Productores y consumidores pegan el grito al cielo, ante la subida de precios de los principales insumos de la producción agropecuaria y de los alimentos básicos respectivamente. Empero, ¿Qué se esconde detrás de los constantes aumentos de precios que vemos en estos últimos meses? ¿Qué podríamos esperar si continúa la tendencia creciente de inflación, que a marzo ya supera la inflación acumulada más alta de la década? ¿Qué lecciones podríamos aprender como país de esta situación tan crítica para la provisión de alimentos a nuestras familias?
La subida de costos y precios de los principales alimentos de la canasta básica tiene al menos tres motivaciones externas importantes, la primera de ellas, el rezago de los efectos de la pandemia del COVID-19 que ha motivado importante subida en la inflación internacional de las economías mas grandes y cómo tal, presiones alcistas en las tasas de interés y en los costos de producción a nivel global. Segundo, la situación de guerra y la extensión del conflicto entre Rusia y Ucrania, que está provocando un aumento muy significativo de los precios del gas y del petróleo y con ello, afectando las cadenas de valor de muchas industrias que producen insumos agropecuarios, desde fertilizantes hasta distintos productos de las cadenas de valor alimenticias, tanto para seres humanos como para animales. Esta creciente alza del costo de las materias primas como la soya, el maíz, el trigo e insumos como los concentrados, aunado a los aumentos en los costos de logística y de transporte internacional, están provocando fuertes presiones al alza en los principales productos de origen agropecuario. Las cadenas agrícolas y agroindustriales no tienen más remedio que acudir a aumentar los precios de los bienes finales, tales como, pan, lácteos, café, pollo, huevos, carne, arroz, frijoles y demás productos agrícolas.
Ante los fuertes aumentos de precio en los combustibles se requiere más dólares para su transacción presionando su demanda, afectando así la situación cambiaria, por lo que la subida del tipo de cambio se convierte en otra importante presión al alza en los precios de los bienes agroindustriales. Cómo si esto fuese poco, vemos con preocupación la subida en los costos de los fletes y las posibles afectaciones de las cadenas de logística global producto de la situación de China y del agravamiento del conflicto bélico en el norte de Europa. En su conjunto, el escenario internacional se presenta como una fuerte presión hacía las cadenas productivas locales y una afectación directa a productores y consumidores en sus costos y gastos de consumo alimentario en este primer semestre del año.
Los aumentos de los precios afectan ciertamente a los más débiles que verán una fuerte caída en su nivel de poder de compra, dado que, la inflación de este mes de abril será aún mas fuerte producto de los efectos estacionales en algunos productos perecederos por la entrada pronta del invierno. Ya buena parte de las cámaras agrícolas y las organizaciones de productores han puesto el tema en la agenda de las futuras autoridades de gobierno. Factores como la devaluación, los aumentos en los precios de productos energéticos de transporte como diésel y gasolinas, así como, los costos internos de logística se verán agravados por el hackeo y las interrupciones en el normal funcionamiento de los sistemas de aduanas. De verdad que lo que está sucediendo da muestra ya no de un chaparrón, sino de un aguacero con tormenta incluida, para las futuras autoridades en los ministerios de economía y agricultura.
A diferencia de otros momentos de nuestra historia económica, donde la subida en los precios era producto de los excesos de demanda agregada, ya fuese por déficit fiscal o por sobrecalentamiento monetario de la economía nacional, al parecer, estamos ante una situación distinta. Los precios suben como reacción a los faltantes de oferta, la dislocación de las cadenas de valor y de logística globales, el aumento en los costos de las materias primas y de la energía. Todo lo anterior hace pensar que será fuerte el aguacero y que las autoridades del Banco Central tienen pocos grados de libertad para atender la crítica situación que enfrentamos.
No podemos vivir sin una provisión segura de alimentos y particularmente, de los productos de la canasta básica alimentaria. Es claro, que requerimos revalorar nuestra producción de alimentos e incentivar con mejoras tecnológicas y disminución de costos la productividad de muchas de nuestras actividades del campo. De no tener un balance adecuado de producción nacional al lado de oferta complementaria de importación de insumos a bajo costo, seguiremos padeciendo de precios altos y de grandes costos de producción local.
Hoy más que nunca, se hace necesario volver nuestros ojos al productor agropecuario y a su tierra y colaborar como Estado, para tener un balance apropiado de seguridad alimentaria, no podemos vivir sin alimentos.
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