1.
Hace un par de semanas titulé un editorial Ninguna de nuestras diferencias da para tanto. El ambiente en redes sociales entonces ya resultaba más que preocupante —como viene siendo el caso desde hace meses—, angustiante. Linchamientos digitales, groseras ofensas, insultos fuera de control; una sensación de odio y violencia generaliza... No pocas personas me enviaron mensajes privados preguntándome: “¿Qué es lo que está pasando?”.
El tema, claramente, nos supera: se lo estudiará por años. Pero sí: algo pasó. Y pasó frente a nuestros ojos porque de una u otra manera lo permitimos. La serenidad y el diálogo fueron mermando y dando lugar a intercambios cada vez más agitados y más agresivos, donde el espacio para la empatía ha venido a la baja.
Un extraño afán de crucificar “al enemigo” —al que en ocasiones ni se conoce— nos llevó a perder los papeles, ya no era un tema de pasarse “un poquito” de la raya, aquello se convirtió en una horda enojada e irracional, encendida y alimentada por el prejuicio, el insulto y la agresión.
De pronto normalizamos la violencia en redes y desde todos los frentes, porque siempre somos capaces de encontrar una excusa cuando se trata de “mi bando”, obviando un valor esencial de toda sociedad que camina hacia el progreso: la autocrítica. Es fácil poner el problema en “el otro”. Es fácil señalar hacia al frente. Pero ¿qué papel estoy jugando yo mismo en esta polarización? ¿Hasta dónde llega el alcance de eso que me dejo decir desde el teclado pero jamás le sostendría al rostro a otro ser humano?
Precisamente en estos momentos se proyecta en el Magaly la película El Insulto, un doloroso recordatorio de hasta dónde puede llegar una pequeña chispa de odio que podría parecer “irrelevante”. Pero no, ahí vamos a Twitter y a Facebook a escribir lo primero que se nos ocurra sobre personas que no conocemos convencidos de que nunca habrá consecuencias.
Fast forward unas cuantas semanas y tenemos a la Fuerza Pública decomisando botellas de molotov y cuchillos en medio de la primera manifestación neofascista y xenofóbica en la historia de Costa Rica, que por razones que todavía no terminamos de entender se permitió tuviera lugar el día de ayer.
2.
¿Cómo llegamos a este punto?
Nos seduce la idea de pensar que “esos 500” son pocos. Nos encanta señalarlos como “bestias que no nos representan”. ¡Por supuesto que no! Se nos cae la cara de la vergüenza cuando su despliegue de odio abanderados con el blanco azul y rojo le da vueltas al mundo y llega a las páginas de El País. Ciertamente ese comportamiento no es representativo del sentir de la inmensa mayoría de las personas que hoy leen estas letras. Y sin embargo... ¿cómo pudimos permitirnos algo así en nuestras calles? ¿En qué medida hemos validado comportamientos agresivos y violentos que terminan por salirse de control?
La violencia genera violencia, es así de sencillo. Es básico y nos lo enseñan desde la primera infancia. Siguiendo entonces con el más elemental manejo de emociones: ¿Por qué entonces nos cuesta tanto disculparnos? ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar una disculpa? Peor todavía: ¿Por qué nos resulta tan fácil atacar sin reparo? ¿Qué nos da carta blanca para lastimarnos los unos a los otros con tanta facilidad?
Lea también, en Cívica 2.0: La libertad de expresión no es irrestricta.
Esta misma semana un par de funcionarios del Gobierno se equivocaron. No cabe duda. Bromearon con una foto de la expresidenta Laura Chinchilla de forma inapropiada, nadie lo cuestiona. Pero ¿hasta qué punto fue necesario someterlos a todo lo que se escribió de ellos?
En menos de 24 horas ofrecieron una disculpa y fueron sancionados. Podemos o no estar de acuerdo con el alcance de la sanción (análisis objetivo y relevante). Podemos o no creernos la disculpa (especulación subjetiva e irrelevante). Pero... ¿qué necesidad existe de emprenderla a título personal contra ambos? Ninguna.
