El derecho internacional de los derechos humanos (DDHH) no está -ni debe estar- libre de críticas. Los cuestionamientos son diversos en el plano internacional y nacional. Sectores de los países en desarrollo reclaman que la narrativa de los DDHH es euro-centrista y dispone valores occidentales al resto del planeta. Por otro lado, en los Estados Unidos y la Unión Europea, los más conservadores señalan una imposición de valores liberales. Estas críticas están también en Costa Rica. Hoy se reclama una aparente extralimitación en las funciones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) desde el país que impulsó su creación, que la hospeda y contribuye activamente a su desarrollo.
Entender los DDHH requiere hurgar en la más reciente historia mundial. Los genocidios y los crímenes contra la humanidad han existido desde mucho antes de que se les concibiera como crímenes internacionales. Las potencias europeas han sido expertas en técnicas de exterminio y opresión; por ejemplo, España en las Américas y Bélgica en el Congo. Sin embargo, las tragedias sufridas por los europeos en las guerras mundiales fueron el impulso de la creación de un sistema universal de DDHH. Durante la ocupación nazi en Francia, el jurista René Cassin, veterano militar que casi pierde la vida en la Primera Guerra Mundial, huyó a Londres por ser judío. Más de 20 de sus familiares fueron asesinados a manos del Estado francés bajo el ideario nacionalsocialista. No es casualidad que fuera uno de los creadores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Para Cassin, los valores de la Revolución Francesa –la libertad, la igualdad y la fraternidad– debían ser reivindicados y esparcidos por el mundo.
Para el liberalismo francés los DDHH son una realización democrática, no dependen de dogmas, religión, raza ni regiones. Empero, es aquí donde el proyecto de Cassin es visto como uno utópico, sin ser neutral ni universal. Para el keniano-americano Makua Mutua, hay un lenguaje dominante en los DDHH que divide al mundo entre salvajes, víctimas y salvadores. Los salvajes y las víctimas están en los países “incivilizados”. Los salvadores son occidentales autodefinidos como “civilizados” que muchas veces argumentan intervenir para hacer respetar los DDHH.
Analizar el orden internacional es ser conscientes de esas tendencias de pensamiento. Este realismo implica ver que el discurso dominante se aglutina alrededor y en función de quienes detentan el poder. ¿Por qué, a pesar de que la ONU promueve con nobles y válidos propósitos los DDHH, algunos del Consejo de Seguridad han incumplido con lo que estos establecen? Recordemos el uso ilegal de la fuerza de Gran Bretaña y los Estados Unidos en Iraq en 2003.
No obstante, el realismo en el orden internacional no nos puede llevar al relativismo extremo de negar los DDHH, porque son una narrativa liberal y occidental, porque las grandes potencias no cumplen, o porque no calzan con algunas culturas o religiones. ¡Eso sí es utópico! Es imposible que el derecho internacional de los DDHH vaya a ser aceptado uniformemente por todas las culturas y religiones.
Es necesario reconocer que existe un discurso dominante para identificar cuando estamos frente a una imposición y cuando frente a una negación injustificada de derechos. Es una imposición que países como Francia y Suiza, argumentando ser “sociedades seculares”, prohíban a las mujeres musulmanas utilizar los distintos tipos de velos islámicos. ¿Dónde queda el derecho a profesar una religión? Es también contrario a los DDHH que Arabia Saudita obligue a las mujeres a vestirse de determinada forma porque “así lo dicta la Sharia”. Relativizar los DDHH dependiendo de quién los reclama o de donde provienen es negar la dignidad misma del ser humano.
Esta disputa axiológica se observa, más recientemente, en la opinión consultiva 24-17 de la Corte IDH. En respuesta a Costa Rica, se determina que el Estado no debe tener figuras legales para unos y negadas para otros con base en su orientación sexual, quebrantando la igualdad ante la ley. Por ejemplo, la figura del matrimonio si bien deviene de múltiples orígenes (por ejemplo, de la tradición judeo-cristiana), una vez que se incorpora al ordenamiento jurídico está habilitada para todos, se compartan o no los valores que dicha figura tenga para una mayoría de la población.
En Costa Rica y Estados vecinos se reclama una transgresión a la soberanía. Este es un discurso utilizado tradicionalmente cuando no se está de acuerdo con una disposición internacional, ignorando la decisión soberana del Estado de ratificar el Pacto de San José. Esta discusión axiológica es palpable entre los costarricenses y, probablemente, pronto estará en la Sala Constitucional. Unos priorizan los valores tradicionales frente a los DDHH. Otros prefieren el impulso del Sistema Interamericano de DDHH y el cumplimiento proactivo de Costa Rica con sus disposiciones, optando a la vez por una sociedad más liberal.
¿Los derechos humanos son una opción? Sí, la de los valores de la Revolución Francesa: priorizar las libertades, incluyendo la de culto, pero sin llevar el culto a la limitación de derechos fundamentales. Optar por esa posición dominante es una de las elecciones en este Domingo de Pascua; pero advertidos estamos de que el debate seguirá presente en las definiciones y redefiniciones de la sociedad.
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