a ella. Después de descubrir su poesía, sus novelas y su causa me fue imposible ver a Cuba de la misma manera que la vi cuando la visité en mis años de universidad. Pienso en las infancias perdidas, atrapadas en la dictadura más larga de Latinoamérica sin poder escapar de sus efectos. Una revolución marchita que ha despojado millones de sueños y desde donde todavía no hemos aprendido que la libertad, o más bien las libertades y la salud democrática no tienen precio.
Por todo eso, mejor sería razonar y querer como los niños; y sobre todo, preguntarnos al igual que Valdés…-y la vida, ¿qué es? …la vida es esto, te equivocas, es lo otro, o lo de más allá.- Un semillero de opiniones adultas que poco tienen que ver con la vida misma. -¡De una hipocresía que sobra hasta para hacer postre!- nos dice la escritora. Lamentablemente el tiempo pasa, la vida pasa y todo acaba. Faltan aún muchas cartas por escribir a Los Reyes Magos pero por lo pronto pidamos por un mundo en donde el tiempo transcurra con sentido, autonomía, paz y muchos anhelos. Al final de cuentas, conmueve pensar que en donde haya niñas y niños aún habita el optimismo. Son los más pequeños, sin duda, la esperanza del mundo. - Creo que soy feliz a ciertas horas de la madrugada, cuando leo, luego duermo y sueño que salto la suiza, me caigo, me raspo las rodillas, pierdo los dientes de leche-
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