La cultura del espectáculo se ha brincado la acera de la televisión basura a las redes sociales y las consecuencias son nefastas. Hemos dicho en reiteradas ocasiones que todo es político pero no por eso todo tiene que ser ni politiquero ni inhumano. Y a ese punto estamos llegando. ¿Qué tiene que pasar para que terminemos de entender que este país no va a llegar a ningún lado si figuras de alto nivel del PAC y el PLN siguen encontrando en Twitter un espacio para atacarse y desprestigiarse un día sí y un día también? #LaInteligenciaEmocionalPásala
Palabras Prestadas
“Lo que mueve la discusión nacional es reacción, es oposición a algo o a alguien. Esta dinámica agota al país, nos encierra en una atmósfera cargada, densa y de enfrentamiento. Una nueva generación debe encargarse de pensar y crear salidas, de proponer nuevas esperanzas”.
— Miguel Guillén.
3.
El timing para toda esta sobredosis de bilis no puede ser peor.
Soy el primero en odiar la grandilocuencia de esta frase pero es cierta: Costa Rica está en crisis. El zeitgeist tampoco ayuda. Hace cerca de un siglo Roosevelt pudo celebrar sus “pláticas de chimenea” con la población estadounidense en medio de un momento crítico para su país y la gente lo escuchó. Les pidió confianza. Se la dieron. Alvarado escribe un llamado en términos similares 8 días atrás en La Nación y... no lo comentó ni su familia.
No es chota: es lo que hay. Pocos están atendiendo ese llamado a “ponerse la camiseta” y razones para alimentar su apatía sobran.
Guste o no en medio de ese pantano tiene que moverse un presidente que ya perdió su base progresista aliada y que hasta se dio el lujo de enfriar su relación con Coalición Costa Rica, otro error estratégico de esta administración.
Mucho se habló de reuniones, de darle espacio a la ciudadanía en la mesa, de aprovechar la red comunal que habían consolidado en medio del periodo electoral... nada de eso ha rendido frutos.
Si a tales circunstancias sumamos el desatino del protocolo para el aborto terapéutico la matemática no miente ni engaña, el hombre, necesitado de aliados, va cuesta arriba.
Ese río revuelto para un presidente que tiene solo 10 diputados es más bien un río desbordado, que —me perdonan el verso— puede agarrar para cualquier lado.
En la acera del frente algunos integrantes de la oposición han entendido que no es momento de perder la cabeza y el país se los agradece. ¡Muchísimo! Pero no falta el oportunista irresponsable que, en medio de toda esta zozobra, se atreve a culpar al Gobierno de los 100 días por un suceso como el que atestiguamos ayer y que todavía hoy nos tiene con el corazón ensombrecido.
Lea además: Costa Rica merece lo mejor de mí, necesita lo mejor de mí. Por Sol Echeverría.
4.
Tal cual.
“El pueblo unido jamás será vencido”, escribió en la tarde David Segura, asesor de la diputada Carmen Chan, en un mensaje publicado en Facebook al que agregó: “Es muy fácil culpar al pueblo de xenofóbico, cuando el gobierno tiene una política migratoria tan débil”. El hombre enlazó a una noticia de CR Hoy que da cuenta de la “manifestación” de ayer con el titular “Fuera Alvarado gritan manifestantes en La Merced”.
Repasemos entonces, si me lo permiten.
Una asesora legislativa sube una foto inapropiada (no pretendo bajarle el tono al gesto, estamos claros en que la imagen es irrespetuosa y en que sexualiza a la expresidenta) y las redes sociales la incineran sin piedad. Una persona que ocupa el mismo cargo (incluso fue candidato a diputado con Restauración) hace un post en el cual celebra y justifica la marcha neofascista y xenofóbica, mostrando además su respaldo a los cánticos que emitidos por estos fanáticos en plan “golpe de Estado” y... ¿no pasa nada?
David Segura no fue la excepción. Otras voces —antes y después del evento— fueron igual de irresponsables. Caso de estudio, como no pocas veces, Albino Vargas, quien escribió:
“La realidad es que la manifestación del parque La Merced puede catalogarse como un emergente del descontento social creciente por la agudización de la exclusión, el desempleo y la desigualdad... Y todo lo potencia el combo fiscal. Y NO QUIEREN DARSE CUENTA DE LO QUE SE VE VENIR!”
