Durante la semana santa logramos ver como las medidas establecidas por el gobierno para evitar la propagación del Sars-Cov 2 (coronavirus que ocasiona la enfermedad COVID-19) estaban dando frutos, calles libres de vehículos y aceras libres de peatones. Los días jueves y viernes de dicha semana fueron donde más pudimos observar este comportamiento a través de los medios de comunicación, pero claro, un factor determinante fue que eran días feriados.

Como usualmente decimos los ticos, lo que vivimos en la semana santa fue un alegrón de burro, una alegría efímera. Por lo tanto, la reacción ante dicho escenario fue el enojo de la población, incluyendo por supuesto al Ministro de Salud, quién expresó que dicho comportamiento de la población era “un mal presagio”.

Sin embargo, aunque menciono la palabra “población” para referirme al conjunto de ciudadanos de Costa Rica, debo hacer la aclaración de que hablo de dos poblaciones distintas.  Pero antes, debemos repasar algunos datos importantes. El parque empresarial del país está representado por las Pymes en un 97,5% lo cual se traduce en un 37,5% del PIB, según datos del Ministerio de Economía, Industria y Comercio (MEIC). Por otro lado, muy recientemente se mencionaron datos muy importantes generados por el Programa Estado de la Nación, donde se mencionan las brechas sociodemográficas y económicas que persisten en el país. Citando que 104.000 viviendas no tienen acceso a los servicios básicos como agua luz y manejo de residuos sólidos y que los efectos negativos del distanciamiento físico que está experimentado la población podrían ser compensados por una mayor conectividad remota a través de herramientas digitales, sin embargo, esto no es una posibilidad para todas las familias costarricenses puesto que, un 40% no tiene acceso a internet ni por cable coaxial, fibra óptica, o teléfono fijo.

Ahora bien, cuando me refiero a dos poblaciones, me refiero a las que resultan de todo lo anterior y que se traduce en la población “quédate en la casa” y la población que no puede quedarse en casa, y la pregunta es ¿en cuál estamos nosotros? ¿Pertenecemos a la población que tiene todas las necesidades básicas del hogar, conexión a internet y herramientas digitales? ¿O somos de la población que debe jugársela y salir a la calle todos los días para mantener o buscar el sustento económico? Y aclaro, esto no es una justificación, ni un romanticismo del “pobrecito”, no lo es. Es un llamado a que practiquemos la empatía. Todos estamos preocupados, alarmados y angustiados por esta crisis, es algo que nunca habíamos presenciado, ningún gobierno en el mundo tiene el 100% de certeza de qué hacer y cómo hacerlo, y aunque quisiéramos poder participar en la toma de muchas decisiones a nivel país, nada va ser más efectivo como las decisiones que tomemos para nosotros mismos. No seamos de los que tomamos un teléfono y empezamos a tratar mal y a denigrar en las redes sociales a las personas que andan afuera de sus casas. Ahí afuera caminan muchas personas cargadas de miedo porque tienen que tomar un transporte público y convivir muy de cerca con otras personas. Nuestro grano de arena para superar esta pandemia empieza en nosotros mismos, sí, quedémonos en casa los que podemos, practiquemos el distanciamiento social los que podemos, pero no ataquemos a los que andan afuera, antes de emitir un comentario negativo mejor pensémoslo dos veces y analicemos las posibles razones por las que eso pasa, pidámosle a Dios, o en lo que cada uno crea, por esas personas y que logren llegar a sus destinos libres de este virus y no afecten a sus familiares. No aplanemos la curva de la empatía, hagamos que crezca exponencialmente y aportemos cada uno desde nuestras propias trincheras, ese es el espíritu costarricense. De las crisis nacen las oportunidades, aprovechemos y construyamos un mejor país, una mejor sociedad.

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