Hoy niñas y mujeres juegan futbol, incluso a nivel profesional, cosa que era impensable en los años ochenta, aunque aún batallan para que se les pague igual que a los equipos de hombres.

La lucha por la despenalización del aborto avanza en América Latina. Es posible el matrimonio entre personas del mismo sexo, incluyendo, por supuesto, a las mujeres.

Cada 8 de marzo miles de mujeres salen a la calle a reclamar sus derechos, aunque se les critique las formas como excusa para prestar oídos sordos al fondo.

Cada vez es más frecuente escuchar voces femeninas, nuestras historias y nuestras formas de contarlas. La representación importa.

Se habla mucho de los derechos reproductivos de la mujer, incluyendo el derecho de tener hijos y decidir cuándo y cuánto. Pero poco se habla del derecho de esa mujer que escoge ser madre (porque la maternidad será deseada o no será) a seguir siendo tratada a nivel laboral como antes de la llegada de su hijo; el derecho a seguir siendo esa mujer, esa trabajadora, esa empresaria y ser, a la vez, mamá.

Los estudios demuestran que, al maternar, las mujeres son objeto y víctima de la percepción de terceros, un reduccionismo peligroso e irresponsable en cualquier ámbito:

-Son tratadas diferente en el centro de trabajo, se les asignan menos responsabilidades. Se asume, sin preguntarles, que sus prioridades y ambiciones han cambiado. Es decir, se decide por ellas.

-Son objeto de los prejuicios inconscientes, en los que se parte que les corresponde la labor de cuido de los hijos y el hogar.

- Se considera que no está interesada, motivada o lo suficientemente presente en los temas laborales. Todo esto sin preguntarle. Tiene menor posibilidad de obtener un aumento o una promoción. Sus ingresos disminuyen hasta en un 40%

- A partir de la maternidad, la posibilidad de que sea despedida aumenta, porque se asume que una mujer tiene alguien que la mantenga y por ende el despido no la impacta de manera tan fuerte. A pesar de la enorme cantidad de mujeres jefes de hogar y divorcios (50%) que hay en nuestro país.

- Puede ser que quieran trabajar menos horas o, por el contrario, que trabajen más horas que antes de ser mamás para tratar de compensar el tiempo que estuvieron fuera por licencia de maternidad o por atención de sus hijos.

- Diez años después de convertirse en madres, muchísimas mujeres son expulsadas del mercado laboral por razones relacionadas con su maternidad.

-  No les asignan los mismos horarios, viajes o labores porque —de nuevo— se asume que no puede desempeñarlos bien por su rol de cuidadora y cuando se los asignan, no se le otorga la flexibilidad que requiere para atender reuniones de la escuela, citas médicas o cualquier necesidad especial de sus hijos, sobre todo en un país en que todo lo anterior ocurre en horas hábiles.

- Sí, hay más leyes que nos protegen, más conciencia. Pero también, más efectos negativos. No es extraño escuchar comentarios como “Con esas contingencias legales, lo que se sacan es que no contraten mujeres”.  Para esos, resulta más fácil evadir que hacer un esfuerzo por cambiar la cultura.

- Todo lo anterior sin contar a esa mujer que cayó en la triada de la pobreza (muchos hijos, muy seguidos a muy temprana edad). Trabaja 40 años como trabajadora no calificada, ganando el salario mínimo. No le alcanza para ahorrar, comprarse una casa o sacar adelante a sus hijos, si no es con apoyo de un Estado que invierte cada vez menos en gasto social. Para finalmente pensionarse —si le va bien— con un monto mucho menor y cuya única opción de ingreso y vida digna será que algún hijo se haga cargo de ella. La reproducción como mecanismo de aseguramiento del ingreso en la vejez. Casi como en la época feudal, pero en el 2024.

Y, mientras tanto, la brecha de género se sigue ampliando.

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