Por Sofía Trigueros Picado – Estudiante de la Escuela de Estudios Generales
A muchos de nosotros no nos gusta los lunes, nos gustaría quedarnos acostados más tiempo y no tener que volver a la realidad de lidiar con nuestras responsabilidades. Hay muchas maneras de enfrentarse a esta situación, pero en ocasiones simplemente no funcionan.
La vida de una adolescente de 16 años podría haber parecido normal como cualquier otra, pero muchas circunstancias en su vida la llevaron a sobresalir, aunque no de la mejor manera. Sus padres habían tenido una fuerte ruptura y se divorciaron, a pesar de que su papá era alcohólico y violento se quedó con la custodia. Él apoyaba su gusto por las armas, tenía pistolas de aire comprimido que ella usaba para matar pájaros y disparar objetos. Para Navidad terminó comprándole un rifle semiautomático, ella ha expresado que tomó el acto como si quisiera que ella se matara (Álvarez, 2019).
Era descrita como una muchacha introvertida y con problemas de aprendizaje. Parece ser que esto se debía a un accidente de bicicleta que tuvo durante su infancia y que le causó un importante daño cerebral (Álvarez, 2019). A pesar de eso, le veían dotes para la fotografía, pero su vida ya iba por otro rumbo: tenía historial de robo, uso de sustancias y también comportamientos agresivos y con enojo.
Algunos amigos dijeron que ella ya soñaba con disparar y ser francotiradora, y que quería matar. Años más tarde, psiquiatras encargados del diagnóstico apuntaron a una lesión del lóbulo temporal del cerebro, por culpa del accidente de bicicleta, que causaron su incapacidad para lidiar con el estrés y una inclinación desmesurada a actuar con ira (Cervera, 2015).
Un lunes 29 de enero de 1979 utilizó el arma que le regaló su papá para disparar desde la sala de su casa hacia Cleveland Elementary School, que quedaba cruzando la calle y que había sido su escuela. Disparó todas las balas que tenía. Mató a dos adultos, entre ellos el director, y ocho niños quedaron gravemente heridos. Su única explicación fue “no me gustan los lunes, son tan aburridos”. Se despertó aburrida, puso algo de música y comenzó a dar vueltas por el cuarto. En un momento determinado, se asomó a la ventana y vio ‘a los niños como patos que andaban por una charca y un rebaño de vacas rodeándolos, así que eran blancos fáciles para mí’” (Álvarez, 2019, párr. 5).
Pasó seis horas dentro de su casa. Sabían que podía estar armada hasta los dientes y necesitaban que se rindiera antes de que continuará disparando al azar. Poco a poco la fueron persuadiendo para que se rindiera. Lo lograron ofreciéndole algo de comer: una hamburguesa del Burger King (Cervera, 2015). Finalmente, había terminado la tragedia; o estaba comenzando para la familia de las víctimas.
Es evidente como su situación familiar, su contexto y problemas neuropsicológicos la llevaron a tomar estas acciones. No a muchos nos gustan los lunes, pero casi nadie cometería un crimen así, y menos por una razón tan vaga como estar aburrido en un lunes. Es así como es conjunto de muchos factores ayudaron a convertir a Brenda Spencer en la primera mujer en cometer un tiroteo en una escuela.
