Esta semana nos dejó, con buen razón, preocupados. No hablo de los números de casos activos de COVID-19, que ya de por sí es suficiente motivo para la alerta. Me refiero más bien a la “guerra tibia” (ya me dirán si no es un término apropiado para nuestra idiosincrasia) que han iniciado el Ejecutivo y el Legislativo. Sobra decir: en el peor momento para ello.

Estamos claros que la pandemia representa el reto más grande que ha sobrellevado la humanidad (y por ende el país) en una generación entera. Entrar en detalle sobre los alcances de la crisis, y todo lo que ha conllevado y conllevará sería, hoy, llover sobre mojado. Sin ir muy lejos Covid-19 es la etiqueta más utilizada en la historia de Delfino.CR. Sí, incluso por encima de “Asamblea Legislativa”. En poco más de tres meses hemos publicado más de 1500 notas sobre el impacto del coronavirus...

Información sobra. Motivos para preocuparnos también. Pero ¿nos estamos ocupando? Cabe preguntárselo porque cada vez más da la impresión de que el manejo de esta crisis humanitaria de primer nivel empieza a tomar tintes electorales y eso sí que representaría una pandemia sobre la otra.

¿De verdad hay que subrayar que no es este el momento para ponerse a pensar en las votaciones del 2022? Lo último que necesitamos ahora mismo es enredarnos en nuestra propia insensatez, suficientemente complicada es nuestra institucionalidad tal y como la hemos construido como para que encima, ahora, la sometamos a esto.

No es momento de mandarse “mensajes” de Cuesta Moras a Zapote y viceversa, es momento de mandarle mensajes a la población. Mensajes de sentido común, unidad, planificación, seriedad, coordinación, mensajes de voluntad y madurez política.

El reto no es menor, desafortunadamente la entrada de Marcelo Prieto Jiménez en el ministerio de la Presidencia no ha probado (al menos hasta ahora) ser un acierto. No solo se compromete solo, compromete al presidente, y no logra ofrecer una entrevista sin enredarse o alterarse. Eso sin mencionar que, a pesar de ser de hueso liberacionista, el propio PLN cuestionó su nombramiento.

Es imperativo que tanto él, como el Ejecutivo completo y el Legislativo en pleno, apuesten ahora mismo por la cabeza fría, por el diálogo, por la asertividad y, valga repetirlo, por el sentido común.

A la luz de esta sopa de desaciertos parece difícil hablar de voluntad política y madurez política, pero referencias no tenemos tan lejos. Mucho nos gusta compararnos con Uruguay y bien hacemos: es un sólido referente dentro de Latinoamérica.

La anécdota no se las cuento yo, se las cuenta el programa argentino Lagarto Show (ignore el nombre y dele click con confianza), el cual cita el ejemplo del caso uruguayo para aludir precisamente a que Argentina vive en una “pubertad permanente”. ¿Suena conocido?

En resumen, Tabaré Vázquez (izquierda) expresidente de Uruguay (y médico) entregó el poder a inicios de marzo pasado a Luis Lacalle Pou (centro derecha). En otras palabras, salió de la presidencia justo antes de la pandemia y a Lacalle Pou le tocó iniciar su Gobierno enfrentando la crisis.

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Previo a su salida, Tabaré Vázquez ideó un plan para luchar contra el Coronavirus en su país y se lo llevó a Luis Lacalle Pou una vez que este segundo estaba en el poder. Pensó que sería un trámite formal y que el documento sería ignorado. Por el contrario, Lacalle Pou lo recibió y, olvidando las diferencias ideológicas, fue a visitar al expresidente a su residencia.

Juntos trabajaron en las coincidencias sobre el combate a la crisis sanitaria del coronavirus y de la economía. “De esto salimos entre todos, así que me pareció oportuno venir a conversar con el expresidente”, dijo el Jefe de Estado.

Por supuesto que cada partido político tiene sus posiciones y por supuesto que son muchas las diferencias. Pero allá la tienen claro: o remamos parejo para encontrar las coincidencias y trabajar sobre ellas en conjunto o lo que tenemos por delante será mucho, mucho más desafiante.

No habría que señalarlo porque es una obviedad, pero parece que no tenemos alternativa y hace falta recordarlo: Costa Rica no está para campañas políticas. Costa Rica necesita con urgencia que nos pongamos a trabajar. Ejemplos de por dónde empezar, afortunadamente, no faltan.