Práticas sesgadas, preguntas y ejercicios mal planteados que se prestan para la manipulación de los estudiantes. Con fundada preocupación se ha denunciado este problema, que, venga de donde venga, y aparezca cuando aparezca, es inaceptable y debe ser corregido. Con toda contundencia el propio señor presidente, don Carlos Alvarado, se ha manifestado en este sentido. Y las autoridades actuales del MEP han reaccionado con prontitud aportando las aclaraciones necesarias en cada caso.
Como exministra de educación, y en lo que me corresponde, yo también me veo obligada a hacer importantes aclaraciones.
Estas prácticas no forman parte de los programas aprobados en la administración Solís Rivera
Este debate, tan necesario e importante, debe darse con apego a la verdad para no inducir a interpretaciones sesgadas. Y aquí se impone la primera aclaración de nuestra parte: estas prácticas y preguntas no forman parte ni se sustentan en los nuevos programas de Estudios Sociales aprobados durante la administración Solís Rivera.
Veamos el proceso: cuando la opinión pública está, con toda razón y después de leer los ejemplos, preocupada por esta problemática, y cuando el debate se ha instalado, don Leonardo Garnier hace una publicación en la que denuncia antiguos programas que inducían al “adoctrinamiento”. Y afirma que su sucesora -autora de estas líneas-, elevó al Consejo Superior de Educación una nueva versión que supuestamente mantiene esos problemas que él buscó corregir.
No discuto intenciones, pero lo cierto es que un efecto inmediato de estas infundadas aseveraciones es que algunas personas empiezan a asociar las preguntas y prácticas que se están denunciando con el programa de Estudios Sociales que promovimos durante nuestro mandato en el MEP. Prueba de ello es que, cuando niego las acusaciones y defiendo la aprobación de un programa serio y con fundamento científico durante nuestra administración, algunas personas, con buena fe y prudencia me dicen: “Pero doña Sonia…, ¿ha visto las preguntas que se han denunciado?”.
¡Pues ninguna de esas preguntas ni prácticas están en el nuevo programa de Estudios Sociales ni se sustentan en sus principios! Esta es la primera aclaración, insisto, que debo hacer para evitar conclusiones erróneas… ¡tan sesgadas como las prácticas que se denuncian!
Efectivamente, la pregunta simplista sobre un partido político (cuya discusión fue el detonador de la polémica actual), aparece en un texto de una editorial privada cuyas publicaciones -bien lo ha explicado el MEP- no aprueba el Ministerio. Pero sobre este asunto de las editoriales quiero volver más adelante.
Y sobre las prácticas de bachillerato que muestran el mismo problema, explica el MEP: “el documento fue aplicado como prueba de bachillerato en abril de 2010” y, según la Dirección de Gestión y Evaluación de Calidad, “fue publicada en la página WEB del MEP desde 2013.” Es decir, se originan desde antes de nuestra llegada al Ministerio. Paralelamente se cuestiona una práctica de bachillerato elaborada por un asesor y seis docentes de una dirección regional, y el Ministerio de Educación señala que tal material no ha sido avalado por la institución. El área técnica del MEP expresamente señala que el Ministerio no está de acuerdo con lo que propone este material.
Pero en todo caso, lo que queda completamente claro es que tales prácticas, repito, no están en los programas que aprobamos. ¿Por qué hacer insinuaciones que hagan pensar lo contrario?
Como Ministra, siempre tuve una voz propia y una voz firme
También señala don Leonardo en su publicación que su propuesta de programa de Estudios Sociales tuvo la oposición de algunos asesores y de “ciertos académicos universitarios”. Y me acusa de convertirme en “eco de las objeciones de los sectores mencionados”, lo que motiva, supuestamente, mi solicitud de derogatoria ante el Consejo Superior de Educación.
Don Leonardo sabe bien que esta mujer ministra siempre tuvo una voz propia. Ni en este ni en otros temas fui eco de nadie, mucho menos de intereses -económicos, sociales, religiosos o políticos- que pusieran en peligro mis responsabilidades, y las de mi equipo, de promover una educación liberadora a través de la cual nuestros niños, niñas y jóvenes tengan acceso, con objetividad y libertad, a los avances del conocimiento.
Esta acusación infundada e inmerecida me ha ofendido profundamente. Por eso no puedo menos que negar con vehemencia sus acusaciones e insinuaciones. Y la verdad que lo lamento, porque entre don Leonardo y yo ha existido una relación de respeto -que no implica por supuesto acuerdo en todos los temas-, aún en momentos más álgidos que el presente. Desconozco qué lo impulsó a publicar aseveraciones tan desafortunadas.
Es cierto que su programa de Estudios Sociales tenía una gran oposición interna y externa. También la tenían su reforma del programa de Educación Preescolar y de Matemática. Pero estos dos últimos eran excelentes, y por eso junto a mi equipo -y a pesar de muchas críticas internas-, defendimos ambas propuestas y las apoyamos fuertemente. Están en plena vigencia.