En un sólido tuit Cristian Cambronero lo puso en su lugar: “No se me ocurre nada más mezquino que usar una manifestación de odio contra una población vulnerable, para posicionar su politiquería anacrónica. Qué vergüenza”.
Fran Robles remata: “Don Albino que vergüenza. Lo de ayer no es expresión de descontento es pura violencia y xenofobia. Ud le hace un daño terrible al sindicalismo, ud después de esto jamás podrá llamarse defensor de nada. Su tren pasó hace rato. Váyase para la casa”.
Y yo suscribo lo dicho por ambos. Aprovecho, además, para llamar una vez más la atención: ojo con estos insensatos oportunistas de turno que se aprovechan de situaciones extremas para llevar aguas a su cauce. Ojo con ellos, porque son los que —empezamos a encontrar respuestas— jugando la carta de Alex Jones criollos nos han colocado en esta situación.
Lea además: ¿Qué hacer con la migración nicaragüense? Una posible solución. Por Jaime Ordoñez.
5.
Hagan memoria: todavía a inicios del 2017 no nos estábamos tratando así. No hablo de la “marcha” de ayer (evidencia empírica e inmediata por excelencia de hasta dónde ha llegado el desborde). Hablo del creciendo odio con el que se ha venido tratando en los últimos meses la sociedad costarricense.
No pretendo dar a entender que esto es “sorpresivo” o que “hemos cambiado”. Lo que quiero evidenciar es que hubo un evidente detonador para que estos, los peores rasgos del costarricense, estén hoy a flor de piel. Nos estamos tratando, cada vez con más frecuencia, de la peor manera. ¿Quién nos dio esta licencia y en qué momento?
Al filo del inicio de la campaña a un grupo de gente se le olvidó a existencia de los delitos contra el honor —cómo culparlos, es legislación anacrónica de adorno— y empezaron a azuzar el ambiente por la libre con patrañas y fechorías indignas de una contienda electoral de una nación como la de este país, que saca pecho siempre recordando lo estable que es su democracia.
Siguieron. Un día sí y otro también. Siempre sin consecuencias. Y más de un irresponsable —que ahora se las da de paladín de la justicia, la democracia, la libertad de prensa— le puso micrófono a estas voces irracionales y violentas y ahora estamos viendo hasta dónde pueden llegar los discursos del odio.
No olvidemos.
Lea además: Migrantes nicaragüenses: El drama humano entre la xenofobia, la indiferencia y el nacionalismo por Rosaura Chinchilla.
6.
No ha tardado la mejor cara de Costa Rica en recordarnos que no solo somos xenofobia, racismo, machismo, homofobia y tantas otras conductas indeseables más. Como colectivo, estamos por encima de los peores de nosotros. Somos capaces de mucho más que salir a la calle a golpear a nuestros hermanos nicaragüenses. Somos capaces también de entender todo lo que hay detrás de ese suceso en particular. Somos capaces, pues, de más. De mucho más. Y no sobra recordarlo mientras sanan las heridas y tomamos medidas. Empecemos, entonces, por ahí, si le parece...
Leamos a Ura Callejas-Vidaurre y Camila Schumacher. Leamos a Alonso Chaves. A Gaby Arguedas. A Roberto Artavia. A Adriana Fernández. A Dennis Ávila. A Paola Vega. A Laura Chinchilla. Participemos de este ejercicio que propone César...
Escuchemos a Alvaro Cedeño. Escuchemos a Editus, interpretando un tema inmortal de Carlos Mejia Godoy.
Y recordemos, siempre, a César Meléndez... una y otra vez.
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“No dejemos que un grupo pequeño de personas genere odio entre nuestros dos países, eduquemos a los demás porque la xenofobia nace de la ignorancia”. — Ura Callejas-Vidaurre.
Que hoy iniciemos una espiral de solidaridad que se haga sentir en todo el país y que le muestre tanto a los nicaragüenses como a los costarricenses que el amor puede más. — Adriana Fernández.
#TicosyNicasSomosHermanos.