A raíz de los grandes aumentos de casos diarios que hemos vivido en esta semana, siento la obligación de compartir el testimonio de mi familia para concientizar a la población, con la esperanza de evitar un poco que esto se nos salga de control y que todos tomen las medidas necesarias para evitar tener a un familiar muerto o cerca de estarlo. Lamentablemente la segunda ola viene fuerte pero siempre algo podemos hacer.

Mi papá se infectó con COVID-19 en marzo, él es guía de turismo y debido a su trabajo estuvo expuesto a su grupo de personas provenientes de Panamá. Asintomáticos y enfermos.

Él tuvo la sensatez de pedir que no se le acercaran ni lo saludaran de beso ni abrazo cuando regresó a la casa, donde viven mi abuela, mi mamá y mi hermana. Esto, literalmente, nos salvó a todas. Inmediatamente se aisló voluntariamente mucho antes de que alguien se lo dijera.

Él fue de los primeros contagiados y cuando sospechó que algo no andaba bien porque sus turistas tosían mucho en el bus, no tuvieron ninguna precaución durante su viaje en el país, y con el temor de enfermarse, él decidió no despedir a su grupo, y quiso prevenir cualquier contacto en casa (no tenía síntomas cuando regresó). Incluso, no quiso tampoco ir a una fiesta de ex-compañeros de colegio a la que lo habían invitado. Los salvó a todos ellos también.

Sin embargo, a los pocos días empezó con fiebre, la peor quiebra huesos de su vida, dolores de cabeza exagerados... Se llamó a la línea 1322, donde le indicaron aislarse en casa y si el cuadro empeoraba que fuera al hospital. Y así sucedió.

Le hicieron la famosa prueba de COVID-19 un domingo en el hospital y el lunes lo llamaron del Ministerio de Salud para confirmarle el diagnóstico que le cambiaría la vida. Positivo por COVID-19. Un isopado hasta el fondo de la nariz era apenas una cosquilla para todo lo que se venía.

La indicación fue extremar las medidas de higiene y cuarentena obligatoria para todos en casa, hasta un papel los hicieron firmar el Ministerio de Salud jurando que no iban a salir en ese periodo (15 días).

Una semana estuvo aislado en un cuarto, empeorando todos los días, con picos de fiebre de 40, perdió el olfato y el gusto, sin poder ser atendido porque estaba aislado. Hacernos video llamadas le era difícil en un punto y se cansaba muy rápido. Le dejaban la comida afuera de la puerta del cuarto y tenía que agarrar fuerzas —no sé de dónde— para levantarse, comer, ir al baño y atenderse sólo.

Por otro lado, yo que no tenía restricción, podía ir a dejarles comida y productos de limpieza en la cochera de la casa, ya que ninguna podía salir. Sin saludar ni estar en contacto con mi familia les dejaba las cosas y me iba. Por dicha, yo podía hacerlo. Pero ¿y si yo no hubiera podido? Mi otra hermana está embarazada.

Empezaba entonces la preocupación y la angustia por el estado de salud de papá, y por saber si en 15 días alguna más también se iba a enfermar. Gracias a Dios, ninguna, hasta la fecha, se ha enfermado.

Un sábado, papá tosió con sangre, y esto ya no nos gustó. Llamamos al Ministerio de Salud y enviaron a un médico sacado como de una película de ciencia ficción, vestido en traje como de astronauta para valorar a papi, y fue en ese momento, que se coordinó su traslado en ambulancia al hospital. Era lo mejor.

Salió de casa y no sabíamos si esa iba a ser la última vez.

Llegando al hospital, no teníamos idea que se iba a convertir en una estancia de 53 días. Al ingresarlo, pasó un día y medio con una máscara de oxígeno y su saturación estaba en niveles muy bajos; a cómo podía, nos hacía unos videos por WhatsApp actualizándonos sobre su estado pero se agotaba.

Su último video fue un lunes por la mañana. En la tarde, nos enteramos de que le habían inducido un coma e ingresado a la UCI con ventilación mecánica como medida preventiva a que su estado empeorara. Aquí empezó la primera bajada en la montaña rusa, que nos traería más caídas libres, retorcidas, giros, vuelcos y más subidas y bajadas.

Mi papá experimentó la muerte 3 veces estando en la UCI. La agonía y la angustia que vivimos como familia no se pueden explicar. La enfermedad COVID-19 es tan cabrona, que te golpea duro, en solitario, estas aislado, te daña todo y más. Con o sin factores de riesgo, esto es una rifa, le toca a quien sea.

