Quien vive cerca del mar sabe que el océano nos habla todos los días: en la abundancia o escasez de pescado y otras especies, en la fuerza de las mareas, en las temporadas que ya no son como antes. En el Pacífico Este Tropical, y particularmente en la región del Corredor Marino del Pacífico Este Tropical (CMAR), esa conversación entre las comunidades y el océano es constante. Aquí, el océano es mucho más que un paisaje azul, aquí la biodiversidad marina no es solo patrimonio natural: es la base de la alimentación, de la cultura costera y de muchas economías locales; es una red viva que conecta a Costa Rica, Colombia, Ecuador y Panamá.

Hay un gran reto en gestionar ese espacio marino de manera efectiva y coordinada. Es allí donde el papel de la ciudadanía, la comunidad científica y los tomadores de decisión son fundamentales en el cuidado del océano. La ciudadanía tiene un rol crucial que pasa por elegir qué productos del mar consume, apoyar prácticas responsables del uso de los recursos y espacios marinos y costeros, participar en procesos de planificación local y también en exigir transparencia y coherencia sobre cómo se gestionan nuestros recursos marinos y costeros. Por su parte, la comunidad científica aporta herramientas esenciales para entender qué está pasando con las poblaciones y migraciones de especies, los arrecifes y otros ecosistemas marinos, las presiones y amenazas que los afectan, así como las soluciones, entre otros aspectos. Y las autoridades están llamadas a escuchar ambas voces y actuar con visión de futuro, más allá de un ciclo político.

Proteger la biodiversidad del Pacífico sin poner en riesgo los medios de vida es posible si se planifica pensando en el largo plazo y con una visión de aprovechar el mar y sus recursos de forma responsable y sostenible. La pérdida de biodiversidad marina no es una abstracción y afecta directamente a los servicios que el océano nos brinda. Cuando se destruyen manglares y arrecifes, las comunidades quedan más expuestas a tormentas y marejadas. Cuando los ecosistemas pierden su capacidad de absorber carbono, el cambio climático se acelera. Cuando las pesquerías colapsan, las comunidades costeras son las primeras en sufrir, pues dependen del mar para alimentarse y trabajar. A menudo no somos plenamente conscientes de cuánto dependemos del océano para algo tan básico como comer, el aire que respiramos y hasta para tener un clima relativamente estable.

En los últimos años, los países del CMAR han avanzado en la creación y ampliación de áreas marinas protegidas, formando un mosaico de sitios que, conectados, ayudan a resguardar rutas migratorias de especies clave y a mantener la salud de los ecosistemas. Sin embargo, la efectividad de esa red depende de lo que ocurra todos los días en el mar y en las comunidades: de si se respeta la normativa, de si hay alternativas económicas, de si se entiende que lo que está en juego es el futuro común.

Desde la Fundación Pacífico, trabajamos junto al CMAR para apoyar la gestión efectiva de este espacio marino. Cuidar la biodiversidad del Pacífico no es renunciar a vivir del mar, es garantizar que el mar pueda seguir sosteniéndonos. El llamado es claro: para que el Pacífico siga siendo fuente de vida, necesitamos que la ciudadanía, la ciencia y las instituciones asuman, hoy, que cuidar el océano es una prioridad vital.

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