Control Político en Plenario, 17 de mayo
En mayo de 1989, hace ya casi 30 años, Dinamarca fue el primer Estado del mundo en reconocerle derechos a las parejas del mismo sexo. Ese país europeo decidió ser una democracia más fuerte y respetuosa de su ciudadanía al aprobar una ley de uniones civiles. Las crónicas periodísticas cuentan que, tras la aprobación, cientos de jóvenes LGBTI celebraron lanzando rosas de color rosado en el Parlamento danés a los congresistas.
Antes de la votación, los opositores lanzaron reiteradas advertencias sobre lo que ocurriría. Los augurios incluyeron la destrucción de la familia, el fin de la especie humana, el caos moral y la instauración de una sociedad sin valores. Evidentemente, esas advertencias no se cumplieron. La cotidianeidad desbarató los más fatídicos mitos elaborados por los detractores. Dinamarca continuó siendo un Estado líder en muchos ámbitos y su sociedad no perdió el rumbo.
Esa dinámica se repitió en diversos lugares. Pasó en Noruega (1993), Suecia (1995), Islandia (1996), Holanda (1998) y Bélgica (1999) cuando decidieron aprobar normas similares. Con el siglo XXI, llegó el reconocimiento de los matrimonios igualitarios en muchos lugares del mundo. La igualdad fue ganando terreno, y las familias y las parejas de todo tipo continuaron conformándose, como había ocurrido hasta el momento y como sigue ocurriendo hoy.
25 países en el mundo reconocen actualmente el matrimonio igualitario. Entre ellos Holanda, Canadá, España, Sudáfrica, Suecia, Argentina, Brasil, Francia, Uruguay, Estados Unidos, México, Reino Unido y Colombia.
Mientras tanto, del otro lado de la historia, en 72 países del mundo aún hoy se penaliza la homosexualidad con cárcel. En Irán, Mauritania, Arabia Saudita, Yemen, Sudán, Somalia, Nigeria, y las regiones controladas por el Estado Islámico en Siria e Irak, la homosexualidad se castiga con muerte. En otros lugares como Uganda, Zambia, India y Barbados las relaciones homosexuales se castigan con penas que van desde los 14 años de prisión hasta la cadena perpetua.
¿Cuántas personas amigas, cuántos familiares o cuántos compañeros o compañeras estarían hoy en la cárcel o muertos, por ser quienes son o amar a quien aman?
Esas no son las preguntas que nos queremos hacer quienes aspiramos a una sociedad justa e igualitaria. Cuando abrazamos la igualdad como principio político -y como principio de vida- lo hacemos para proteger la dignidad humana. Lo hacemos porque nos imaginamos personas con una vida feliz, rodeadas de un entorno de respeto.
En Costa Rica, hace relativamente pocos años, la realidad era mucho más cruenta para las personas LGBTI. La homosexualidad fue ilegal hasta 1971, pero la penalización en la práctica continuó hasta el 2002. Ese año se eliminó del Código Penal el delito de Sodomía, usado hasta entonces para justificar detenciones arbitrarias. Fueron décadas de redadas, agresiones, arrestos, persecución, estigma y dolor. Quienes vivimos parte de esa época, conocemos de forma directa ese sufrimiento vivido por cientos y cientos de personas.
En 2006, un fallo de la Sala Constitucional señaló la necesidad de regular estas relaciones frente al Estado. Con ello se abrió una nueva etapa de búsqueda de mecanismos para que dos hombres o dos mujeres que deseen llevar una vida juntos tengan un respaldo legal que proteja ese vínculo.
Muchas veces quisieron interrumpir ese camino. Luchamos en 2010 contra quienes propusieron realizar un referéndum para decidir si las parejas del mismo sexo tenían derecho a ser reconocidas. Dichosamente, la Sala Constitucional detuvo ese intento, y nos dejó claro que los Derechos Humanos de una minoría no pueden ser consultados a una mayoría.
Por más difícil que pueda parecer en este momento, la igualdad plena de derechos terminará siendo una realidad en este país. Arrancaremos, poco a poco, la discriminación contra las personas LGBTI de nuestra sociedad. Y es precisamente para avanzar en igualdad, para avanzar en derechos, para avanzar en dignidad, para avanzar como democracia… que conmemoramos cada 17 de mayo el Día contra la Homofobia, la Lesbofobia, la Transfobia y la Bifobia.
Avanzamos aquel 17 de mayo de 1990, cuando la Organización Mundial de la Salud eliminó la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales, razón por la cual se conmemora este día.
En Costa Rica, avanzamos cuando en 2008 el expresidente Óscar Arias Sánchez, declaró el 17 de mayo como día contra la Homofobia.
Avanzamos cuando en 2012 la expresidenta Laura Chinchilla Miranda amplió la conmemoración del 17 de mayo para incluir a otras personas LGBTI que también sufren discriminación.
Avanzamos cuando el 17 de mayo de 2015 el gobierno de Luis Guillermo Solís emitió el Decreto Ejecutivo Nº 38999 y la Directriz 025-P, que tienen como objetivo proteger a las personas funcionarias y usuarias de los servicios públicos de cualquier tipo de discriminación en razón de su orientación sexual e identidad y expresión de género.
Avanzamos hoy, jueves 17 de mayo de 2018, cuando podemos celebrar que Costa Rica dio un paso para ser un país más respetuoso de los Derechos de todas las personas. Tras la Opinión Consultiva de la Corte IDH, el Tribunal Supremo de Elecciones le permitirá a las personas Trans registrar un cambio de nombre, acorde con la identidad de género con la cual se identifican, con un procedimiento sencillo, no estigmatizante y gratuito. Nuevamente, como dije en mi primera intervención ante este Plenario, son hechos que cambian vidas. Cuando converso con amigas y amigos trans no hay dificultad para entender el cambio en sus vidas que generará ese reconocimiento del Estado. Todos los días podrán tomar su documento de identidad, y ver junto a su fotografía el nombre con el cual se identifican y les conocen en su vecindario, en su comunidad, y en su hogar.
Avanzamos hoy también con la presentación de la figura del Comisionado para Asuntos LGBTI, una figura que permitirá coordinar las acciones que desde el Ejecutivo sean necesarias para el avance de los derechos de la población LGBTI. Celebro la designación de Luis Salazar como Comisionado, pues fue parte del equipo comprometido y valiente que dirigió la Consulta a la CorteIDH, y su conocimiento técnico-jurídico es amplio en estos temas. Valoro mucho la articulación que él, las organizaciones de la sociedad civil y los aliados y aliadas en la Asamblea podremos tener en adelante.
Aún queda camino por recorrer en temas como estos. Pero la igualdad llegará. Tarde o temprano, con pasos grandes o pasos pequeños, continuaremos avanzando. Ocurrió hace casi 30 años en Dinamarca y ocurrirá en Costa Rica. Y mientras ese triunfo contundente llega es nuestro deber cuestionarnos de qué lado de la Historia queremos estar: ¿Del lado de quienes lanzan advertencias que no se cumplirán? ¿O del lado de quienes deciden asumir con valentía los cambios y la realidad como aquellos daneses que recibieron rosas hace 30 años? La decisión, visto lo sucedido en las últimas décadas, y sabiendo de antemano el resultado de la historia, no debería ser tan difícil. Porque además, siempre será un bonito detalle recibir rosas.
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