Confesión de ingenuidad

Hasta muy avanzada mi adultez, me resistí mucho a la idea de que existieran “personas malas”, buscaba siempre una justificación para las conductas que no podía entender, pero alrededor de los treinta años me rendí ante la evidencia clara y contundente de que sí había seres humanos que disfrutaban con el sufrimiento ajeno. Actualmente soy un converso, y habiendo estudiado la maldad científicamente, me resulta difícil no detectarla, tanto la “usual”, como la que podría denominarse patológica.

Existe iniquidad en todas partes y afecta a todo tipo de miembros de la sociedad, he conocido desde académicos universitarios psicópatas hasta administradores de justicia; la mayoría de ellos pertenecen a una categoría denominada subclínica, es decir que tienen un buen desarrollo en las áreas afectivas e interpersonales que les permite integrarse en la comunidad hasta prácticamente ser “indetectables”, ya que tienen una gran capacidad para el mimetismo y el camuflaje, lo que hace que pasen inadvertidos y que logren ventajas funcionales en su entorno y relaciones. Pese a ello, sus acciones los delatan y el tiempo les va quitando su maquillaje hasta ser descubiertos.

La triada oscura

Tradicionalmente se conoce a la triada oscura de la personalidad o “the dark triad”, como tres rasgos de la personalidad oscuros o malévolos. Estos rasgos son el narcisismo subclínico, la psicopatía subclínica y el maquiavelismo (Paulhus y Williams, 2002). La tríada oscura es un término que surgió en los años 90 pero el término propiamente se acuñó en el 2002, precisamente por los psicólogos Paulhus y Williams de la Universidad de Columbia Británica. Cuando se habla de la triada oscura no se implica un trastorno de la personalidad, sino un conjunto de rasgos subclínicos que definen un tipo de comportamiento adverso y que genera un gran malestar en el entorno, porque una persona que puntúe alto en la prueba de la tríada oscura generará un impacto psicosocial en todo escenario en el que se mueva.

Así, tanto las relaciones familiares, las afectivas y las relativas al trabajo se ven afectadas por esas tácticas antisociales de las que hacen uso estos hombres y mujeres. Sabemos que las señales de la tríada oscura de la personalidad forman un abanico amplio. ¿Significa esto que una persona debe puntuar alto tanto en narcisismo, maquiavelismo y psicopatía? En efecto, la puntuación debe ser significativa en todas las áreas, pero hay matices. Para hacer una adecuada evaluación de la triada oscura suele utilizarse la escala Jonason y Webster.

En ella, puede verse que, por término medio, siempre hay un área más significativa que otras. Un ejemplo: en un estudio llevado a cabo por Webster y Jonason (2013), en diversas universidades de Estados Unidos, pudo verse que abundan los que dan una mayor puntuación en el área narcisista. Ahora bien, lo que revela también esta escala es que el perfil más peligroso dentro de la triada oscura de la personalidad, es aquel que evidencia una mayor puntuación en el área de psicopatía. En este caso, es cuando aparecen comportamientos más dañinos y adversos. Es evidente que el tema es inquietante, especialmente porque opiniones como la del psicoanalista Michael Maccoby indican que la triada oscura de la personalidad es cada vez más común en los puestos más altos del ámbito empresarial, político y círculos de poder.

El narcisismo

Las personas narcisistas tienden a centrarse en sí mismas, a fantasear con un poder ilimitado y a necesitar la admiración de los demás.  El principal núcleo de este rasgo es el egoísmo y esa necesidad constante por tener visibilidad, poder y admiración. Además, suelen mostrar habilidad para cautivar a las personas. Evidencian un gran poder de seducción, son amables, se lucen en las fiestas, en las reuniones y logran siempre captar la atención por su carácter extrovertido. Sin embargo, ese encanto tiene trampa; es un fin instrumental para ascender en sus escalafones, para conseguir alianzas y metas.

Su talón de Aquiles es la baja autoestima que padecen. La literatura científica diferencia dos tipos de narcisismo, el narcisismo grandioso (NG) y el narcisismo vulnerable (NV).  El NG se relacionaría con la creencia de merecer un trato especial asociada con su percepción de ser mejores que el resto (ya sea más inteligentes, atractivos, agradables, elegidos por Dios, profético, entre otros), mientras que los individuos NV consideran que merecen ese trato especial debido a su fragilidad, imperando en ellos una actitud victimista cono lo cual también obtienen provecho.

