Los derechos humanos se deben concebir desde las dimensiones política, histórica y social, un sistema de opresión donde se evidencian relaciones impregnadas de desigualdades, es claro que va a reproducir un sistema de derechos desigual, es decir, no todas las personas tienen los mismos derechos, pese a que en las normativas existentes así se declare. Esta situación de desigualdad, se ha reproducido históricamente, lo que ha generado resistencias y luchas para que las personas desposeídas, puedan reivindicar sus derechos. A lo largo de la historia se han dado luchas por grupos marginados para validar sus derechos, así, por ejemplo, se evidencian luchas contra la discriminación racista, luchas para la abolición de la esclavitud y luchas para que las mujeres puedan tener derechos que ya los hombres habían alcanzado, como es el caso del derecho al sufragio en Costa Rica. En este sentido, no se puede hablar de universalidad de derechos, pues en la práctica estos no existen para todas las personas.

Con relación a las personas adolescentes madres, se observa que esta población está expuesta a un sin número de desigualdades. Las adolescentes madres experimentan exclusión por su condición de género, edad y maternidad, primordialmente.

En cuanto al género, destaca que a las mujeres se les ha socializado para cumplir roles de dependencia, sumisión y estar al cuidado de las otras personas. De esta manera cuando una mujer busca el derecho a su autonomía, es criticada incluso por otras mujeres, quienes están también reproduciendo el sistema patriarcal.

Las niñas desde edades muy tempranas, van adquiriendo roles que en una sociedad patriarcal las deja en una situación de desventaja, por ejemplo, desde la casa le asignan tareas como lavar los platos, limpiar, cuidar a sus hermanos, roles que al transcurrir el tiempo los sienten como suyos, y roles que a su vez no son valorados, ni remunerados. Se les condiciona a este rol, que es visto inferior a los roles tradicionalmente asignados a los hombres.

Estas condiciones de desigualdad que experimentan las adolescentes madres por su condición de género se agravan por las concepciones sociales e ideológicas que hay con relación a la maternidad. Histórica y socialmente el ejercicio de la maternidad ha sido un rol esperado para las mujeres. Constantemente escuchamos expresiones que así lo reafirman, como, por ejemplo: “el instinto materno o instinto maternal” y en algunos contextos se cuestiona a las mujeres que no tienen hijos o hijas; hay una presión social para que las mujeres se conviertan en madres; cuando una pareja contrae matrimonio, prontamente familiares, amistades y otras personas les preguntarán: ¿cuándo tienen un hijo?, o incluso les dicen frases como: ya es hora de que sean papás y mamás.

Pese a lo anterior, la maternidad en la adolescencia no es bien vista por la sociedad, se les culpa por embarazarse estando solteras y a temprana edad. Es una situación ambivalente para las adolescentes, que perjudica su bienestar y les genera un mayor riesgo. Situación misma que castiga nuevamente a las adolescentes, pues cuando ya dio a luz a su hija o hijo, se generan otros condicionamientos sociales, tales como: “ahora debes ser una buena madre”, “primero está su hijo, que usted”, aunque este primero sea dejar el colegio o más grave aún; dejar de ser persona adolescente para convertirse en madre.

La vulnerabilidad de las adolescentes madres se incrementa también por su condición etaria, pues se les considera que no tienen edad para independizarse y tomar decisiones, vuelven a experimentar situaciones ambivalentes, pues, por un lado, se les culpa por embarazarse, y en esta culpa surgen expresiones como: “ella se lo buscó”, ya está grande y sabe lo que hace”, pero, por otra parte, se les considera incapaces de tomar ciertas decisiones.

En ocasiones las personas encargadas toman la decisión por encima de la adolescente, que una vez que el hijo o hija nazca, ellas son quienes lo van a educar y encargarse de su crianza, sin preguntar a la persona adolescente si está de acuerdo o cómo se siente al respecto. Este tipo de conductas son generadas y apoyadas por la misma sociedad y sistema ideológico, el cual no brinda opciones de prevención y promoción destacadas.

Asimismo, cabe hacer referencia a dos situaciones o riesgos que enfrentan las adolescentes madres, y que demuestran una vez más que la universalidad de los derechos no es tal, para esta población.

La primera de estas dos situaciones, que es importante comentar, se refiere a las relaciones impropias, que muchas adolescentes madres sufren. Interesa reflexionar acerca de los rangos de edad establecidos en la ley 9460 para considerar si una relación es impropia o no. Estos rangos son muy amplios, si se considera que en periodos o diferencias menores se pueden evidenciar relaciones de poder perjudiciales para las personas adolescentes, a la vez cabe preguntarnos si la decisión tomada con respecto a dichos rangos se da también desde el adultocentrismo, donde no se realiza un acercamiento con la población afectada, para comprenderla e identificar desde sus experiencias otros elementos que puedan contemplarse en una ley como esta.

Por otra parte, se debe reflexionar acerca de la permisión social e ideológica, que muchas veces se da con respecto a este tipo de relaciones abusivas, de poder y dominación. El predominio de un sistema patriarcal, donde se ha evidenciado que las mujeres experimentan relaciones de dependencia y desigualdad, hace que muchas veces las relaciones impropias se normalicen, y se crea que la persona que ostenta el poder y dominio hacia la adolescente en este caso, le está “haciendo un favor”, pues la está acompañando o ayudando con la manutención, entre otras justificaciones, que da la sociedad ante estas relaciones asimétricas y abusivas para la población adolescente.

La otra situación importante de comentar y que vulnerabiliza a las adolescentes madres, es la situación de abandono que muchas veces experimentan; así, por ejemplo, cuando su entorno se da cuenta de su embarazo, todos los cuestionamientos son para ella; él incluso la abandona y no hay cuestionamientos, y si los hay son escasos.

Ante este panorama no tan afortunado para la población adolescentes madres, reflexionemos al respecto y antes de expresar prejuicios hacia ellas, comprendámoslas desde su adolescencia y recordemos que es una persona adolescente madre, no una madre adolescente.

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