A papá, a parte del isopado, le hicieron (una breve lista para que tengan una idea): el isopado como 10 veces más, el laringoscopio para entubación orotraqueal, sondas, vías y catéteres en cada vena, arteria y orificio del cuerpo, medicamentos hasta 20 a la vez o más, sacadas de sangre diarias, inyecciones por todo lado, traqueostomía, máquinas de todo tipo para mantenerlo con vida, hemodiálisis, plasmaféresis, etc. ¡Y la gente se asusta por la prueba!

Sus riñones colapsaron, sus pulmones también, y mientras estas en la UCI todo es impredecible y puede cambiar en segundos. Nuestra lección fue que había que llevarlo un día a la vez, sin ser pesimistas, pero sin ilusionarnos tampoco. Cada día que llamábamos, el reporte era “está muy delicado”, “está estable”, “está delicado”, “va mejorcito”, “se complicó”, “oren mucho”, “despertó”, “echó para atrás”... Las visitas al hospital se restringieron y cuando se podía se hacía videollamada, pero eso es también todo otro tema.

Mi madre tramitó la funeraria, y cada día sólo esperábamos la llamada con la noticia de que había fallecido papá. Y yo no podía dormir pensando en que no lo vi más ni para enterrarlo o que lo iban a devolver en ese horroroso saco anaranjado o en un ataúd sellado.

Yo tuve apoyo psiquiátrico y del trabajador social para poder sobrellevarlo todo. La CCSS, es una institución de lujo que nos ha dado atención integral.

El jueves santo papá despertó ¡estuvimos tan felices! Pero la alegría duró unos días y volvió a ser inducido a un coma y se agravó mucho. Estuvo muerto y abril no lo tengo procesado en mi mente por lo angustiante que fue.

Pasaron muchas semanas y muchas cosas sucedieron con él, complicaciones y sorpresas; hasta que su prueba ya salió negativa. Cuando eso se dio, le quitaron el aislamiento y fue un triunfo del personal de la UCI y una alegría para nosotros. Pude ir a visitarlo, hasta que adquirió de esas infecciones nosocomiales y lo volvieron a aislar. Y ya no más visitas.

Papi lucho duro y más, los médicos, enfermeros y todos en la UCI también, orábamos y orábamos más, nos unimos conocidos y desconocidos hasta que el milagro se nos hizo. Papá pudo salir de la UCI. Pero Reinaldo no lo logró. María tampoco, así como los demás que no han ganado la batalla. Que sus familias tengan mucha fortaleza, les garantizo, porque lo vivió mi papá, que están en un lugar de una paz como ninguna otra, donde el que llega ahí ya no se quiere devolver.

Cuando dicen que alguien se recupera de la enfermedad y que salió de la UCI, no dicen lo que falta. Un caso grave como el de papá consistió en que perdió 30kg, se debilitó tanto que a la fecha no puede caminar ni valerse por sí sólo. Debe usar pañales, no come sólo, no puede ir a bañarse, y emocionalmente es un golpe duro. Para todos. Además, por estar tanto tiempo encamado se le hicieron úlceras por presión en muchas partes de su cuerpo, que aún no han cicatrizado. De tanto medicamento el estómago queda barrido de su flora intestinal, lo que lo hace propenso a bacterias e infecciones. También en las vías urinarias.

Esto ha implicado que mi mamá se dedique 100% a él y cerró su negocio para poder atenderlo. Hemos adaptado la casa, alquilado equipo especial para poder movilizarlo, hemos necesitado fisioterapeutas y nutricionista.

La convalecencia en casa es a tiempo completo, difícil, pero una bendición por la segunda oportunidad de vivir.

El caso de papá fue muy lamentable y desafortunado por cómo se contagió, pero en otros casos donde se ha podido prevenir el contagio con algo tan simple como mantener la distancia, es demasiado sin gracia jugarse el chance de terminar hospitalizado. Asuman que ustedes son asintomáticos y tomen todas las medidas necesarias para no contagiar a nadie. Papá fue afortunado, recibió atención oportuna y tuvo equipos para vivir disponibles y al equipo médico con energías para trabajar duro. ¿Pero y si la UCI hubiera estado llena?

Lleven alcohol en el carro, cubre bocas, apenas tengan oportunidad lávense las manos. Usen el mismo calzado si tienen que salir y déjenlo afuera de la casa y limpien las suelas. No saluden a nadie, mantengan la distancia. Ahora, más que nunca, hay que tomar esas medidas. Asuman, que todos los que andan afuera están enfermos sin síntomas y protéjanse.

Mejor pecar de precavido que lamentar la muerte de un ser querido. Cada caso nuevo es una noticia dolorosa, por favor cuidémonos. Deseo no tener que vivir esto con nadie más.

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