Todos sabemos lo que pasó el 7 de octubre de 2023. Sabemos también qué significa esa fecha. Es esa fecha que no dejan de repetir los defensores de Israel cada vez que mencionamos la palabra “genocidio”, cuando se quiere hablar de lo que sucede en Palestina. Todos sabemos que durante ese 7 de octubre se atacó un festival de música en la frontera entre la franja de Gaza e Israel, además de algunas bases militares israelíes; lo anterior, junto con el secuestro de 223 civiles asentados en colonias y 27 soldados israelíes. Más allá de ser visto como un acto de resistencia por parte del grupo Hamás, esta situación fue utilizada para justificar el recrudecimiento del genocidio perpetrado en los territorios palestinos.

El genocidio en Palestina no empezó el 7 de octubre de 2023; se intensificó. Palestina lleva resistiendo 77 años de ocupación, agresiones sistemáticas y apartheid por parte de Israel. Corroborar esta información no es difícil, basta con hacer una simple pero necesaria búsqueda de la Nakba Palestina, llevada a cabo durante 1948. Después de la creación forzada de un estado judío en tierras palestinas, al menos 750,000 palestinos fueron expulsados de su tierra ancestral, y alrededor de un 78% del territorio palestino fue ocupado para dar paso a lo que conocemos actualmente como Israel. El territorio restante fue dividido en dos partes: la franja de Gaza, y Cisjordania, separadas una de la otra por la ocupación israelí.

A partir de ese suceso, el restante territorio palestino no ha dejado de sufrir diversos ataques por parte de Israel, los cuales se han respondido mediante actos de resistencia como la Primera Intifada (1987-1993) y la Segunda Intifada (año 2000); ambos levantamientos masivos palestinos significaron un antes y un después en el contexto del genocidio perpetrado por Israel en Palestina, pues facilitaron la narrativa israelí de “autodefensa contra el terrorismo palestino”.

Conociendo el contexto del genocidio palestino, y más importante aún, reconociendo al autor principal de este, ¿se debería seguir manteniendo relación alguna con Israel? Sorprendentemente, aún existe quien defiende no solo la legítima existencia del estado de Israel, basándose en una promesa divina contemplada en escritos bíblicos de más de 2.000 años de antigüedad, sino también el establecimiento de relaciones diplomáticas-comerciales con el mismo estado que, desde octubre de 2023 hasta el 3 de diciembre de 2025, ha asesinado más de 70.000 personas palestinas –de esta cifra, más de 20.000 corresponden a niños y niñas–, y ha provocado al menos 170.000 personas heridas.

Lamentablemente, Costa Rica se convirtió en uno de esos países. El Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Costa Rica e Israel inició en marzo de 2023, y después de poco más de dos años de negociaciones y, por supuesto, de rechazo a las voces opositoras del pueblo costarricense, finalmente fue firmado en Jerusalén el pasado lunes 8 de diciembre. Esta firma demuestra no solo que el gobierno de Rodrigo Chaves niega el actual genocidio palestino –recordemos cuando respondió de forma burlona “con este lapicero lo voy a firmar”, a un periodista que le preguntó cómo iba a firmar un TLC con Israel, recordándole los crímenes de guerra que dicho estado ha cometido–, sino que además desatiende las voces opositoras del propio pueblo que él, en teoría, representa.

Costa Rica, un país reconocido a nivel mundial por ser el “más pacífico del mundo” por el mero hecho de no contar con ejército –aunque la mayoría de la población considere que la criminalidad ha aumentado, y sientan miedo genuino de salir de sus casas–, firma un TLC con el estado que controla totalmente la cárcel a cielo abierto más grande del mundo, que mantiene un bloqueo absoluto sobre el territorio gazatí, y que ha perpetrado el genocidio más transmitido de la historia. Y a pesar de lo anterior, es quien se ha mostrado como la víctima eterna en la historia. Israel le hace creer al resto del mundo, mediante una narrativa obsoleta, que quien tiene derecho a defenderse y a resistir es él, y no el pueblo que lleva casi 78 años siendo desplazado, atacado, bloqueado y masacrado por parte de Israel.

Costa Rica, a partir de esta firma, no tiene más cara para autodenominarse el “país de paz” que durante años ha presumido ser. ¿De qué sirve no contar con ejército, cuando se negocia con el estado cuyo ejército es aplaudido y defendido por su gobierno y población, por violar a los prisioneros palestinos? ¿De qué sirve posicionarse como actor neutral en conflictos geopolíticos, cuando se mantienen relaciones diplomáticas con el estado que ha asesinado a más de 20.000 infantes en tan solo 24 meses? ¿De qué sirve haber abolido la pena de muerte, cuando se firma un TLC con el estado que aprobó la pena de muerte a los prisioneros palestinos –mismos que se encuentran encarcelados arbitrariamente, y sufren múltiples tipos de tortura–?

Costa Rica no es un país de paz, es un país gobernado por aliados sionistas, negacionistas del genocidio palestino y defensores de criminales de guerra. Es un país gobernado por quienes ignoran la voz y el sentir del pueblo costarricense, opositores de cualquier negociación con un estado que califica como terroristas a infantes, para justificar su cruel asesinato. El gobierno de Rodrigo Chaves, una vez más, deja una huella imborrable en la historia del país, lamentablemente una huella vergonzosa en nuestro compromiso por la paz.

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