En la actualidad los flujos migratorios a nivel global son un fenómeno complejo, constante y de múltiples causas, en los cuales en muchas ocasiones se pone en riesgo desde la dignidad de las personas hasta su propia vida. Centroamérica, no escapa de esta situación y en las últimas semanas la situación se ha hecho más mediática, sin embargo, no hay que olvidar que este es un fenómeno de larga data para la región y diverso en su composición de personas.
Costa Rica lamentablemente no escapa de esta situación que afecta a todos los países de la región. Después de que se hiciera pública la noticia, en junio de este año, de la aparición de un niño costarricense en Arizona, se ha generado un llamado de atención a la institutionalized costarricense; evidenciando que la problemática regional de la migración se encuentra afectando a las poblaciones más vulnerables de los países.
El menor de seis años de edad no realizó la travesía en solitario, pero en sus últimas instancias sí esperó sin compañía al porvenir de ayuda que le permitiera reunificarse con sus familiares. Sin embargo, el menor al igual que otros miles de menores centroamericanos que viajan sin compañía, vivió en plenitud el proceso migratorio que lo alejaba de su familia, viviendo en un centro de atención y a la espera de que se determinara su estado migratorio.
La realidad es que estos niños intentan atravesar lo que se considera mundialmente como una de las rutas más peligrosas, donde se exponen a un número considerable de violaciones a los Derechos Humanos y ellos, como población vulnerable, se exponen a un viaje cargado de angustias. Ante esta realidad, ¿qué están haciendo los Estados centroamericanos para mitigar esta situación?, ¿por qué los niños, provenientes de poblaciones tan vulnerables, se someten a un viaje de tan pocas garantías, aún sin compañía?
Claro está el riesgo que implica por sí misma la migración irregular, y los niños y niñas migrantes no acompañados son una realidad en la región, entre esa población que busca llegar a su objetivo final cada año. Según el informe “Desarraigados en Centroamérica y México”, de el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés) las motivaciones de esta migración se deben a la interrelación de factores como “la pobreza absoluta, la amenaza constante de la violencia, una gran escasez de oportunidades educativas para los niños y un profundo deseo de reunirse con familiares que ya han migrado”.
Para dimensionar lo grave y amplio del fenómeno es que del 2016 a abril del 2018 se contabilizaron 68.409 niños y niñas migrantes detenidos en México, y de estos más del 90% fueron retornados a su país de origen, el 91% deportados hacia Centroamérica, según el informe anteriormente citado. Sin embargo, hay que preguntarse ¿cuántos casos de niñez migrante no acompañada quedan sin contabilizar?
El fenómeno se desarrolla en diferentes magnitudes en la región, siendo la subregión del Triángulo del Norte (El Salvador, Honduras y Guatemala) la que más migrantes expulsa y a la vez, siendo la subregión con más cantidad de niños retornados de parte de México y de Estados Unidos.
Asimismo, estos países poseen problemas en su institucionalidad que limitan el margen de acción para atender y prevenir este fenómeno. Una clara ausencia de datos y estadísticas consistentes a nivel regional, limitaciones presupuestarias y separación entre los compromisos adquiridos desde las leyes con la operatividad de políticas públicas son a grandes rasgos algunos de los retos en los que deben trabajar estos países. A esto sumarles la garantía de los Derechos Humanos de estos niños y niñas en términos de desarrollo integral de la persona como en educación y pobreza.
Sin embargo, a pesar de la adversidad estructural, los gobiernos estatales y locales en conjunto con organizaciones comunales, han desarrollado iniciativas para mitigar las repercusiones negativas en las vidas de estos niños y niñas migrantes que viajan sin acompañantes, desarrollando fortalezas a nivel país, pero a la vez generando retos para mejorar la gestión y el alcance de dichas iniciativas a nivel regional.
Dentro de estas fortalezas que se identifican el fortalecimiento de los lazos consulares, así como la coordinación con los países destino (México y Estados Unidos), la creación de centros de atención para niños retornados, así como políticas de reintegración a las sociedades de origen, por ejemplo a nivel de educación; además se ha trabajado en el desarrollo de políticas públicas y normativa necesaria para asegurar una mayor prevención, pero también protección sobre estos niños y niñas migrantes sin compañía.
No obstante, los retos son mayores, debido a que las causas estructurales en la sub región se profundizan; por lo cual la articulación entre estos países, y en conjunto con países externos como México y Estados Unidos (tránsito y destino, respectivamente) es fundamental para buscar soluciones que resguarden la integralidad y el interés superior del niño. Dentro de estos retos identificados se plantea la necesidad de tener sistemas de información y generación de datos robusto, coordinado entre los países y actualizado, que permita la toma de decisiones.
Además, abordar el fenómeno desde sus causas, aquellas que motivan a la migración de los niños y niñas, lo cual sugiere una planificación y articulación en diferentes niveles (nacional, regional y local) a mediano y largo plazo para lograr una prevención del fenómeno, y evitar de forma anticipada que estos migren con tan arriesgadas condiciones.
Lo cierto es, que en la actualidad estamos nuevamente ante una crisis migratoria, caravanas saliendo desde distintos puntos de la región centroamericana, con cantidades importantes de población que busca mejorar sus condiciones de vida, o en algunos casos esa ansiada reunificación familiar, las políticas de los países destino, son cada vez más fuertes, y las personas deben apelar a su creatividad e ingenio para cumplir con éxito la travesía con el menor riesgo posible.
Entre esas personas irán niños y niñas no acompañadas, junto a personas cercanas y de confianza, en busca de un sueño compartido, retando a un destino forjado fortuitamente, pero con la esperanza de una final feliz.
Es entonces, responsabilidad de todos nosotros, Estados, comunidades población civil, organizaciones internacionales; luchar por un trabajo constante que permita crear condiciones favorables en la protección de estos niños y niñas; generando políticas transferibles a los otros Estados de la región, utilizando plataformas internacionales para generar acuerdos en el tema y una mejor coordinación, promoviendo alianzas públicos-privadas para dirigir recursos en esta problemática, fortaleciendo el personal capacitado que trabaja con estas poblaciones y sus herramientas tecnológicas, creando equipos de respuesta regional efectivos debido a la realidad actual y por último motivar la inclusión de áreas de gran valor para la incorporación social de estos niños y niñas como por ejemplo el arte y el deporte.
¿Qué tan lejos estamos como región de generar mejores condiciones migratorias? ¿Qué tan lejos debe viajar un menor en solitario para sentirse en su hogar?
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