
La psicología del consumidor revela que factores como la fatiga, la presión publicitaria, el miedo a perder una oferta y el refuerzo social influyen directamente en la forma en que las personas toman decisiones.
En un contexto donde las decisiones de consumo se aceleran por ofertas, publicidad constante, la presión social y mirándolo desde la perspectiva de la salud mental, se advierte sobre el aumento del malestar emocional post-compra, una sensación de culpa, estrés, ansiedad o inquietud que surge después de adquirir un producto o servicio.
Este fenómeno predomina especialmente durante temporadas de consumo masivo como compras en línea y festividades comerciales, donde la presión por aprovechar “la mejor oferta” intensifica la sensación de urgencia. Durante estos periodos, muchas personas terminan actuando guiadas más por la emoción del momento que por una necesidad real, lo que aumenta las probabilidades de experimentar arrepentimiento o incomodidad tras la compra.
“Vivimos en una cultura de inmediatez donde las compras impulsivas se presentan espontáneamente y nunca son planificadas, se vuelve una forma rápida de sentir satisfacción y de reducir el nivel de estrés, y así ignorar y evitar presiones mentales negativas. Es importante señalar que esto se vincula a la ansiedad del consumidor ya sea por obtener un servicio o un bien; con esta acción el individuo de alguna forma siente alivio, repara o gestiona todas esas emociones que le provocan malestar y el problema real aparece tras la compra impulsiva, cuando nos damos cuenta que no era necesario, además comprometimos nuestras finanzas o simplemente el producto no cumplió nuestras expectativas”, explicó Rocío Aguilar, directora de la carrera de Psicología de la Universidad San Marcos (USAM).
“El malestar que podemos sentir y experimentar después de realizar una compra es una respuesta válida que nos indica una disonancia y refleja un desajuste entre las decisiones que tomamos de las compras y lo que realmente valoramos para nuestra vida. Fortalecer esa capacidad de autorregulación emocional y poder identificar los desencadenantes emocionales que influyen, nos ayuda a ser consientes y tener hábitos de consumo satisfactorios”, agregó.
Recomendaciones prácticas para un consumo consciente.
A continuación, algunas medidas prácticas para reducir el malestar posterior a las compras:
- Pausar antes de comprar: tomarse entre 24 y 48 horas para evaluar si realmente se necesita el producto.
- Establecer un presupuesto emocional y financiero: identificar límites claros antes de entrar a una tienda física o virtual.
- Evitar compras para regular emociones: si estás experimentando algún tipo de malestar emocional, es preferible buscar estrategias alternativas de afrontamientos en lugar de recurrir al consumo.
- Comparar opciones: revisar precios y calidad disminuye compras impulsivas motivadas por la urgencia.
- Reflexionar sobre el propósito de la compra: preguntarse “¿qué problema me resuelve?” o “¿por qué lo quiero realmente?”.
El desafío no es dejar de comprar, sino hacerlo de manera informada y emocionalmente equilibrada. Esta perspectiva es especialmente importante en un país donde el acceso al crédito y las compras digitales están en expansión.
“Consumir no es negativo, lo que buscamos es que las decisiones respondan a nuestras metas y no a presiones externas. Cuando aprendemos a identificar nuestros patrones emocionales, disminuyen la culpa, la ansiedad y la sensación de haber ”fallado”, finalizó Rocío Aguilar de la USAM.
Tomar decisiones de compra consientes, cuidar nuestro bienestar financiero y emocional; son prácticas que previene el malestar posterior y fortalece la autorregulación. El resultado es una relación más saludable con el consumo.




