Un buen día llega el chico a casa y dice: “¡Mamá! ¡Papá! Mi profe es no vidente”. ¿Qué se le pasa por la cabeza en ese momento a sus padres? Quizá admiración, quizá imaginen que es una suerte de súper humano con los otros sentidos sumamente desarrollados como el ciego héroe de Marvel.
Tal vez por curiosidad le pregunten a su hijo sobre cómo se la juega para dar las clases el profesor y ahí tal vez caigan en la realidad. Puede que les responda que la pasa muy mal, que los compañeros y compañeras se aprovechan de su ceguera para presentarle trabajos en blanco, que entran y salen sin permiso del aula, que se hacen pasar unos por otros, que al momento de un episodio de mal comportamiento nadie dice nada y de pronto no hay infractores, todos escondidos detrás de la imposibilidad de ver del maestro.
Permítanme presentarme. Mi nombre es Jonatán González Díaz, licenciado en Educación Musical, docente en el Liceo de Esparza, no vidente. Ni por asomo soy Daredevil, aunque llevo 14 años de intentar desarrollarme profesionalmente.
Sucede que la labor docente ha cambiado. Antes podía ser más fácil para un no vidente ser maestro, pues la manera en que se evaluaba, los deberes del educador, el manejo disciplinario y hasta la sociedad, dejaba a nuestro grupo de profesionales pasar inadvertido para la comunidad educativa y hasta el mismo MEP.
Hoy en día la realidad de los funcionarios de la educación con alguna discapacidad es ciertamente complicada y lo peor es que a las autoridades ministeriales parece no preocuparle demasiado. Con la entrada en vigencia del Reglamento de Evaluación de los Aprendizajes 2018 N° 40862 – MEP, los deberes de los docentes resultan incompatibles con una persona ciega en los incisos F, G, K, L, M, N, Q, R y T del Artículo 15, sin mencionar que ahora en la evaluación, el más importante de los componentes es el Trabajo Cotidiano, el cual según dicho reglamento se evalúa mediante la observación de las habilidades y destrezas que los estudiantes obtienen del conocimiento.
La forma en que se maneja la disciplina es mediante boletas o debidos procesos, los cuales son actos administrativos que requieren que la persona que los firme sea capaz de atestiguar que el hecho ocurrió, sí, visualmente.
Antes podías llevar tus registros de notas propios, adaptándolos a tus recursos, pero ahora existe un programa llamado PIAD, que luego de varios años de existir, aún no es 100% accesible para personas ciegas y adivinen, es de uso obligatorio.
A partir de que nuestro país integró la Convención Internacional de Derechos de las Personas con Discapacidad aprobada por la Asamblea Legislativa de Costa Rica por Ley N° 8661, se afirma que las personas en condición de discapacidad tienen el derecho a igualdad de condiciones laborales, a que se les consulte en caso de cambios que les afecten y a que se les brinde el apoyo humano y tecnológico que requieran para desempeñar sus funciones.
Lamentablemente, como en la mayoría de las leyes en materia de discapacidad, esto no se cumple y para lograr algo hay que pasar por una maraña de solicitudes, las cuales usualmente andan de oficina en oficina, sin que nadie asuma responsabilidades, obligando a los afectados a presentar recursos de amparo, los cuales a pesar de ser declarados con lugar, usualmente quedan como una anécdota.
Ya existe jurisprudencia que ha ordenado al MEP nombrar asistentes en las aulas y otros ajustes razonables para los docentes. La primera fue en favor de un profesor en Cartago, (Res. Nº 2016005981) en cuyo por tanto se ordena a las autoridades ministeriales “adoptar las medidas necesarias para que el recurrente cuente con asistencia calificada para el desempeño de su labor como Profesor de Español en el Liceo de Paraíso, dentro de los ocho días siguientes a la comunicación de esta resolución. Asimismo, proveerle los apoyos tecnológicos que requiera”. Posteriormente en un amparo que yo interpuse (Res. Nº 2018015115) que reza en el por tanto que el MEP ha lesionado derechos “por la acusada dilación en atender la solicitud del recurrente de un nombramiento de un asistente de aula y ayudas técnicas y tecnológicas para el desempeño de su cargo”.
Aún con estos antecedentes, el Ministerio no ha creado un puesto de asistente para docentes con discapacidad, ni ha dispuesto un presupuesto para apoyos técnicos, mucho menos un procedimiento simple para solicitar dichos ajustes razonables que la ley exige.
Incluso en mi caso se emitió un informe por parte de una comisión del MEP que fue a observarme 30 minutos el primer día de clase, con recomendaciones poco claras, en las cuales no hay compromiso ni de asistente en el aula ni de apoyos técnico-tecnológicos en el plazo que dictó la Sala IV, actitud que sigue eludiendo la responsabilidad de actuar en consecuencia con todo el discurso de inclusión que prodigan en favor del estudiantado, pidiendo al cuerpo docente un arduo trabajo con sus estudiantes con discapacidad, pero aplicando cuchillo de palo con sus funcionarios en esa condición.
Para mí la solución no es reubicarme o apartarme de mi profesión. Amo mi trabajo y quiero demostrar mi capacidad, pero no estoy en igualdad de condiciones. Si alguna de las autoridades en lugar de ir a observarme como a una especie rara en un zoológico se pusiera en mis zapatos, atendiendo a 30 muchachos de riesgo social con los ojos vendados por un par de lecciones al menos, creo que me entenderían un poco más cuando digo que puedo con mi trabajo pues fui formado para él, pero no soy Daredevil.
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