Allá va aquel con una torre de canastas de plástico.

¿Viste la corronguera? Me salieron baratísimas. Pienso poner una en cada sala de reuniones y otra en mi oficina.  Vos supiste lo que me pasó ¿verdad? Igual te lo cuento, porque si no sabías, te pongo al tanto y si ya sabías, no fui yo el que te dije y debe haber sido un teléfono chocho. Sentate un toquecito.

Ya de pata cruzada y café en mano, Fulanito —una vez más— me cuenta el cuento

Diay, que el otro día me mandan a llamar de recursos humanos, que había una queja anónima contra mí. ¿Me estás oyendo? CONTRA MI. Que me escaló una de las chiquillas porque supuestamente yo le había dicho que lo que ella denunció como acoso sexual no calzaba con acoso. Entonces que yo con eso la violentaba y la agredía y esas cosas que dicen las chiquillas ahora…

¿Será, Fulanito, que vos le dijiste eso a la muchacha?

Mirá, la denuncia no tenía ni pies ni cabeza. Yo sé porque yo, por responsabilidad social, soy secretario voluntario del comité a cargo de investigar esos casos y entonces diay, me tiro todo el rollo cuando acomodo expedientes y además vos sabés que estoy estudiando derecho, entonces algo entiendo. Esa muchacha denunció algo que no pasó en hora laborales, ni en el lugar de trabajo ni…

No me contés detalles, Fulanito. Esos expedientes son confidenciales.

¡Exacto! Oíme: Esta muchacha llegó a mi oficina a que yo le diera apoyo emocional porque el caso ha sido muy duro para ella y ella dice que yo soy como su figura paterna en el trabajo. Me preguntó qué pensaba yo y le dije precisamente eso que te estaba diciendo y que si por mi fuera, el caso no pegaba, así que fuera pensando cómo iba a seguir trabajando con el muchacho al que denunció porque no veía que lo fuesen a despedir.

O sea que la denuncia anónima tenía razón...

Pero espérate. Yo me defendí diciendo que yo no había dicho eso. Y esta muchacha dijo que me grabó con el teléfono, obvio sin que yo supiera, ese día que hablamos y que ofrecía la grabación de prueba. ¿Vos sabías que eso es un delito?

Debí sospechar, porque vi que ella cuando se sentó se puso el celular entre las rodillas y a cada rato lo manipulaba. Además, hablaba muy lento y muy despacio y varias veces me pidió que repitiera lo que le estaba diciendo. Y es que esos chiquillos de ahora son buenísimos manejando el celular. Yo ni textear puedo.

Yo estaría horrible si no fuera porque me grabó sin permiso. Bueno, horrible no, porque lo que hago en el comité es de puro voluntariado y en el peor de los casos, me quitan y ya está. Pero queda uno como un rabito con todo el mundo.

Entonces, me puse a pensar si esto le pasara a los demás compañeros ¿Vos te imaginás? Así que tuve esta idea y me fui soplado a comprar las canastas. Antes de toda reunión – incluyendo mi oficina-  se apagan celulares y se dejan aquí puesticos. Los recuperan a la salida. Igual que en la embajada ¿Qué te parece? ¿Vos me redactás la política en una carrerita?

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