Pero el caso de Estudios Sociales es muy diferente. Su propuesta mostraba serios problemas de calidad, rigurosidad y fundamentación teórica entre otras, y por esas debilidades, y no por razones ideológicas, como insinúa, los adversé desde antes de mi llegada.
Con toda transparencia y con argumentos académicos, en privado primero y frente a la prensa después, -como puede constatarse en publicaciones de prensa del 25 de abril y del 6 de mayo de 2014-, le solicité que no los aprobara y que nos diera tiempo de revisarlos. A pesar de nuestras fundadas objeciones, que se respaldaban en criterios desfavorables de distinguidos miembros del Consejo Superior de Educación, y de las entidades especializadas que fueron consultadas, el 28 de abril fueron aprobados, -mediante una votación dividida-, e incluso en contra del dictamen negativo de la Comisión del propio Consejo que los había estudiado.
Documenta el acta de esa sesión (23-2014) las siguientes consideraciones del exministro don Guillermo Vargas: “Hay una serie de objeciones que plantean todos los entes consultados, tanto universidades como asociaciones de educadores…Coincidimos unánimemente en la Comisión en que hay que hacer tanto correcciones específicas como estructurales”…
Elaboramos y aprobamos un programa riguroso que fomenta el espíritu crítico y la autonomía de pensamiento
El 9 de mayo de 2016 el Consejo Superior de Educación aprueba en forma unánime, y con fundamento en criterios favorables de los entes especializados, el nuevo programa de Estudios Sociales. Este es el producto de un largo proceso de construcción y consulta liderado por la Viceministra Académica, Dra. Alicia Vargas y su equipo.
Y hay algo relevante que debe tenerse claro: en nuestra administración los nuevos programas no se aprueban como propuestas aisladas, sino como parte de una ambiciosa transformación curricular, comprensiva e integral. Es aquí donde realmente se da el salto de una educación que refuerza contenidos -y con ello la persistente memorización-. a una que promueve el desarrollo de habilidades para continuar aprendiendo a lo largo de la vida. Así lo reconoce la OCDE en su informe de evaluación: “Costa Rica está implementando una ambiciosa reforma curricular que enfatiza el pensamiento crítico en lugar de la memorización mecánica”… Y damos pasos históricos al consolidar esta nueva visión educativa en un extenso documento que se constituye en una nueva Política curricular, así como gracias a la construcción y aprobación de una nueva Política educativa que renueva la anterior, aprobada en 1994.
A diferencia de las prácticas sesgadas que se han denunciado, el programa de Estudios Sociales que aprobamos -así como ocurre con los demás programas construidos bajo la nueva Política curricular-, tiene situaciones de aprendizaje como la siguiente, en relación con los tratados de libre comercio: “La o el docente asigna a los estudiantes una lectura sobre las posiciones en torno a los beneficios y problemáticas de los tratados de libre comercio como estrategia económica actual. Luego, en un debate discuten ambas posiciones con el fin de reconocer las diferentes posturas del estudiantado”. (página 204) O en el tema del Estado y el sistema electoral, una situación de aprendizaje promueve el uso de “noticias de periódico, reportajes u otras fuentes, preferiblemente divergentes o contradictorias”… ” (página 204)). Y los ejemplos de variedad de fuentes, contrastación de ideas y construcción activa de conocimiento abundan. Esta es la realidad -y no lo que se insinúa-, de los nuevos programas.
La problemática de los libros de texto: dejamos una propuesta en manos del Consejo Superior
Como ministra recibí diversas denuncias sobre pasajes de libros de texto publicados por editoriales privadas. Afirmaciones sexistas, enfoques que desvalorizan el legado de nuestros pueblos indígenas, visiones discriminatorias sobre la población afrodescendiente, imprecisiones históricas, entre otros. Por supuesto que esta situación no es, en modo alguno, generalizada.
Nos dimos a la tarea de estudiar el asunto. Una aprobación previa del MEP, además de inviable en términos de volumen, se ha considerado inconveniente al poder prestarse para limitar las diversas expresiones e interpretaciones. La elaboración de textos oficiales también se intentó en el pasado sin resultados favorables.
Pero lo que resulta claro es que algún mecanismo objetivo y apropiado debe establecerse para asegurar que los libros de texto tengan calidad científica y respondan a la política educativa. No es posible que un asunto de tanto impacto en la formación estudiantil quede “a la deriva”.
Esto nos motivó a elaborar y dejar en manos del Consejo Superior de Educación -y de la comisión encargada-, una propuesta concreta que contribuya en la búsqueda de una solución integral. En este tema tampoco fuimos indiferentes.
No hay que manipular las prácticas estudiantiles…pero tampoco el debate
Confío en que el nivel de la discusión a partir de ahora se elevará, y que éstas sean las únicas líneas que me vea obligada a escribir en respuesta a las desafortunadas aseveraciones que circularon.
Porque hay algo que resulta claro: el mejor aporte que podemos hacer a este necesario debate es la discusión rigurosa y apegada a la verdad, que no cede ante vanidades, ni ante intereses personales o electorales. Tan inaceptables resultan las prácticas pedagógicas que se prestan a la manipulación, como los argumentos que corren el riesgo de fomentarla.
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