En las postrimerías del año 2011 y hasta finales del 2017, varias generaciones estudiantiles ocuparon/administraron un espacio abandonado de la Universidad Nacional. Este espacio se utilizó para albergar al movimiento estudiantil autónomo y para la exposición de diversas actividades culturales/artísticas. Posteriormente, el espacio autónomo se nombró como Quilombo. Un “graffiti” en una de sus paredes recuerda uno de sus objetivos políticos: “Quilombo santuario de Libertad”. 

Por el carácter rebelde y combativo del Quilombo, este fue disputado por representantes estudiantiles a fines a la rectoría. No consiguieron apropiarse de él. Sus luchas y trabajo político continuaron. Por ello, a mediados del 2015, ya en la administración del actual rector, Alberto Salom, inicio una campaña de desprestigio contra el Quilombo y sus ocupantes. Uno de los ataques-discursos fue indicar que las personas ocupantes del espacio no eran estudiantes, que eran violentos y sus acciones ponían en peligro a la comunidad universitaria, entre otras aseveraciones. De manera peyorativa fueron nombrados como “anarcos”.   

 A finales del año 2017, el espacio estudiantil fue demolido por las autoridades universitarias encabezadas por Alberto Salom. El estudiantado, principalmente el denominado autónomo, ocupó el lugar para evitar su demolición. Sin embargo, tras un infructuoso diálogo, las autoridades universitarias utilizaron a los guardas para desalojar de manera violenta a los estudiantes. Días después, la edificación autónoma fue destruida bajo el pretexto de que se encontraba en “zona de derrumbe”.  

La demolición del Quilombo es una representación del carácter represivo de la actual administración de Salom. En la actual coyuntura política, en la cual estudiantes defienden a la educación pública mediante la toma del edificio de rectoría, Salom emprende su ya conocida táctica y estrategia, solo que cuenta con nuevos elementos.

La estrategia de las autoridades es criminalizar y reprimir la protesta estudiantil. Para ello, se envió a los guardas a sacar por la fuerza y de manera violenta a los estudiantes ocupantes de la rectoría. En este sentido, uno de los nuevos componentes de la táctica ha sido recurrir a la Fuerza Pública (FP) o la Policía Municipal para aumentar la represión. La madrugada del miércoles 23, la FP le lanzó gases lacrimógenos a los estudiantes. Para justificar estos acontecimientos, el rector acudió a tres elementos narrativos, de los cuales dos son habituales en su retórica: indicó que quienes realizan la toma del edificio son violentos y personas ajenas a la institución que ponen en peligro a la universidad, estos son los famosos “anarcos” de Salom. El nuevo elemento discursivo utilizado es xenófobo: ¡las personas de la toma son extranjeras!

Parafraseando uno de los comunicados estudiantiles de finales del año 2017 opuestos a la demolición del espacio estudiantil autónomo, el actuar de Alberto Salom representa la praxias a la cual se opuso el movimiento político estudiantil-universitario que fundo el quehacer universitario actual y que plasmo en el Manifiesto de Córdoba la dirección política-educativa de las instituciones educativas: el amor. 

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