— ¡Qué figurita tan hermosa! Comentan amigos que vienen a casa y se encuentran con la pequeña escultura de una niña que conservo cerquita de la chimenea, de aproximadamente unos veinte centímetros de alto. La Nigüenta ha viajado conmigo por más de veinte años. La cuido porque mis abuelitas la consideraban materia para la buena suerte. Mi abuelita Eida alagaba sus encantos -Mira qué niña más linda. Ella regala prosperidad como todos los niños y las niñas, angelitos de Dios-decía con ímpetu.
A lo mejor la gente mucho más joven no sabe a lo que me refiero. Esta chiquita envuelve una acerada creencia popular. Una leyenda muy importante para nuestro país, especialmente para los campesinos costarricenses.
Hoy quiero rescatar ese relato común, que es parte de la memoria colectiva de muchos adultos mayores como lo fueron mis abuelas Eida y Mina, que en paz descansan. Una tradición oral que le compete más de medio siglo.
La Nigüenta es de aspecto dulce, tierno y carita cautivadora. Características propias de los niños y las niñas. Según la leyenda popular, la estampa o escultura de La Nigüenta se debe de colocar en un lugar, a la vista de todos, para traer prosperidad al hogar. La imagen de esta nena es la de una niña sentada sacándose niguas (insecto que habita en zonas tropicales). La costumbre en el campo costarricense era andar descalzo, por lo tanto, era común que estos parásitos en forma de larva se pegaran en los pies. Se dice, por sus características físicas, que fue una imagen introducida por los europeos. Sin embargo, a través de los años ha experimentado ciertos cambios. Ahora se fabrican con tonos más oscuros, rubias y hasta pelirrojas. Fruto del mestizaje y la fusión de elementos culturales, sobre todo en el Valle Central.
La escritora costarricense María Montero en uno de sus artículos publicado en La Nación "La vida secreta de La Nigüenta" nos cuenta que ella vive para escuchar ruegos de suerte y fortuna. “Quienes creen en sus favores no necesitan saber nada más. Quienes viven de ella quizá conocen los secretos del yeso y su fabricación en serie. Y quienes estudian las tradiciones populares, y la han visto en apacibles rincones rodeadas de velitas encendidas, tampoco han perdido el sueño por conocer cuándo y cómo fue que empezó todo”. Lamentablemente ha sido indagada muy poco por los científicos sociales. Es en definitiva una leyenda que se pierde con el paso de los años. Según la tradición, si La Nigüenta llegaba a nuestras casas a manera de obsequio, la suerte sería mayor. “El amor, el dinero, la salud y todos sus derivados de fortuna y prosperidad son parte de su agenda diaria”, apunta Montero.
En contados hogares de Costa Rica aún conservan esta pintoresca figurita fabricada en yeso, principalmente en las zonas rurales. Todavía se pueden conseguir en el Mercado Central de San José y seguramente en algunas pulperías del país. Según mi querida amiga la cantautora y folclorista costarricense, Guadalupe Urbina, quien ha dedicado su vida profesional al rescate de las tradiciones orales, nos cuenta que La Nigüenta es parte del folclor nacional. Está en el imaginario popular de todo el país y su popularidad se debe a que trae buena suerte y abundancia económica. En sus propias palabras recuerda que, en muchas casas ponían un platito para que la gente que llegaba colocara una moneda, eso le aseguraba a la persona buena suerte, aunque la estatuilla no estuviera en su casa. Otras personas escribían en papelitos lo que necesitaban como trabajo, dinero, amor y lo metían doblado bajo la estatuilla y me cuentan que otras personas le amarraban billetes enrollados para atraer el dinero-. Guadalupe recuerda verlas en el mercado de Liberia y en la casa de su maestro de música en Sardinal.
¿Amuleto para un buen porvenir? Efectivamente nunca lo sabremos, solo tenemos como referentes las historias depositadas en el folclor de los ticos. De ahí la importancia de seguir contándonos historias y prolongar los relatos.
Cuando miro a La Nigüenta, sentadita en un rincón de casa, es inevitable no pensar en mis queridas abuelitas. Procuremos contarnos más cuentos y leyendas, las narraciones orales tienen una importancia que nunca sabremos pagar. Somos herencia de todo eso, de nuestras abuelas, nuestros abuelos y de un pasado que viene de muy lejos.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.