El grotesco titular proviene de un artículo de Semanario Universidad, en el cual leemos la frase, cuya autoría es de la ex “servidora” pública Blanca Iris Palma Alfaro, de 62 años, viuda del exmagistrado constitucional Alejandro Rodríguez Vega, con quien se casó en julio del 2011, dos meses antes de que él falleciera. El Semanario informe que por esa relación matrimonial, Palma recibe una pensión de ¢4,8 millones (bruto), y un monto líquido de ¢3,9 millones; a pesar de que en el momento de la muerte de Rodríguez ella trabajaba y posteriormente se jubiló por su cuenta con el régimen de Jupema, por el cual recibe ¢1,3 millones.

Es decir, a pesar de tener una pensión de ¢1,3 millones por su trabajo, recibe un extra de ¢4,8 millones del esposo fallecido. En realidad, del pueblo.

Así, Palma recibe una pensión millonaria por la que no cotizó, dado que era de su fugaz esposo, pero lo más importante, su esposo tampoco cotizó para el monto asignado a su afortunada viuda. Es decir, este es el vivo ejemplo de lo inmoral e injusto que fue históricamente nuestro sistema, retratando además la desconexión total y desfachatez absoluta de quienes se supone trabajaron para el país. ¡Cómo no se les cae la cara de la vergüenza!

Precisamente, doña Blanca, lo irónico es que usted, que nos regala esa frase para el recuerdo, recibe una pensión de exmagistrado sin haberlo sido, como el peón al que alude con condescendencia. Claro, a diferencia de doña Blanca, el peón está en condición de riesgo social, y si hay alguien que merece la solidaridad de un pueblo, es él. ¡No ella!

Pagamos impuestos para contribuir con las cargas públicas y la sana distribución de la riqueza. Se supone que creemos en la solidaridad con los menos afortunados, para brindarles oportunidades o pensiones dignas. Lo que el peón recibe hoy en día, por haber trabajado toda su vida de sol a sol en el campo, es, a lo sumo, 150 mil colones por mes. Y otros, que no cotizaron por culpa de patronos explotadores, 73 mil colones al mes...

No pagamos impuestos para regalar el dinero y perpetuar una desigualdad social con una clase reducida de funcionarios públicos que pervirtieron el honor de servirle al pueblo, para servirse de este, y encima, cuando el pueblo está despertando, deciden insultar y menosprecian a un peón de finca.

Las “interpretaciones históricas” contrarias a la ley que han perpetuado estos grupos para su propio bolsillo, camuflándolas en mucho casos posteriormente como “derechos adquiridos”, son un vulgar saqueo al sector productivo nacional, pero más lamentable, un asesinato social contra las clases más pobres de nuestro país que eran, en principio, los beneficiarios de los recursos que el Estado toma del pueblo, para apoyarlos, para darles una vida digna.

Hoy, miles de costarricenses se acuestan con hambre, se quedan sin estudios o caen en delincuencia. Pero otro sector, cena caviar en Seychelles luego de un vuelo en primera clase, a costa del pueblo y en perjuicio del que tiene hambre. Volar a Seychelles o Santorini no tiene nada de malo, lo malo es hacerlo con dinero ajeno, y peor, de la gente pobre. Esto tiene que acabar, no podemos hablar de desigualdad social cuando se pretende aumentar impuestos perpetuando privilegios.

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