En los últimos años, una serie de movimientos sociales de alcance global han creado vínculos cada vez más cercanos o se han aliado para poder crear una especie de enlace en cuanto a la solidaridad y el activismo social. En la mayoría de los casos comparten nociones como la lucha contra la “opresión”, asociando que todos pertenecen a un grupo que considera ha sido marginado o discriminado por lo que sienten obligatorio crear una red de solidaridad global.

Estos son los casos de los movimientos Black Lives Matter (BLM) surgido en el 2013 para protestar contra la discriminación racial hacia afroamericanos, el movimiento Antifa (diminutivo de Antifascista) surgido entre las décadas de los sesenta y setentas del siglo pasado para luchar contra los movimientos considerados de extrema derecha; nazis o neonazis.

El movimiento BLM aparece en el año 2013 en respuesta a la absolución del asesino del afroamericano Trayvon Martin y desde entonces se ha convertido en un movimiento global que aboga por la justicia racial y el fin de la brutalidad policial. En esencia, BLM busca abordar el racismo sistémico y la violencia y discriminación desproporcionadas que enfrentan las comunidades negras.

Mientras tanto, Antifa se moviliza contra grupos fascistas, racistas y de extrema derecha, a menudo empleando tácticas de acción directa como protestas, enfrentamientos y daños a la propiedad. Se hicieron más conocidos durante el año 2017 en su enfrentamiento contra grupos de supremacistas blancos en Charlottesville, Virginia, generalmente se apoyan sus posiciones contra los grupos racistas, pero también son muy criticados por su manera reaccionaria de actuar.

Además de los dos mencionados, en la interseccionalidad de las acciones a favor de minorías se encuentran otros colectivos como las feministas, movimientos por la desmilitarización y a favor de la paz, veganos por la defensa de las especies, organizaciones anti racistas, colectivo LGBTIQ+, entre otros. Cada uno con diferentes orígenes, métodos y objetivos, pero bajo un estandarte de lucha contra injusticias y unidos por la interseccionalidad de sus elementos, donde este principio reconoce las diferentes luchas por la igualdad que están conectadas entre sí y de ahí que haya apoyos inclusive que parecen “no concordantes”.

Si bien cada movimiento aborda elementos diferentes e incluso chocan ideológicamente cuando se encuentran movimientos de diversidad sexual con movimientos islámicos de resistencia, sí se cruzan en su oposición a los sistemas considerados de represión, así como su compromiso con la justicia y la libertad de los individuos, también coinciden experiencias históricamente acusando de sufrir violencia y represión estatal, destacando la militarización de la policía y el uso desproporcionado de la fuerza contra comunidades marginadas.

Algunas organizaciones vinculadas a estas luchas han aprovechado para lanzar campañas violentas que incluso dañan el orden público y comprometen a los Estados a tomar decisiones incluso de carácter punitivo. Tal ha sido la situación de los últimos días con las manifestaciones pro – palestinas en universidades de los Estados Unidos, con reacciones incluso violentas que han traído las miradas del público en general sobre lo que está aconteciendo y que genera polémica por quiénes están participando de estas.

Incluso, según datos del Departamento de Policía de New York, cerca del 39% de los detenidos en la Universidad de Columbia, así como 50% en Northeastern University de Boston y 60% en el City College de New York no eran estudiantes ni profesores de la universidad, sino simplemente un grupo de radicalizados aprovechando la coyuntura para causar más tensiones y violencia, también se sospecha que una parte de las protestas estén siendo pagadas desde algún grupo externo para tensar aún más el ambiente.

La causa palestina se centra en la lucha por la autodeterminación, la soberanía y los derechos humanos del pueblo palestino. Décadas de conflictos territoriales, impedimento a la conformación de un Estado palestino, más problemas políticos internos y con los israelíes han sido el caldo de cultivo de agrupaciones que dicen ser de la “resistencia palestina” incentivando el terrorismo como algo “legítimo”, o apoyado movimiento de desinversión, sanciones económicas y militares o han impulsado una agenda política ideológica con la cual no necesariamente benefician a los palestinos sino que están por otros objetivos y promueven acciones que siguen patrones de otras corrientes políticas con otras finalidades.

Si bien existe una solidaridad entre organizaciones intersectoriales como BLM, Antifa, la causa palestina, entre otros, también ocurren diferencias de ideas y divergencias dentro y entre estos movimientos. Por ejemplo, algunos dentro del movimiento BLM han enfrentado críticas por participar o respaldar campañas de BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) contra Israel, lo que ha llevado a debates sobre la postura apropiada sobre la solidaridad internacional y el conflicto palestino-israelí o el uso de violencia extrema y daños a la propiedad ejecutada por Antifa que reduce apoyos a algunas de sus propuestas y hasta cuestionan sus ideales que estén bien enfocados.

De igual manera, que la causa palestina sea tomada como una sombrilla para propagar ideas que están alejadas de su objetivo inicial como la lucha a favor de la autodeterminación y que sea tomada por movimientos que promuevan agendas de odio nocivas para las estructuras sociales y generadores de conflicto.

Cada movimiento aporta su perspectiva y prioridades únicas, comparten objetivos comunes acerca de la lucha contra la opresión y la defensa de poblaciones marginadas, pero su uso podría cuestionar los instrumentos usados para dichos efectos y existen posibilidades de que haya elementos no potables en sus actos que puedan finalmente desacreditar o ensuciar la parte noble e importante de las causas que dicen defender como enfrentar las injusticias sistémicas y construir un futuro mejor para todos.

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