Este jueves inicia 2026. Inicia un nuevo año. No cambia la hoja del calendario. Cambia el calendario.
Al llegar el 1º de enero no solo sentimos la cotidiana maravilla de despertar a un nuevo día. Despertamos a todo un nuevo año.

Un nuevo año que nos trae renovados propósitos.

Propósitos personales

Cada 1º de enero muchos estrenamos propósitos de cambio: cumplir con la dieta que hemos dejado a medio palo, mejorar nuestra rutina de ejercicios, aprender un idioma, colaborar con mayor dedicación con nuestra iglesia, mejorar el carácter, cambiar algunos aspectos de nuestro desempeño laboral, colaborar en alguna acción de voluntariado.

Estos propósitos muestran un comportamiento positivo a pesar de que los abandonemos a medio camino y los dejemos a medio palo. Si proponemos mejoras es porque vemos el futuro como una oportunidad para hacerlo. Y eso es bueno. Por supuesto que es mejor si los cumplimos.

Una visión positivista de la vida es una gran ventaja personal. El pesimismo promueve la indiferencia y el desentenderse de los problemas: si no puedo ser mejor, ¿por qué me voy a ocupar en mejorar? Pero si puedo ser mejor, mi actitud es la de actuar, de ocuparme en mejorar. Conozco mis limitaciones, mis fallas, pero puedo este Año Nuevo mejorar, porque siempre puedo ser mejor.

Propósitos públicos

El positivismo es también una actitud conveniente para el bienestar social.

Somos libres, y dentro de nuestras limitaciones de tiempo, espacio, conocimientos, inclinaciones y medios podemos moldear el futuro de nuestra sociedad. Una actitud positiva compromete nuestra acción para colaborar con el bien común.

Una actitud positiva frente a nuestra vida y a la sociedad es aún más necesaria en estos años en que vivimos un dramático cambio de época.

Año electoral

Además, 2026 es un año electoral.

Es un año en el cual debemos escoger a quien entregar las riendas para dirigir la vida nacional durante el próximo cuatrienio con consecuencias previsibles para un período mucho mayor.

Por eso el llamado al ciudadano debe ser a reflexionar, analizar y votar —de acuerdo con sus preferencias sí— pero con conocimiento de las posibles consecuencias de su selección.

¿Qué es lo mínimo que deberíamos saber para escoger candidatos y partidos para la presidencia y las diputaciones?

Creo que lo primero debe ser evaluar la visión de candidatos, equipos y partidos respecto a los valores, instituciones e intereses que cada uno ostenta y promueve para Costa Rica. De esa consideración depende la capacidad de las nuevas autoridades para conducir a nuestro país en su período de gobierno por las vías de defensa y promoción de la dignidad y la libertad de todas las personas, y de las acciones solidarias en favor del bien común y de las personas más necesitadas de la fraternidad colectiva. Y claro estas preferencias de los gobernantes ejercen gran influencia en muchos años posteriores al término de su gestión.

Para conocer esa visión y determinar nuestra confianza en los candidatos debemos estudiar su vida y evaluar su fidelidad con sus compromisos, con la ética y con los valores de nuestro estado de derecho; sus aptitudes de tolerancia, su respeto en el trato a las demás personas, su propensión a oír a los demás y negociar de buena fe, su disposición a reconocer su propia ignorancia y rectificar errores.

Para emitir un voto racional el elector debe considerar cuáles serán las previsibles acciones de los diferentes candidatos al frente de la gestión para la cual quieren ser elegidos. Y claro, no se trata de simplemente conocer cuáles son sus deseos e intenciones pues bien sabemos que de buenas intenciones está empedrado el camino de los infiernos... y no solo de las buenas intenciones que no se cumplen, sino también de las que se cumplen, pero tienen consecuencias distintas a las enunciadas.

Para conocer las consecuencias de las acciones debemos poder predecir no solo las directas e inmediatas sino también las indirectas y mediatas. En la vida social, muchas veces los efectos secundarios y a mediano plazo van en dirección contraria de los primeros resultados y los superan reversando el signo de lo que se alcanza. Así, lo que aparentaba ser beneficioso resulta perjudicial.

¿Cómo podemos saber cuáles van a ser los resultados finales de las acciones que se proponen? Para averiguarlo debemos recurrir a la ciencia, a la opinión de quienes más han estudiado objetivamente los problemas, a las experiencias que en el pasado se han vivido en nuestra patria con ese tipo de medidas y a los resultados de prácticas similares en otras naciones.

Por eso es muy importante conocer los equipos con los que cuenta cada candidato, sus conocimientos, y los programas que han preparado.

Recordemos que los resultados dependen no solo del líder y su carisma sino también de los equipos con que cuentan los candidatos para llevar adelante sus propósitos, así como de las cualidades administrativas y capacidades de mando y de ejecución del líder y sus posibles colaboradores para trabajar con la burocracia y delegar, coordinar, controlar y evaluar acciones con sus potenciales funcionarios.

En estos comicios debemos poner especial cuidado al emitir nuestro voto por las circunstancias de confrontación y antagonismo que hoy experimentamos, y por las dificultades que nos presenta el mundo actual en el que algunos pretenden que prevalezca un descarnado ejercicio del poder no sujeto a nomas éticas y jurídicas.

Deseémonos feliz año 2026 como lo pido a Dios para todos los habitantes de este país por Él bendito. Pero a la vez pongamos de nuestra parte escogiendo muy bien por quién votar para que —no solo el 2026— sino también los siguientes años, sean venturosos para las familias de esta querida patria.

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