Por Jostin Bismarck Jaime Poveda – Estudiante de la carrera de Ingeniería Industrial
La emergencia sanitaria por el COVID-19, en Costa Rica y el resto de los países del mundo, ha desencadenado una recesión económica en cientos de organizaciones, ya que la incertidumbre, el temor y la ansiedad laboral provocada por el brote pandémico han proporcionado un desequilibro desenfrenado en la salud pública de los colaboradores. Esto debido a la rápida expansión del virus, que ha perjudicado la salud física y mental del mundo entero. Sin embargo, ¿de qué forma una organización puede solventar esta problemática salubre en tiempos de crisis?
En primer lugar, a pesar de la crisis sanitaria por el COVID-19, en el mundo hay 264 millones de personas que padecen de algún tipo de enfermedad laboral. La depresión y la ansiedad provocan consecuencias económicas mientras que el acoso laboral disminuye el autoestima y rendimiento laboral. Se ha estimado que estas enfermedades anualmente cuestan US$ 1 billón, debido a que las secuelas físicas y psíquicas del trabajador generan pérdidas en la productividad (OMS, 2020) Por eso, la salud juega un papel vital, ya que los trabajadores necesitan de cuidados en su trabajo. Ahora bien, la salud es una condición que compacta el bienestar físico, mental y social de un individuo. Esta repercusión fomenta el bienestar y la prevención de los trastornos mentales (OMS, 2020). Dicho así, la salud deleita al trabajador puesto que reduce los factores de riesgo en el trabajo y promueve la salubridad mental.
En segundo lugar, la salud ocupacional y la ergonomía influyen en la productividad y beneficio económico de las organizaciones, ya que, de forma equidistante, una trata de adaptar las condiciones laborales al trabajador, mientras que la otra brinda una forma evaluativa sobre el control de los factores ambientales que puedan ocasionar enfermedades al colaborador en su sitio de trabajo (Maya Mejía, 2012); en otras palabras, una forma de protección contra agentes perjudiciales. Ahora bien, pese a los múltiples esfuerzos organizacionales, la salud física y mental ha decaído debido a la pandemia de la enfermedad del COVID-19, puesto que ha generado estrés, ansiedad, depresión, soledad, bipolaridad, y, principalmente, miedo. En tiempos de crisis, el desequilibrio emocional, los repentinos cambios de ánimo y las distintas formas de expresar nuestros sentimientos son persistentes. Lamentablemente, el COVID-19 provocó un aumento en la tasa del desempleo en Costa Rica. En términos absolutos, la desocupación abarca un 15,7%, y, probablemente, incrementarán las reducciones salariales o suspensiones laborales (MTSS, 2020).
En fin, para solventar este problema las organizaciones deben incrementar la comunicación, controlar el bienestar físico y mental, reforzar la seguridad sanitaria, aumentar la empatía laboral y los métodos inspiracionales con el fin de brindar una reapertura salubre a los colaboradores en el nuevo comienzo económico. El COVID-19 proporciona miedo, sin embargo, también brinda oportunidades (Karp, 2020; por ende, debemos creer en los cambios y participar en la toma de decisiones.