Existen diferencias de origen con respecto a estos dos tipos de narcisismo: el narcisismo vulnerable está relacionado con abusos en la infancia o estilos de apego traumáticos (abandono emocional o físico), por ello son más propensos a tener apegos adultos patológicos; mientras que los narcisistas grandiosos suelen tener apegos adultos seguros y no suelen tener una historia de abuso en la infancia (Miller, et al., 2010).  Las conductas egoístas y no prosociales en el narcisismo grandioso procuran ganancias de todo tipo adoptando para ello estrategias de dominación. Por tanto, el narcisismo grandioso se podría caracterizar por el exhibicionismo, la falta de humildad y modestia y el dominio interpersonal, mientras que el narcisismo vulnerable destacaría por el afecto negativo o desconfiado, el egoísmo y la necesidad de atención y reconocimiento (Vize, Lynam, Collison y Miller, 2018).

El narcisista vulnerable presentaría labilidad (enorme facilidad de comunicación) emocional, mientras que el narcisista grandioso tendría mayor facilidad para gestionar el estrés, el NG tendría mayor flexibilidad de afrontamiento frente a situaciones adversas y un patrón de pensamiento positivo, mientras que los NV presentarían mayor dureza o inflexibilidad mental, menor satisfacción con la vida y peor salud mental en general.

De hecho, estos dos perfiles tienen una alta relación con otros trastornos de la personalidad. El perfil de NV es altamente consistente con el Trastorno límite de la personalidad o Borderline mientras que el NG está más relacionado con el Trastorno antisocial o el Trastorno histriónico. Además, estas dos formas de narcisismo difieren también en la conducta de recurrir a terapia psicológica o psiquiátrica. El narcisista grandioso se asocia negativamente al uso de tratamiento mientras que el narcisista vulnerable puede acudir a terapia (Pincus et al., 2009).

El narcisismo subclínico en comparación con las otras aristas de la triada o tétrada es probablemente el rasgo que más se relaciona con comportamientos prosociales y adaptativos, de hecho, a diferencia del maquiavelismo y la psicopatía, se correlaciona positivamente con la inteligencia emocional. El sujeto con este rasgo se caracteriza por poseer un sentido de grandiosidad y superioridad con respecto al resto de personas. Presenta una autoestima automejorada y se cree con mayores derechos que los demás.

Por ello, el sujeto narcisista tiende a la dominación, la explotación de los demás y a la demanda de atención. A los narcisistas les preocupa el éxito, el poder, la belleza y la brillantez. Tienen un autoenfoque y un sentido de la importancia personal engrandecido. Por todo ello, se creen merecedores de un trato especial. Sin embargo, pese a proyectar una imagen de éxito y seguridad, el narcisista vive también con una parte vulnerable que le hace hipersensible a las críticas (Morf y Rhodewalt, 2001).

La psicopatía

De la que he escrito en un artículo previo, se caracteriza principalmente por la carencia de empatía y ansiedad (miedo, escrúpulos y remordimientos), frialdad interpersonal, alta impulsividad, bajo control de impulsos y la búsqueda de sensaciones. El sujeto psicópata presenta además una autoestima exacerbada que le dota de un encanto superficial. Debido a una incapacidad para percibir sus estados internos, posee un fuerte componente de auto engaño y distorsión con respecto a su personalidad, por lo que tiene una percepción de grandiosidad con respecto al resto de seres humanos.

Sin embargo, no presenta delirios ni alucinaciones en cuanto a la realidad externa, es un rasgo de personalidad antagónico a la psicosis, es decir no está lo que popularmente se designa como “loco”, de ahí que a nivel judicial sea un perfil perfectamente imputable por sus actos, a menos que tenga comorbilidad con un trastorno mental mayor asociado como la esquizofrenia, por ejemplo.

El psicópata presenta un interior emocionalmente vacío y tiene poco o ningún interés genuino por los demás. La falta de insight o conciencia de los estados internos, la búsqueda de sensaciones y la ausencia de miedo, facilita que estos sujetos incurran en acciones temerarias. La impulsividad psicopática es de tipo disfuncional puesto que es consecuencia de su incapacidad de autorregulación. A diferencia de la impulsividad narcisista, que tiene más que ver con la osadía social, la cual les puede reportar amplios beneficios. El impulso del psicópata y la búsqueda de gratificación inmediata los lleva por tanto a llevar un estilo de vida parasitario y desestructurado. Viven a costa de los demás.

