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La digitalización inteligente de la energía en edificios permite medir mejor, automatizar procesos clave y tomar decisiones basadas en datos.

Mientras el sector de la construcción en América Latina se prepara para un año de expansión, con proyecciones que apuntan a alcanzar los 384 mil millones de dólares para 2034, la región enfrenta un desafío crucial: transformar ese crecimiento en una oportunidad para construir un futuro más sostenible.

En Centroamérica, la construcción tiene un peso significativo en la economía: aporta alrededor del 10% del PIB en Panamá, cerca del 12,5% en El Salvador y un 3,7% en Costa Rica, según los bancos centrales y gremios sectoriales. En este contexto, la pregunta ya no es si los edificios deben ser más eficientes, sino cómo lograrlo. La respuesta está en la digitalización inteligente de la energía, que permite medir mejor, automatizar procesos clave y tomar decisiones basadas en datos.

Pasamos alrededor del 90% de nuestro tiempo en espacios interiores, como hogares, oficinas, comercios y centros educativos, según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA). Distintas fuentes oficiales coinciden en que los edificios concentran una parte muy importante del problema energético: el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) y la Agencia Internacional de la Energía (AIE) sitúan al sector entre el 30% y el 36% del consumo final de energía y en torno al 37%–39% de las emisiones de CO₂ relacionadas con la energía. A esto se suma que, cerca del 30% de la energía utilizada en los edificios comerciales se desperdicia, lo que evidencia el gran potencial de ahorro que existe si se mejora la forma en que se mide y gestiona su operación.

De acuerdo con especialistas de la iniciativa regional CEELA (Cooperación en Eficiencia Energética en América Latina), la eficiencia energética de los edificios debe abordarse desde el diseño, pero también desde la operación constante de las instalaciones. No se trata solo de diseñar edificios eficientes, sino de operarlos de forma más inteligente todos los días.

Aquí es donde entran en juego plataformas de digitalización como los Sistemas de Gestión de Edificios (BMS, por sus siglas en inglés), el software de monitoreo energético avanzado (PME) y las herramientas de análisis energético (EAA). Estos sistemas actúan como el "cerebro" del edificio, recopilando información en tiempo real sobre temperatura, humedad, calidad del aire y, lo más importante, el consumo energético.

“Cuando un desarrollador decide digitalizar la operación de sus edificios, no solo los nuevos, también los existentes, suele encontrar entre un 15% y un 30% de consumo que puede eliminar con medidas relativamente simples. Esa es la diferencia entre ver la energía como un costo fijo y gestionarla como una palanca de competitividad”, explicó Lady Campos, gerente de Desarrollo de Negocios para Centroamérica de Schneider Electric.

Un BMS moderno conecta todos los sistemas técnicos de una edificación (climatización, iluminación, accesos y seguridad), mediante sensores distribuidos estratégicamente que detectan anomalías como luces encendidas fuera de horario, aires acondicionados funcionando en espacios vacíos o equipos que consumen energía innecesariamente. La diferencia con métodos tradicionales es contundente, ya que estos sistemas pueden reducir los costos energéticos entre un 30% y un 50%.

Los sistemas PME van un paso más allá del simple control. Estas soluciones especializadas permiten el análisis de eventos de calidad eléctrica, identifican patrones de consumo y generan proyecciones basadas en datos históricos. Con capacidad para monitorear no solo electricidad, sino también agua, gas y otros recursos, estos sistemas ofrecen una visión completa del comportamiento energético.

“Para Centroamérica, donde los fenómenos climáticos extremos son cada vez más frecuentes y los costos energéticos representan una carga importante para empresas y familias, estas tecnologías no son un lujo, son una necesidad estratégica. La sostenibilidad en el desarrollo inmobiliario es clave en un contexto marcado por la deforestación y la vulnerabilidad a huracanes e inundaciones. Cuando incorporamos criterios de diseño resiliente y de construcción de infraestructuras sostenibles, reducimos los riesgos asociados con estos eventos extremos y hacemos que nuestras ciudades y comunidades sean más fuertes y competitivas”, agregó Campos.

La verdadera revolución está en la integración de estas plataformas con tecnologías de Internet de las Cosas (IoT) e Inteligencia Artificial. Los edificios del futuro no solo responden a comandos, sino que aprenden de los patrones de uso de sus ocupantes. Al integrar sistemas BMS, PME y EAA con sensores IoT que recopilan datos sobre consumo energético, temperatura, humedad y calidad del aire, es posible generar alertas automáticas ante anomalías, crear reportes de eficiencia y controlar todos los sistemas del edificio desde cualquier dispositivo. Además, la arquitectura abierta de estas soluciones permite su integración con infraestructuras existentes, facilitando su implementación tanto en edificios nuevos como en proyectos de renovación.

Estos sistemas también facilitan el cumplimiento de certificaciones internacionales como ISO 50001, generando automáticamente los reportes de consumo, emisiones de carbono y eficiencia energética que exigen las normativas cada vez más estrictas. Aunque la implementación de estas soluciones representa una inversión inicial, los resultados suelen ser rápidos: las organizaciones que adoptan plataformas de gestión energética reportan ahorros de entre 15% y 30% en costos energéticos durante los primeros 12 meses, con un retorno de inversión que en algunos casos puede ser de apenas seis meses.

Más allá del ahorro económico, estos sistemas contribuyen directamente a reducir la huella de carbono de las edificaciones, un aspecto cada vez más valorado tanto por reguladores como por usuarios finales conscientes del impacto ambiental.

Con el mercado latinoamericano de la construcción proyectado a crecer a una tasa cercana al 4% anual entre 2025 y 2034, y con Centroamérica consolidándose como un destino atractivo para la inversión extranjera, la región tiene una oportunidad única de orientar ese crecimiento sobre bases verdaderamente sostenibles. El año 2026 puede marcar el momento en que la digitalización de la energía pase de ser una tendencia a convertirse en un estándar en los proyectos de construcción y renovación.


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