El pasado jueves 11 de febrero fue el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Mis redes sociales se llenaron de publicaciones alrededor del tema, de mujeres que han hecho historia en la ciencia, de palabras motivacionales, pero también de estadísticas deprimentes.

Es un honor poder celebrar este día como una mujer en la ciencia, y más aún, recibir felicitaciones. Me llena de orgullo poder compartir este día con el resto de las mujeres y niñas que estamos interesadas y que nos apasiona la ciencia sin olvidar a aquellas que brindaron valiosos aportes anteriormente.

Honrando este día tan especial, es mi obligación comentar sobre las estadísticas dispares de género en la ciencia, de forma que ayude a crear conciencia sobre el tema y a motivar a todas las mujeres que les apasiona la ciencia a que persigan esos sueños.

En mi desarrollo personal como científica hasta ahora, todos mis supervisores y la mayoría de profesores han sido hombres. Ahora, nada en contra de ellos, he tenido la gran suerte de encontrarme con supervisores y profesores que me han apoyado y me han motivado a través de mi carrera, incluso algunos de ellos se han vuelto grandes mentores. Pero esto no quita el hecho de que el problema existe, no solo en la ciencia pero también en la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM,  por sus siglas en ingles) y urge más diversidad para cerrar esta brecha.

Veamos las estadísticas; según la UNESCO, solo 35% de los estudiantes matriculados en áreas de STEM son mujeres, solo el 28% de todos los investigadores son mujeres. Otro ejemplo es que solo 17 mujeres han ganado el Premio Nobel de Física, Química o Medicina en comparación a 572 hombres…

¿Por qué hay tanta disparidad?

No es ninguna sorpresa que los estudios concluyan que hay varios factores que juegan un papel preponderante, como factores individuales, familiares, sociales y escolares; cabe recalcar que factores de habilidad no entran dentro de estos. Además, está demostrado que estas diferencias de género empiezan tempranamente, acentuándose hasta llegar a los niveles de educación superior. Por lo tanto, las mujeres abandonan las disciplinas STEM de forma desproporcionada durante la transición al mundo laboral o incluso durante los estudios universitarios, y consecuentemente menos mujeres llegan a obtener maestrías y doctorados. También hay factores contextuales importantes de carácter socioeconómico que influyen de manera determinante en este problema.

Gran parte de estudios científicos se logran llevar a cabo gracias al financiamiento proporcionado por varias organizaciones luego de un proceso bastante competitivo. Es decir, en la mayoría de las ocasiones hay que aplicar para competir por ese financiamiento. Por ende, estas aplicaciones son bastante importantes para el desarrollo académico del candidato. Dicho esto, un estudio demostró que las mujeres recibían menos financiamiento que los hombres, no por la calidad de su aplicación y trabajo, sino debido a sesgos de género. Esto lleva implicaciones en la cantidad de artículos científicos que publican las mujeres, que efectivamente son menos que los hombres. En conclusión, definitivamente hay un problema sistémico en la ciencia que hay que solucionar. Y si, ha mejorado poco a poco a través de los años, pero la brecha de género sigue siendo desproporcionada.

La exclusión histórica de las mujeres en la ciencia ha causado que el sexismo todavía sea un fenómeno bastante común en esta área.  El efecto Matilda (“The Matilda Effect”, en inglés), es un término que fue acuñado por la historiadora Margaret W. Rossiter en 1993 y se define como: “la tendencia en contra de reconocer los logros de aquellas científicas cuyo trabajo se atribuye a sus colegas masculinos”. Un ejemplo clásico de este término es el caso de la física y pionera de la tecnología nuclear, Dra. Lise Meitner.  La Dra. Meitner desarrolló los estudios que eventualmente llevaron al descubrimiento de la fisión nuclear, sin embargo, el premio Nobel de Química de 1944 fue otorgado a su colega Otto Hahn. Otro caso similar es el de la química inglesa, Rosalind Franklin cuyo trabajo en la cristalografía de rayos X en el ADN fue compartido sin su conocimiento a los científicos Watson y Crick, quienes recibieron la información del supervisor de Franklin, el Sr. Wilkins. Esta información fue esencial para finalmente descifrar la tan buscada estructura del ADN, pero el premio Nobel de Fisiología o Medicina de 1962 por el descubrimiento de la estructura molecular del ADN se le otorgó solamente a Watson, Crick y a Wilkins.

Todos perdemos cuando no hay igualdad en algo tan fundamental como lo es la ciencia y no hay razón para que estas sigan siendo las circunstancias. Un estudio del 2019 recalca que la igualdad de género en áreas de ciencia, medicina y salud global logra grandes beneficios a nivel social, económico y de salud.

Si a ustedes mismas les apasiona la ciencia, las invito a que esta brecha de género no las limite, sino más bien las empodere a perseguir su sueño ¡porque las necesitamos! Y si tienen amigas, hijas, nietas, primas, sobrinas (etc.) que les apasione la ciencia, motívenlas  a seguir este camino. Nos beneficia a todos.

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