La debacle de la mesa de diálogo multisectorial propuesta por el Gobierno domina la agenda noticiosa. Muy mal hizo la UCCAEP en “negociar con terroristas” en vez de seguir el camino de la institucionalidad, pero recordemos que también los principales sindicatos ya habían anunciado, desde el miércoles 13 de octubre, que no participarían en la mesa.  Por lo tanto, esta iniciativa, al igual que la propuesta inicial del Gobierno para el FMI, también nació muerta.

Inicialmente, la UCCAEP y muchos otros sectores denunciaron poca representatividad en la conformación del foro y en eso se centró buena parte del debate.  Sin embargo, ese no fue su principal punto débil.  Su talón de Aquiles estuvo en el conjunto de reglas propuesto, más específicamente, la quinta de las “garantías” para evitar que a un sector se sintiera perjudicado, definidas por Jorge Vargas Cullel, director del Programa Estado de la Nación, quien la llamó “el botón nuclear”.  Por supuesto, aunque la referencia es metafórica, ni así parece sensato darle control sobre tal dispositivo a personajes como Albino Vargas quien, por cierto, fue unos de los primeros en accionarlo.  

Lamentablemente, pecaron de ingenuidad o de ilusión quienes, como el Dr. Vargas Cullel o los presidentes Alvarado y Cruickshank, creyeron que la mesa podía funcionar.  Objetivamente, no era realista pretender que en un escenario con tantos antagonismos históricos irresolubles (sindicatos contra empresarios, feministas vs iglesias, solidaristas contra sindicalistas, católicos contra evangélicos, etc. … y eso sin contar revanchismos personales) y conforme al conjunto de reglas anunciado, nadie se sintiera tentado a presionar el “botón nuclear” durante cuatro semanas completas.  Súmese entonces la presunción inicial de defectuosa representatividad y el resultado es que era prácticamente imposible que ningún sector, viéndose en desventaja en varias votaciones, no optara por el Armagedón. 

Pero hay otro problema, más profundo y desapercibido.  La idea del “diálogo multisectorial” ha calado hondo y se piensa ahora que ese es el único camino, pero, personalmente, me parece que esto es un error grave.  Esto por cuanto el origen de la susodicha mesa de diálogo es espurio.  La mesa nació solamente como una respuesta refleja del Gobierno al caos provocado por Corrales, Guido et al. Este caos, a su vez, fue producto de un error garrafal del presidente Alvarado, quien dejó “viva” su propuesta (full impuestos) para el FMI durante tres semanas completas, aun conociendo de su inviabilidad desde el mismo día en que la presentó.  Es decir, si no hubiese existido la torpe propuesta inicial, no se habría creado la “necesidad” de esta mesa de diálogo.

Por lo tanto, es una falacia, por parte del Ejecutivo, pretender pedirle soluciones para el problema fiscal a comerciantes, iglesias, mujeres, estudiantes universitarios, etc.  Las personas en las posiciones de poder legítimas, electas por el pueblo, son las responsables de buscar y proponer las mejores soluciones a los problemas del país, basándose en la mejor gente, información y ciencia disponibles, y aplicarlas, le duela a quien le duela.  Luego, también tiene la autoridad y el deber de lidiar con las consecuencias aunque, lamentablemente, esto pueda hacer inevitable cierto uso de la fuerza (de la cual, según Max Weber, el estado posee el monopolio); penosamente, la Sala Constitucional ya ha tenido que recordárselo a este gobierno dos veces.  

Basta con revisar la historia reciente para encontrar un contraejemplo a la “necesidad de diálogo”.  En marzo, “la peor crisis a la que nos hemos enfrentado” todavía no era el posible default, sino el coronavirus.  Sin embargo, el Gobierno no convocó a una mesa de diálogo nacional para definir cómo íbamos a enfrentarlo ¿por qué? Porque "zapatero a tus zapatos”, simplemente la UCCAEP, la ANEP, ANDE, la Iglesia Católica, la Alianza Evangélica, etc. no tienen la responsabilidad de velar por la salud de la población, eso le toca al presidente Alvarado (lo quiera, lo sepa, le guste o no), quien a su vez designó al Dr. Daniel Salas como Ministro de Salud por su preparación y experiencia en la materia.

Para responder a la pandemia, el Gobierno, con base en los criterios de médicos, científicos y la OMS, y haciendo uso de todos los recursos a su disposición (la CCSS, Policía de Tránsito, Comisión de Emergencias, entre otros) implementó medidas muy impopulares para combatir la propagación del virus.  Lo anterior ciertamente ha causado estragos económicos, pero el Ejecutivo (correctamente, en mi opinión) optó por privilegiar la vida de las personas; el impacto económico se asumió como un efecto secundario ineludible.

Entonces, si para responder a una crisis de salud, el presidente (sabiamente) eligió seguir el consejo de doctores en medicina y epidemiología, y asumió como un mal necesario las consecuencias en otras áreas ¿por qué ante una crisis económica necesita un foro de diálogo nacional que incluye a agricultores, sindicalistas, pastores y sacerdotes, entre otros? Si las condiciones hiciesen forzoso el despido de una cantidad de empleados públicos ¿espera realmente que los sindicatos estén de acuerdo? Si fuese necesario que las iglesias paguen impuestos ¿espera que dirigentes y feligreses lo propongan para la beatificación? Si en la realidad objetiva no hubiese otro camino para evitar el default más que pedirle prestado al FMI ¿espera que Corrales y Célimo Guido salgan a defenderlo?  Si de verdad no hubiese otro camino que más impuestos ¿qué reacción espera de los empresarios?

Tal vez peque de ingenuo o de iluso, pero ¿no sería mejor que, tal y como lo hizo con la pandemia, el presidente convocara solo a expertos en el área y, siguiendo el consejo de la ciencia y buscando el bien para el país, hiciera lo necesario, lidiando luego de forma valiente y eficiente con las inevitables e impopulares consecuencias? Digo, si no, ¿para qué se metió en política?

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