Mi sobrina de 7 años pregunta: “¿Qué están dando en la tele? ¿Por qué están buscando a esa muchacha? Ojalá que esté bien”, nos dice.
¿Cómo le digo que no?
Que esa muchacha está muerta. Que podría ser ella. Que podría ser yo.
Que esa muchacha, ella, y yo tenemos algo en común: un cuerpo que tiene una vagina. Que por tener una vagina la sociedad nos exigen cosas que a otros cuerpos no y que si no cumplimos esas cosas: se nos castiga. Sí, incluso con la muerte, porque las estadísticas ya han demostrado ampliamente que tener una vagina es motivo suficiente para que corramos más peligro de muerte y de varias otras violencias.
¿Cómo le digo que a las mujeres nos matan todos los días? Que nos matan los vecinos, los familiares y los amigos. Y también los desconocidos. Que cuando no nos matan, nos violan, nos abusan, nos gritan cosas en la calle, comparten fotos nuestras sin nuestro consentimiento, nos dicen cómo vestirnos y cómo comportarnos, nos pagan menos o se ríen del trabajo doméstico que no nos pagan.
Cómo le digo que sí, que a los hombres también los matan, pero por razones diferentes que a nosotras y que normalmente (léase normalmente, no siempre) los matan otros hombres. ¿Cómo le digo que no, que el riesgo no es igual para mujeres y para hombres porque la proporción de casos y la investigación profunda sobre las causas de homicidios en el mundo señalan con claridad que ser mujer te expone desproporcionadamente a ser la víctima cuando la razón de la violencia se relaciona con el sexo o con el género?
¿Cómo le digo que hemos creado una humanidad que enseña a los hombres a matar cuando no obtienen lo que quieren? Y que no, claro, no todos los hombres matan, pero si a todas las mujeres nos ha violentado alguno en algún momento de la vida. Y por lo tanto, la conclusión lógica, pero también científica, es que la posibilidad de que a ella también le inflijan algún tipo de violencia contra las mujeres en algún momento de su vida, es altísima.
¿Cómo le digo que a pesar de todo lo doloroso que es el mundo para las mujeres mis amigos siguen compartiendo chistes machistas en sus redes porque están convencidos de que “solo son chistes”? Que hay gente que predica que el feminismo es demasiado radical o hasta satánico. Y también hay gente a la que solo le importan las vidas de las mujeres cercanas a ellos/as, como si ser personas no fuera suficiente para importar.
¿Cómo le digo que no es un hecho aislado, sino un sistema que se llama patriarcado? Que encarcelar a un femicida es importante pero no suficiente, porque transformar los patrones estructurales de distribución del poder y los esquemas de relacionamiento cotidianos basados en la socialización de género es lo fundamental y que para eso falta rato, faltan luchas... y faltan vidas.
No le cuento nada de eso. Tiene 7 años. La abrazo. Le digo que le prometo que en el mundo hay muchas personas trabajando fuerte para que esto deje de pasar. Me dice que salir a la calle cuando quieras y que no te pase nada es un derecho. Le digo que me alegra que lo tenga claro y que también es un derecho estar a salvo si decides quedarte en casa. Nos volvemos a abrazar y quisiera que la seguridad de ese abrazo nos dure para siempre.
Esa muchacha es Allison Bonilla Vásquez, una de las 41 mujeres asesinadas en el país en el año cuyo caso a noviembre de 2020 aún se encuentra en investigación. Hasta el pasado 26 de octubre se habían contabilizado 61 muertes violentas de mujeres desde el inicio de año.
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