Por María Fernanda Montero Valverde - Estudiante de la carrera de Psicología
¿Sabías que en Costa Rica para el año 2015 la prevalencia de consumo de alcohol sobre la población general fue de 27.9%, la de tabaco de 10.5%, la de marihuana del 3.2%, la de cocaína 0.4% y la de crack 0.2%? (Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA), 2019). Esto quiere decir que el trastorno de consumo de sustancias es una problemática que viven muchas familias en el país. Las personas consumidoras de sustancias no son las únicas que batallan con este trastorno, ya que el funcionamiento del sistema familiar de estas personas se ve directamente afectado.
Existen perturbaciones en aspectos relevantes como dificultades de reorganización, falta de estrategias de afrontamiento, dificultad para mantener la autonomía e independencia de cada miembro de la familia, sobrecarga emocional y física, alteración de la economía familiar, entre otros. (Calvo, 2007, p. 46). El reto de la rehabilitación es familiar, por lo tanto, se hace necesaria la implementación de estrategias que involucren a la familia en el proceso de reintegración social de las personas consumidoras de sustancias. Sin embargo, es importante mencionar que, si bien la familia puede funcionar como una gran herramienta para incentivar la rehabilitación, también puede manifestarse como un obstáculo debido a “actitudes codependientes que pueden entorpecer el proceso de rehabilitación del paciente y/o la familia”. (Calvo, 2007, p. 50).
De este modo, es importante el rol que juega el terapeuta en estos casos, pues debe ser capaz de guiar a la familia de manera óptima a través del proceso, siempre procurando el bienestar de su paciente. En caso de que el terapeuta considere que un modelo de intervención familiar aplica para la rehabilitación del paciente, se procede a fortalecer la relación familiar, ya que de esta manera se puede tener un mejor pronóstico de recuperación.
Modelo de intervención familiar para el trastorno de consumo de sustancias (Zapata, 2009)
1. La familia se integra desde el inicio del tratamiento y participa de manera activa en las intervenciones terapéuticas.
2. Se debe mantener el uso de las herramientas aprendidas incluso después de la intervención terapéutica.
3. La familia debe vincularse a redes de apoyo que le brinden acompañamiento y soporte en el proceso de recuperación del paciente.
4. El soporte familiar debe ser tal que el paciente sienta que es alguien productivo y
socialmente aceptado.
5. La familia debe ser instruida para identificar señales de alerta que puedan indicar una recaída del paciente y para saber cómo afrontar la situación.
Algunas habilidades para promover los vínculos familiares son el autoconocimiento, la empatía, la comunicación asertiva, las relaciones interpersonales, estrategias de afrontamiento de conflictos y manejo de emociones (IAFA, 2018). En conclusión, la familia importa y es un elemento significativo en el proceso de rehabilitación de una persona consumidora de sustancias, siempre y cuando se pueda comprobar que no existen conductas codependientes que entorpezcan el proceso.
