En marzo de 2021 se vendió una obra de arte del artista Mike Winkelmann llamada Everydays: The First 5000 Days por más de 69 millones de dólares en la casa de subastas de Christie. No es fuera de lo común ver ventas de arte de montos tan altos, pero esta es especialmente importante porque la pieza se vendió como un token no fungible (NFT), un registro electrónico correspondiente a una imagen que vive íntegramente en el mundo digital. Es decir, la obra de arte no existe en el mundo físico. El comprador fue un inversionista de criptomonedas basado en Singapur, quien entonces pasó a ser dueño de la siguiente foto en internet:

Tanto el comprador como el artista tenían un interés en impulsar el alto precio de este NFT, porque querían incentivar el incremento del precio de otras 20 obras del artista, llamadas “B20 Tokens”. Si bien la iniciativa pareció comercialmente factible, la realidad fue otra. El precio de estos otros tokens que alcanzó su nivel más alto en 23,62 dólares por cada uno, cayó pocos días después a menos de 1 dólar.

Para algunos, los NFTs son algunos de los coleccionables más importantes de la era digital. Para otros, son una poderosa herramienta de inversión. Pero muchos aún los miran con recelo e incredulidad. Entendamos hasta dónde puede llegar a crearse un nuevo modelo de intercambio de valor apoyado en este nuevo tipo de activo digital, que vive exclusivamente en la blockchain.

Una nueva clase de activos

Es fácil ver cómo los NFTs generan tanta atención: son una clase totalmente nueva de activos, y no es común para la humanidad observar la creación de activos de valor muy a menudo. Uno de los primeros registros de este fenómeno se encuentra en la historia. A mediados del siglo XVII, la población holandesa disfrutaba de un periodo de riqueza y prosperidad sin precedentes. Los comerciantes holandeses se enriquecían haciendo negocios a través de la compañía de las Indias Orientales, así que la disponibilidad de efectivo crecía entre la población en general. Un nuevo tipo de tulipanes se había comenzado a cosechar, con flores de diversos y novedosos colores. La aparente escasez de estas flores, unido a la especulación de su capacidad de subir de precio, causaron una de las burbujas más pintorescas de la historia, registrando algunas transacciones de tulipanes por montos que alcanzarían para comprar una pequeña casa. Es fácil concluir que el ser humano asigna valor a los activos en tanto éstos aparentan ser escasos, o pueden llegar a serlo en virtud de un potencial interés masivo de adquirirlos.

Hasta hace muy poco ninguna persona podía reclamar la propiedad de un archivo digital en su computadora. Si yo tengo una foto de, digamos, un Picasso, muy posiblemente miles o millones de individuos tendrán esa misma foto en sus discos duros, y además la podremos encontrar replicada en artículos, reseñas y búsquedas de Google. Nadie es el dueño, pero sobre todo esa foto no es escasa, vive por millones en la red, por lo tanto, su valor de intercambio es cero. ¿Pero qué pasaría si yo puedo demostrar que esa foto es única, que nadie más la posee, y que yo estaría dispuesto a entregar su propiedad a cambio de otro activo, por ejemplo, recibiendo una transferencia de dinero? Bueno, entonces estamos creando un activo que puede almacenar valor. La blockchain puede, debido a su diseño, asegurar que existe un único dueño de este activo, y que las transacciones comerciales de éste serán registradas y auditadas. Este es el principio de los NFTs, un activo digital que resulta ser único, que puede tener un dueño, y que por lo tanto tiene el valor monetario que un comprador interesado le asigne.

El rompecabezas tecnológico

Sin embargo, existen profundas dificultades que, en mi opinión, causan que la práctica se distancie de la teoría una vez más. En primer lugar, un NFT es estrictamente una dirección a un dispositivo de almacenamiento en donde reside esta copia única del archivo digital, y este dispositivo de almacenamiento es posiblemente un disco duro en algún lugar del mundo. De lo único que soy dueño es de un token, es decir, una representación de mi propiedad, no de la propiedad en sí. Esto es especialmente confuso en el mundo digital. En el mundo físico, si tengo un terreno cerca de la playa, puedo decidir venderlo y el comprador se llevará el título de propiedad (token) y será el dueño del área donde esté la propiedad. Pero en el mundo digital si tengo un token que me dirige a un disco duro ajeno, en realidad no soy dueño de esa porción del disco duro. Por lo tanto es difícil aceptar que el traspasar la propiedad del token genera un valor único e irrepetible.

En segundo lugar, no existe una única blockchain en el mundo digital, hay muchas. Usualmente los NFTs se crean en Ethereum, pero, ¿qué sucede cuando existe un NFT en una blockchain diferente? Entre estas plataformas no existe interacción natural, por lo que un artista podría escoger publicar su propiedad en varias blockchains, y venderla en cada una de ellas, rompiendo con el principio de que el activo es único e irrepetible.

Finalmente, el universo de las NFTs está plagado de fraudes. La principal plataforma de comercio de NFTs, OpenSea, ha indicado que posiblemente más del 80% de los NFTs listados para la venta son arte plagiado o colecciones falsas. La enorme dificultad de verificar la unicidad de un activo digital causa que las iniciativas fraudulentas se multipliquen, cosa que no sucede tan fácilmente en el mundo físico, porque con cierta facilidad puedo viajar a la playa, observar el terreno que compré, asignarle seguridad física, y construir sobre él, cosa que nadie más podrá. Es decir, unicidad demostrada. No así con los activos digitales.

No será fácil por lo tanto lograr que los NFTs representen exitosamente propiedades que viven exclusivamente en el mundo digital, y que además representen valor, simplemente porque un requisito para que esto suceda es que su falsificación, duplicación y fraude sea difícil, lo cual en el estado actual de la tecnología no lo es.

El futuro de los NFTs

Sin embargo, no todo es pesimista en este mundo de los activos digitales. Los NFTs son programables, por lo que podría incluso asignárseles propiedades que generen utilidad directa a sus dueños. Desde esta perspectiva, los NFTs pueden funcionar como tarjetas de membresía, boletos de acceso a eventos o representaciones de mi persona en el mundo digital, por ejemplo, en el metaverso. Las compañías comerciales pueden identificar a sus consumidores frecuentes a través de la posesión de tokens, y enviarles condiciones especiales, ofertas o incluso mercancías de premio en agradecimiento por su lealtad, por ejemplo. En estos ejemplos, los NFTs están representando una característica que su dueño posee en el mundo real, lo cual tiene valor y puede ser intercambiado. Los dueños de los NFTs pueden tener acceso a diferentes experiencias, productos y servicios que se valoran de acuerdo con el interés que pueden generar.

Aún estamos por ver enormes desarrollos tecnológicos, muchos de ellos enriquecidos por nuevos mecanismos intercambio de valor que involucran a las criptomonedas y los NFTs. Sin embargo, como con cualquier innovación disruptiva, falta todavía que la confianza del mundo les otorgue la solidez de la que aún no disfrutan. Entre tanto, al decidir el invertir en uno de estos activos digitales hágalo pensando en que su inversión podría desaparecer sin aviso, y alimente su curiosidad con montos que, en caso de un desplome, no lo dejen tratando de vender tulipanes, o archivos de su computadora, ante un mercado que perdió totalmente el interés.

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