Cuando noviembre se asoma en el calendario, se contabilizan con mayor detalle el número de mujeres que, siendo víctimas de un femicidio, han dejado de estar en medio nuestro. El penúltimo mes del año se deja ver así, en sus datos más tristes, producto de la máxima expresión de la violencia que se dirige contra las mujeres. Este 2018 ha sido feroz en este sentido desde que inició y hasta la última semana de octubre en la que, en menos de 7 días, han acontecido cinco muertes de mujeres en manos de sus parejas sentimentales.
A pesar de todo esto, es sabido que la estadística dura y cruda que se representa en una cifra, muchas veces, no nos dice nada. En ocasiones sucede que, ante el número, sentimos que no podemos hacer gran cosa, que no está en nuestras manos cambiar una realidad que se muestra desnuda y cruel frente a nuestros ojos. Es entonces que se hace impostergable humanizar los datos, a fin de conocer la vida de esa mujer que se convirtió en una víctima más de la violencia que nos ataca con una clara direccionalidad.
A Sonia Navarro le correspondió la ingrata tarea de inaugurar las cifras de los femicidios de este 2018. Con 67 años fue apuñalada repetidamente por uno de sus hijos. Los hechos ocurrieron en la casa que compartían en la provincia de Cartago
La tarde del primer domingo de febrero trajo consigo la muerte para Paula Vargas, de 19 años. Ella murió con un disparo en su pecho. A su lado, en la cama, pensada para el sueño, el amor y el sexo, yacía quien fuera su compañero sentimental por varios años y su verdugo en el último momento. A ella le sobrevive su hijo de 4 años.
Marzo no fue benévolo con Maritza Vargas ni con el bebé de seis meses que se gestaba en su vientre. Su cuerpo fue encontrado inerte en uno de los ríos que recorren Florencia de San Carlos. Una puñalada propinada por su compañero de vida, dejó sin madre a una niña de ocho meses. Maritza tenía apenas 25 años. El tercer mes de este año nos permitió ver, sin máscaras, el ensañamiento presente en los femicidios. Fue así como el cuerpo degollado, y posteriormente quemado, de Mariana Leiva apareció dentro de la casa que compartía con su esposo en Liberia, Guanacaste. Él se entregó a la policía.
Cuatro días le tomó a la muerte femicida viajar de Guanacaste a Golfito para encontrar a Rita Arias en Puerto Jiménez. Veintiséis años de vida vieron llegar su fin debido a los golpes que recibió en la cabeza. El tubo metálico estaba en las manos de su pareja. También en Golfito murió Karen Jiménez, de 27 años, violada y degollada en su propia casa. Cuatro mujeres menos justamente en medio de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer. Sí, al parecer la muerte femicida puede hacer gala de un perverso sentido de oportunidad.
También en marzo, pero esta vez en Cartago, Grettel Tatiana Téllez fue asesinada con múltiples disparos. Mientras los recibía, cargaba en brazos a su hija de casi dos años. Grettel estaba embarazada de nuevo. Se sospecha que la mató una expareja que nunca aceptó la ruptura de su relación.
Antes de que el mes acabara, en Siquirres, moría Kimberly Barrantes con un balazo en la cabeza, dejando a sus dos hijas huérfanas. El gatillero, su expareja sentimental y padre de las niñas. Al momento de su muerte, ella tenía 20 años, la misma edad de Andrea Fernández, quien fue estrangulada por su esposo el jueves santo, en su casa en Santo Domingo de Heredia. De Andrea queda una bebé de menos de un año al momento de la muerte de su madre. Su muerte fue acreditada como femicidio el pasado 20 de julio.
Abril avanzó en el calendario, pero no lo hizo a solas, traía consigo a la muerte que persigue a las mujeres. Fue así como encontró, en Guatuso, a María Isabel Alvarez, sus 35 años y sus tres meses de embarazo, para clavarle un cuchillo de cocina en el pecho. El padre del bebé se presume responsable. Cuatro menores de edad perdieron a su madre ese día. Esta muerte completó la primera decena de femicidios ocurridos este año.
Hacia finales de ese mismo mes, en su casa, semidesnuda y estrangulada, se encontró a Yarissa Ramírez, de apenas 18 años de edad.
En mayo fue el turno de Hellen Abarca, una joven de 19 años, y madre de dos menores de edad. El cuerpo de esta chica fue encontrado, en avanzado estado de descomposición en una fosa. La mató un excompañero sentimental.
Agosto le arrebató la vida a María Trinidad Matus sin importarle que ella estuviese vacacionando en una de las playas más bonitas de este país. Este fue un intento de asalto que incluyó abuso sexual. Ella fue una sirena que acabó ahogada. Su cuerpo fue encontrado desnudo sobre la arena. Hay dos hombres siendo investigados por este crimen. Lo mismo le sucedió a Arantxa López, terapista física de nacionalidad española, encontrada en uno de los senderos del hotel en el que se hospedaba. Se presume que el hombre que la asfixió, también la violó.
También en agosto, estando en una terminal de autobuses, Ingrid Herrera fue ultimada de un balazo en la cabeza. Se sospecha que quien la mató, lo hizo para vengarse de su compañero.
Octubre parece haber traído consigo la cacería de mujeres, en menos de una semana ocurrieron tres femicidios: a Marilyn Rojas la encontraron en su cama con una herida de arma blanca en el cuello. Todas las sospechas recaen en su pareja, quien se encerró con ella en la habitación en la que fue hallada. Ella tenía 44 años y una hija. También apuñaladas, y con visible ensañamiento, murieron Flor de María López, en Grecia y Margarita Flores en Guápiles. A ellas se les suma Angélica Fallas, encontrada en su cama, con un mecate alrededor del cuello, en la misma casa que compartía con su hijo de 10 años; y Xinia Lara a quien su compañero le introdujo una pistola en la boca para dispararle. Esto ocurrió mientras discutían en un bar de la zona sur del país. En el mismo sitio, y con la misma arma, el femicida se suicidó.
El calendario ha llegado ya a su penúltima hoja, trayendo consigo la Conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres y el recordatorio de que vivir vidas libres de este flagelo es un derecho, uno por el que aún hay que marchar, pronunciarse y luchar.
Este año nos faltan 20 mujeres cuyas vidas fueron segadas por las manos de aquellos que jamás comprendieron que el amor no duele, no lastima, no mata y no tiene nada que ver con el control; aquellos que no entendieron que una pareja no es una propiedad y que una ruptura no puede significar una sentencia de muerte. Que no nos falte ninguna más, nunca más.
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