El maquiavelismo

A diferencia del psicópata, tiene una percepción de la realidad intrapersonal más ajustada, no presentan una automejora en la autoestima, teniendo un concepto de sí mismo más arraigado a la realidad. No presenta la impulsividad tan marcada propia del psicópata, de hecho, su conducta malévola se basa en la estrategia, la manipulación y el cinismo (Jones y Paulhus, 2009).

Una frase que representa a este rasgo es la de “el fin justifica los medios”. Esto no quiere decir que un psicópata o narcisista no utilice a otras personas para satisfacer sus deseos, pero se puede decir que, para el maquiavélico este se convierte en su modus operandi como forma de progreso y de entender los logros. Cognitivamente el maquiavélico se esfuerza mucho más en la estrategia de engaño y manipulación que el psicópata o el narcisista (Jonason, Lyons, Baughman y Vernon, 2014).

A diferencia del psicópata y el narcisista, el sujeto maquiavélico no presenta niveles de impulsividad tan altos, no asume riesgos para obtener beneficios, sino que calcula fríamente su plan de acción justificando cualquier tipo de provecho que pueda obtener de los demás. Su habilidad manipuladora reduce las probabilidades de que le descubran. De hecho, en el estudio de Jones y Weiser (2014), donde compararon la tríada oscura con la infidelidad en la pareja se comprobó que, aunque los tres rasgos se asociaran al engaño, el maquiavélico conseguía en mayor medida prosperar en la relación debido a su carácter estratégico y cauteloso. Digamos que este rasgo, en general, sufre menos las consecuencias sociales de rechazo asociadas a su estilo de vida malévolo (González, 2015).

En los últimos años se ha incorporado el sadismo como nuevo rasgo debido a las similitudes con los otros tres, conformando así la Tétrada Oscura de la Personalidad. De manera metafórica se ha comparado esta triada con el triángulo de las Bermudas, es decir una trampa, una dimensión tan singular como peligrosa. La razón de ello reside en un hecho muy simple: este tipo de perfil se guía solo por fines instrumentales. Cuando desea algo, no duda en pasar por encima de los derechos ajenos para conseguir sus propios objetivos.

El sadismo

Si se acepta la tesis de la tétrada, el cuarto y último rasgo incluido en el lado oscuro de la personalidad o dark side corresponde al sadismo. El sujeto con este rasgo se caracteriza principalmente por obtener placer a través del dolor ajeno. El sádico busca la dominación psicológica y física, la intimidación, el control, el castigo y la humillación, disfrutando con el sufrimiento que eso produce en los demás (Buckels, Jones y Paulhus, 2013; O’Meara, Davies y Hammond, 2011), por ello tiene predisposición a involucrarse en conductas crueles que degradan a otras personas. En comparación con los otros tres rasgos de la tétrada oscura, el sádico presenta también una baja empatía y una inhibición moral, sin embargo, no se involucra en actos violentos para obtener una ganancia instrumental o defenderse, sino que la motivación principal es el disfrute asociado a la agresión (Buckels et al., 2013; Plouffe, Smith y Saklofske, 2018).

Estudios como el de Reidy et al (2011) o Chabrol et al (2009), demostraron que el rasgo de sadismo separado de los otros rasgos de la tétrada oscura predecía una agresión no provocada en contexto de laboratorio. Asimismo, se observó dicho rasgo en estudiantes de secundaria en relación directa con conductas de acosos y ciberacoso.

Otros dos estudios predijeron significativamente como la conducta sádica se dirigía a subyugar y lastimar a otras criaturas vivientes, no solo humanos, y esto podía explicarse independientemente de la variación del resto de rasgos de la tétrada. Varias de las características del sadismo se superponen con las de los rasgos de la tríada, pero al mismo tiempo, según los investigadores, tiene aspectos únicos que lo hacen merecedor de estudiarlo como elemento que debe añadirse para conformar una "tétrada oscura".

La doctora Minna Lyons, investigadora de la escuela de psicología de la Universidad de Liverpool, está de acuerdo con que el sadismo es un rasgo en sí mismo. "El sadismo es interesante porque parece ser distinto a la tríada oscura", afirmó la doctora Lyons. "Si alguien marca alto en psicopatía, no necesariamente disfruta causarles dolor a otras personas, así que parece ser un rasgo de personalidad por separado".

En conjunto, estos rasgos engloban siempre una gran frialdad emocional. Algunos estudios han demostrado que los altos niveles de la tríada o tétrada oscura están asociados con bajos niveles en rasgos como la verdadera simpatía, la honestidad y la humildad. ¿Ha tenido usted alguna experiencia con un personaje de la triada oscura?

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.